Bruselas

Si los líderes europeos empezaron 2017 con miedo a que les arrollase la explosión populista iniciada con el brexit y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, en estos primeros días de 2018 el sentimiento en Bruselas es de optimismo. El empuje de las fuerzas eurófobas se frenó en Holanda, Francia y Alemania, aunque en Austria la ultraderecha ha entrado en el Gobierno. Y tras una década perdida por la crisis financiera, la economía europea vuelve a crecer a velocidad de crucero: el número de empleos marca máximos históricos, mientras que la tasa de paro ha caído al 7,4%, una cifra que no se veía desde finales de 2008.

Aunque persisten las fracturas internas, las negociaciones del brexit con Reino Unido han propiciado una unidad inédita entre los otros 27 Estados miembros. Los dirigentes comunitarios quieren aprovechar el buen momento para dar este año un gran salto adelante en la integración europea. Explotar la ventana de oportunidad que se abre de aquí a las elecciones europeas de primavera de 2019, en particular para reparar los defectos estructurales de la eurozona. Pero en el horizonte se avistan cuatro grandes riesgos que podrían hacer descarrilar este resurgimiento europeo.

Las elecciones italianas

El ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi Remo Casilli/Reuters

Italia ya estuvo en el centro de la crisis de deuda de la eurozona en otoño de 2011 y este año se perfila de nuevo como el principal riesgo para la recuperación de la UE. Las elecciones convocadas para el próximo 4 de marzo amenazan con dejar un Parlamento sin mayorías claras y con un fuerte auge de los partidos populistas y eurofóbos. El peor escenario para Bruselas sería un pacto entre las fuerzas que proponen salirse del euro: los populistas del Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo (al que las encuestas dan como ganador con el 27% de los votos) y la ultraderecha de la Liga Norte de Matteo Salvini (14%). Las dos formaciones tienen en común su rechazo a las reglas presupuestarias de la UE, su oposición a los acuerdos comerciales y su defensa de un acercamiento a Rusia.

La hipótesis más probable es no obstante una coalición de centroderecha liderada por la Forza Italia de Silvio Berlusconi (16% en los sondeos), en la que participarían también la Liga Norte -que comparte grupo en la Eurocámara con el Frente Nacional de Marine Le Pen- y el pequeño partido Hermanos de Italia (5%), según los analistas. Pese a su resurrección política, Berlusconi no podrá repetir como primer ministro porque ha sido condenado por fraude fiscal. Casi todos los pronósticos descartan que el Partido Democrático de Matteo Renzi pueda conservar el poder.

Italia es especialmente vulnerable debido a su raquítico crecimiento en los últimos años, el elevado nivel de deuda pública (132% del PIB, la segunda más alta después de Grecia) y la morosidad en el sector bancario. A ello se suma la fuerte presión migratoria: en 2017 llegaron 119.000 personas a través del Mediterráneo Central, un tercio menos que el año anterior gracias al acuerdo firmado por Roma con el precario Gobierno de Libia. Un resultado electoral que signifique inestabilidad en Italia, la tercera mayor economía de la eurozona, sacudiría a los mercados y se contagiaría de inmediato al resto de Estados miembros.

Un motor franco-alemán gripado

La canciller Merkel, durante su discurso de año nuevo Hannibal Hanschke/Reuters

La parálisis política en Berlín es otro de los grandes riesgos para la Unión Europea en 2018. Más de tres meses después de las elecciones del 24 de septiembre, la canciller Angela Merkel, sigue sin poder formar Gobierno. Tras la ruptura de las negociaciones con liberales y verdes en noviembre, los democristianos de Merkel inician este domingo contactos exploratorios con los socialdemócratas con el objetivo de tratar de reeditar la Gran Coalición. Pero no hay ningún calendario para lograr resultados ni garantías de éxito. Alemania, el ancla de estabilidad de la UE durante la crisis financiera, se ha convertido ahora en una rémora para avanzar en la integración comunitaria.

