Cuando Alexa, una trabajadora sexual de unos cuarenta años, lee estos días la prensa pone especial atención a las noticas que le llegan de España. Ha oído hablar del “gol” que reconocía haber encajado Magdalena Valerio, la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social del Gobierno de Pedro Sánchez. O sea, que Alexa sabe de la creación de la Organización de Trabajadoras Sexuales (OTRAS), el sindicato de prostitutas registrado el pasado mes por la Dirección General de Trabajo pese a ser la prostitución una actividad ilegal en España.

En principio, a Alexa le parece una buena idea que existan sindicatos así. Pero ahora mismo, resulta un imposible organizarse sindicalmente dentro de la prostitución incluso en un país como Alemania, donde la prostitución es legal desde 2002. "Si tuviéramos más gente la idea de formar un sindicato estaría muy bien, porque en cualquier área de trabajo hacen falta buenas condiciones laborales", dice Alexa a EL ESPAÑOL. Sin embargo, "ahora, en Alemania, se organiza muy poca gente en la causa de las mejoras laborales", abunda.

Además, que la prostitución sea legal en el país de la canciller Angela Merkel no quiere decir que la profesión de Alexa no esté estigmatizada, mal vista. "Es realmente difícil encontrar a trabajadoras sexuales con ganas de organizarse desde un punto de vista sindical porque el tema de salir del armario como prostituta es tan difícil", explica. "El trabajo sexual es legal en Alemania, pero la estigmatización sigue".

Antes de 2002, año en que el Gobierno del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder hizo entrar en la legalidad el trabajo sexual, la profesión de Alexa estaba "criminalizada", según sus términos. "Si mi novio me recogía con el coche del trabajo, esto podría costarle a él ser acusado de proxenetismo, pero a mí también si yo alquilaba a una amiga un apartamento para que trabajara allí como trabajadora sexual en buenas condiciones", explica. La persecución del sector ha dejado una marca que no han borrado los 16 años que se cuentan ya de prostitución legal en suelo alemán.

Tal vez por eso los sindicatos tradicionales no se acercan mucho a la prostitución. Por ejemplo, en las oficinas berlinesas del Sindicato Unido de Servicios, Ver.di, como se conoce a esta organización de trabajadores que cuenta con casi 2 millones de afiliados, reconocen a EL ESPAÑOL que no han oído hablar de "trabajo sexual" en mucho tiempo.

Alexa sosteniendo un cartel protesta: "Mi trabajo no es el problema, sino tu moralidad burguesa".

"En el pasado hubo contactos con Ver.di, sí. Pero las prostitutas no se organizan en un sindicato, son trabajadoras autónomas. Es simplemente así", dice a este periódico Elke Winkelmann, de la Asociación Federal de Servicios Sexuales (BSD, por sus siglas alemanas), una organización con sede en Berlín que aúna trabajadoras sexuales y propietarios de burdeles. BSD es la organización que ha puesto en marcha el programa, bajo inspección de sus propios miembros, del sello de calidad de los prostíbulos.

Asesoría laboral

Alexa coincide con Winkelmann. "Un sindicato necesita mucha gente que trabaje en el sentido clásico. Los miembros de los sindicatos suelen ser gente que están empleados por una empresa", dice esta trabajadora sexual con trece años de experiencia en el sector. "Las trabajadoras sexuales casi nunca son empleadas. Son la gran mayoría autónoma, por eso no hay sindicato", agrega.

Lo que sí existe es una amplia red de asociaciones como Hydra, en la que milita Alexa, entre otras cosas, para que la prostitución y el trabajo sexual sean reconocidos como profesiones. "El respeto por nuestro trabajo es la base de lo que hacemos en Hydra", explica Alexa. Hydra lleva 35 años en funcionamiento. Fue fundada por trabajadores del sexo y trabajadores sociales. Hoy es un referente en el sector en Berlín, facilitando desde asesoramiento y orientación laboral en el sector hasta realizar labores de asesoría social.

