Bruselas

Sólo la delicada coreografía que se ha programado para los próximos días ya da muchas pistas de que algo se mueve en las negociaciones del brexit, en punto muerto desde octubre. Tras reunirse este viernes con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, la primera ministra británica, Theresa May, cenará el 4 de diciembre en Bruselas con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, y el negociador europeo, Michel Barnier. Dos encuentros que se han preparado cuidadosamente lejos de los focos con un objetivo compartido: dar un acelerón final y cerrar el acuerdo de divorcio entre la UE y Reino Unido durante la próxima cumbre del 14 y 15 de diciembre.

Para la Unión Europea está en juego el riesgo de una salida caótica de Londres, que podría hacer descarrilar la recuperación económica en el continente. Para May se trata de la última oportunidad de frenar la fuga de bancos y compañías que abandonan Reino Unido por la incertidumbre política y la inseguridad jurídica que ha provocado el brexit. La fecha de salida se ha fijado para las 11 de la noche del 29 de marzo de 2019 y los empresarios quieren saber ya a qué atenerse. ¿Habrá o no un periodo transitorio de adaptación? ¿Cómo será el futuro pacto comercial entre Bruselas y Londres? Lo prioritario para la primera ministra británica es lanzar de inmediato la segunda fase de diálogo sobre las relaciones comerciales futuras.

La incertidumbre del brexit empieza a hacer mella en la economía británica. Reino Unido es uno de los países de la UE que menos crece en los últimos trimestres y acaba de caerse del top cinco de las principales economías del mundo, según admite el propio ministro de Finanzas. "Reino Unido es la sexta mayor economía del mundo", ha dicho Hammond durante la presentación del presupuesto para el próximo año. Es la primera vez que admite que Francia le ha adelantado y se suma al club que completan Estados Unidos, China, Japón y Alemania.

"Caos y confusión" dentro del Gobierno británico 

Tras el ultimátum que le lanzó la UE a principios de mes, la primera ministra británica ha movido ficha y prepara más concesiones. El lunes obtuvo el apoyo del resto de miembros de su Gobierno para aumentar de 20.000 a 40.000 millones de euros su oferta para saldar la factura de salida, según ha informado la prensa británica. Bruselas calcula que Londres debe al menos 60.000 millones, pero podría empezar a conformarse con este incremento, si es que llega a confirmarse: los más euroescépticos en el equipo de May condicionan cualquier pago a la apertura inmediata de negociaciones comerciales.

Y es que una de las principales preocupaciones para la UE es el "caos y la confusión" dentro del Gobierno británico sobre lo que significa el brexit, según se recoge en un documento interno del ministerio de Exteriores irlandés. Un caos que se ha agravado desde que May perdiera su mayoría en las elecciones anticipadas del pasado junio. Uno de los testimonios que recoge el informe es el del viceministro de Exteriores checo, Jakub Dürr, que confiesa que "le dan pena los embajadores británicos en toda la UE que intentan comunicar un mensaje coherente cuando en su casa sólo hay confusión política".

Además de la factura de salida, el otro gran escollo que ha emergido con fuerza en las negociaciones del brexit es la frontera con Irlanda. Bruselas avisa de que la única manera de evitar una barrera física, un muro que vuelva a dividir la isla y ponga en riesgo el proceso de paz en el Ulster, es un estatus especial para Irlanda del Norte. Belfast tendría que seguir aplicando las reglas del mercado común de la UE, mientras el resto de Reino Unido sigue su propio camino. Pero Londres rechaza esta opción porque considera que pone en riesgo la integridad del país.

En el tercer tema del divorcio, el de los derechos de los ciudadanos, es en el que ha habido un mayor acercamiento entre Bruselas y Londres. Pero sigue sin haber acuerdo sobre quién debe ser el garante de estos derechos. Los 27 exigen que esa función la ejerza el Tribunal de Justicia de la UE. Pero el Gobierno de May sostiene que los tribunales británicos deben recuperar su plena soberanía.

España, amiga de Reino Unido

Frente a la dureza que exhiben Francia y Alemania en las negociaciones del brexit, España se ha integrado en el grupo de amigos de Reino Unido. "Tenemos unas relaciones intensas económicas, turísticas, de gente que va y viene y no queremos que eso quede afectado. No tenemos ningún interés en que dejen de volar los aviones, ni en que la gente tenga que pedir un visado ni en que tengan que cambiar de lugar de residencia", justifican fuentes diplomáticas.

La delegación española está convencida de que en diciembre "se progresará adecuadamente" y se podrán lanzar las negociaciones sobre el futuro. Y en esta segunda fase entrará ya en juego el futuro de Gibraltar, que no se ha discutido durante el divorcio ya que abandonará la UE al mismo tiempo que Reino Unido. Los 27 han dado a España poder de veto en cualquier decisión sobre las relaciones futuras entre la Unión Europea y Gibraltar tras el brexit.

El Gobierno español interpreta que este poder de veto cubre no sólo el futuro acuerdo comercial sino también la fase de transición. "Lo de Gibraltar lo hablamos los británicos y nosotros", señalan las fuentes consultadas. De momento, Londres y Madrid están en una fase de "tanteo", aunque todavía no han entrado en detalles. "La predisposición es buena", aseguran las fuentes.