El poder menguante de Merkel contrasta con el empuje europeísta del presidente francés, Emmanuel Macron, y su propósito de refundar la UE. Pero sin Gobierno en Berlín, el motor franco-alemán está gripado. En el último Consejo Europeo de diciembre, Merkel se comprometió a llegar a un acuerdo con Macron sobre la reforma de la eurozona como muy tarde en marzo. París y Berlín representan los dos polos del debate. Mientras que Francia apuesta por crear un superministro de Economía y un importante presupuesto de estabilización, Alemania se resiste a cualquier idea que suponga una transferencia permanente de recursos hacia los países del sur.

Si el bloqueo político alemán se alarga o se tienen que repetir las elecciones, la UE perderá la actual ventana de oportunidad para reformarse y seguirá desprotegida ante futuras crisis. Si por el contrario en el acuerdo de Gran Coalición se imponen las tesis del líder socialdemócrata, Martin Schulz, que apoya las ideas de Macron, los líderes europeos podrían dar en 2018 un gran salto adelante en el proceso de integración.

Un brexit desordenado

La primera ministra británica, Theresa May Toby Melville/Reuters

A finales de enero comienzan las negociaciones de la segunda fase del brexit: el futuro acuerdo comercial entre la UE y Londres y el periodo transitorio de adaptación para garantizar un aterrizaje suave. Es la etapa más difícil, según coinciden todos los líderes europeos, y el tiempo apremia: el acuerdo final debe cerrarse como muy tarde en octubre de este año para dar tiempo a que la Eurocámara y el Parlamento británico lo ratifiquen.

Para los europeos, el principal riesgo es que si el diálogo fracasa se produzca un brexit caótico que cortocircuite la recuperación económica. También preocupa en Bruselas que Reino Unido trate de dinamitar la unidad de los Veintisiete con ofertas diferenciadas para los países con los que mantiene relaciones más estrechas, como España o Polonia.

Mientras tanto, el Gobierno de Theresa May sigue sin concretar lo que significa el brexit. El negociador británico, David Davis, quiere incluir los servicios financieros en el futuro acuerdo de libre comercio con Bruselas para salvaguardar los intereses de la City de Londres. Algo que su homólogo europeo, Michel Barnier, ya le ha dicho que no es posible porque ningún pacto comercial del mundo lo contempla. El ex primer ministro británico, Tony Blair, ha avisado este jueves de que 2018 será la última oportunidad para detener el brexit, que a su juicio hará que Reino Unido sea más pobre y débil en la escena internacional.

La revuelta de Polonia y Hungría

Los primeros ministros de Polonia y Hungría, Mateusz Morawiecki y Viktor Orban Bernadett Szabo/Reuters

El nuevo primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, se reúne el próximo 9 de enero con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, en un intento de rebajar la tensión entre Bruselas y Varsovia. Y es que por primera vez en la historia, el Ejecutivo comunitario activó en diciembre contra Polonia la denominada 'opción nuclear', el artículo 7 del Tratado, que podría acabar con la suspensión de su derecho de voto en la Unión Europea.

La Comisión sostiene que las reformas judiciales aprobadas por el Gobierno de Ley y Justicia, controlado en la sombra por el euroescéptico Jaroslaw Kaczynski, socavan la independencia de los jueces y amenazan la división de poderes. Todavía hay tiempo para el diálogo y no se ha fijado ninguna fecha para discutir la cuestión a nivel ministerial entre los 28.

Aunque sus formas son más suaves que las de su antecesora, Morawiecki ha dado pocos signos de que vaya a recular. Este miércoles fue recibido en Budapest por el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que también ha chocado con Bruselas por su deriva autoritaria. Los dos dirigentes han forjado una alianza para reclamar más peso en las decisiones de la UE. Orbán ya ha dejado claro que vetará cualquier intento de sancionar a Polonia. "No queremos vivir en un imperio sino en una alianza de países libres", sostiene el primer ministro húngaro.

La alianza amenaza con agrandar la fractura entre los países del Este y del Oeste de Europa, que emergió con la crisis migratoria. Tanto Morawiecki como Orbán han vuelto a rechazar las cuotas obligatorias de refugiados. Bruselas ha denunciado a Hungría, Polonia y República Checa ante el Tribunal de Justicia de la UE por no cumplir con el reparto de demandantes de asilo. Los dos primeros países no han recibido a ningún refugiado, mientras que República Checa sólo ha aceptado a 12. Justifican su negativa por motivos de seguridad y riesgo de islamización de sus sociedades.