"También existe una asesoría sobre cómo empezar en la prostitución, en la que se ofrece una idea realista del trabajo, y mucha gente acaba diciendo tras hacer esa asesoría que no quieren entrar en este trabajo", dice Alexa. "No es un trabajo para cualquiera, hay que ser capaz de tener contacto físico muy cercano, y eso no lo aguanta cualquiera, aquí ocurre como en el área de cuidado a los enfermos o a personas mayores", explica.

BDSM, tendencia 

En Hydra también informan sobre formación y posibles caminos laborales a emprender en el trabajo sexual. "Se puede trabajar en un club de striptease, en un burdel, en un cine X o como scort, hay muchos modelos de negocio en los que se puede trabajar. También facilitamos información sobre dónde aprender más", señala Alexa. Ella reconoce que, desde la aparición en 2011 de la trilogía de Cincuenta sombras de Grey de la autora británica Erika Leonard James, el BDSM es una tendencia muy solicitada. BDSM es una sigla que recoge las prácticas sexuales bondage, disciplina, dominación y sumisión y masoquismo.

Tanto Alexa como Winkelmann señalan que la inmensa mayoría los trabajos sexuales se realizan bajo la figura del trabajador autónomo. Por eso mucha de la información que dan en Hydra tiene que ver con ser autónomo y no empleado. Asesoran, mayormente, "sobre el seguro médico, las cotizaciones de las pensiones o qué hacer cuando uno no tiene muchos clientes", precisa Alexa.

Hydra no es un sindicato y para las trabajadoras del sexo que participan en ella, como Alexa, es mejor así. "Yo no estoy interesada en ser miembro de Ver.di o en trabajar con sindicatos porque sé, por experiencia, que una tiene que dar muchas explicaciones desde le principio", declara esta mujer afincada en Berlín. "Yo quiero trabajar desde la normalidad del trabajo sexual, desde el convencimiento de que nuestro trabajo es un trabajo normal, prefiero hacer mi trabajo en Hydra porque no tengo que explicarlo todo, donde esté claro que todos tenemos los mismos derechos como el resto de trabajadores", añade.

Al parecer, no es tan fácil recurrir a sindicatos tradicionales para informarse sobre mejoras laborales en un sector todavía señalado por buena parte de la sociedad. Por eso tienen más éxito estando al servicio de prostitutas y trabajadoras sexuales organizaciones como Hydra o BSD. La primera está financiada por las autoridades públicas de la ciudad-estado de Berlín y la segunda por las aportaciones de sus miembros.

Alemania, “el mayor burdel de Europa”

No existe un modelo único de financiación para este tipo de organizaciones, aunque el dinero público juega, a menudo, un papel clave. La Asociación Profesional de Servicios Eróticos y Sexuales (BesD, por sus sigas en alemán), también con sede en Berlín, se financia a través de donativos.

Por su parte, la asociación Aldona, por ejemplo, una organización de la ciudad de Saarbrücken (oeste alemán), está financiada con dinero público en un 95%. Ese porcentaje se identifica a partes iguales con el Ministerio para la Mujer y Asuntos Sociales, la propia ciudad y la región de Saarbrücken. El 5% restante lo ponen los miembros de Aldona, que también ofrece asesoramiento en temas como fiscalidad, seguro médico, deudas o niños, además de ayuda para salir del sector en caso de que se deseé.

Un problema con el que se encuentran todas estas organizaciones es saber el número de personas de las que se ocupan. En Hydra no pueden ofrecer datos al respecto. "No se ha hecho un trabajo serio sobre el número de trabajadores del sexo en Alemania. No se puede decir cuántos somos", apunta Alexa. Habitualmente se da por buena una estimación que circula desde hace años y según la cual habría en el país hasta 400.000 personas trabajando en el sector del sexo.

En virtud a este tipo de estimaciones, "Alemania es el mayor burdel de Europa", según un titular que suele aparecer recurrentemente en la prensa germana. Lo utilizaba, por ejemplo, el diario conservador Die Welt a finales del año pasado. La Oficina Federal de Estadística de Alemania calcula que la prostitución mueve en el país unos 14.600 millones de euros al año.