Madrugada del 23 al 24 de junio de 2016. El entonces líder del Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP), Nigel Farage, se dirige a sus seguidores en Londres para proclamar la victoria del brexit en el referéndum con el escrutinio aún sin terminar. “El amanecer se abre en un Reino Unido independiente”, exclamó. “Que el 23 de junio sea recordado en nuestra historia como el Día de la Independencia”.

Tal vez su celebración fuera precoz, pero el resultado le daría la razón. Reino Unido había votado a favor de abandonar la Unión Europea y Farage había alcanzado por fin la meta que había definido su carrera política. Pero, si bien el líder eurófobo anunció un nuevo amanecer para el país, el referéndum supuso el principio de un ocaso para su partido.

En lo que respecta a UKIP, los últimos doce meses han estado marcados por sucesivos conflictos internos enmarcados dentro de una crisis existencial que ha culminado con la práctica desaparición de la formación tras las elecciones anticipadas de principios de mes. Paul Nuttall, que guió a UKIP a los comicios, dimitió como líder tras conocer que el partido se quedaba fuera del Parlamento. ¿Pero qué ha ocurrido con los votantes de UKIP y cómo ha llegado la formación hasta aquí?

El efecto 'tory'

En las elecciones generales de 2015, UKIP obtuvo sólo uno de los 650 escaños que componen la Cámara de los Comunes del Parlamento británico, pero en el cómputo total de votos quedó como tercera fuerza nacional, con un 12,6% de los sufragios, por delante del Partido Liberal Demócrata.

En los comicios adelantados de este mes, sin embargo, la formación eurófoba obtuvo un 1,8% de las papeletas y perdió su único asiento en Westminster: Clacton. De hecho, sólo hubo una circunscripción en la que no bajó en votos y únicamente superó el umbral del 5% en 40 de ellas. 

El UKIP perdió votos por todo el país. PMC

Los analistas políticos pronosticaban el desplome de UKIP en las elecciones adelantadas dado que la formación había agotado su razón de existir. Bajo el liderazgo de Theresa May, el Partido Conservador se había convertido en el partido del brexit, prometiendo una salida clara de la UE y mano dura con la inmigración. Así, con las encuestas a su favor, los tories lanzaron una campaña ofensiva para expandir su mayoría parlamentaria y comer terreno al Partido Laborista.

Un mes antes de las generales, el Partido de la Independencia de Reino Unido perdió 114 concejales en las elecciones locales de Gran Bretaña, logrando apenas uno. “Somos víctimas de nuestro propio éxito [con el brexit]”, reconocía el líder de la formación. “Si el precio de que Reino Unido salga de la UE es que los tories suban tras haber asumido esta causa patriótica, UKIP está dispuesto a pagarlo”.

Los datos señalan que los conservadores fueron los grandes beneficiarios de la debacle de UKIP, pero eso no fue suficiente para que impedir que Theresa May perdiera su mayoría parlamentaria en favor del laborismo de Jeremy Corbyn.

En general, allí donde crecieron los tories, UKIP se desinfló y, de hecho, el único escaño de la formación eurófoba en Westminster pasó al Partido Conservador. Un análisis del cambio en el porcentaje de voto en 2017 respecto a 2015 por circunscripción sugiere una fuerte relación entre la subida del voto conservador y la caída del voto a UKIP, como indica el siguiente gráfico.

Matthew Goodwin, gurú electoral de la Universidad de Kent, es experto en UKIP y coautor del libro Brexit: Por qué Reino Unido votó por salir de la UE. Para él, está claro que hubo un trasvase de votos del partido morado a los conservadores.

No hay duda de que la mayoría de los votantes de UKIP acabaron apoyando al Partido Conservador. Este flujo crucial ayudó a Theresa May a quedar por encima del 40% en el voto nacional, el mejor porcentaje para los conservadores desde la era de Margaret Thatcher”, afirma a este diario el profesor, que apunta a la postura de May hacia la UE y la inmigración como causas del cambio de lealtades.

Pero el factor brexit no jugó el papel que May esperaba: mientras los conservadores sufrieron derrotas en zonas europeístas, sólo lograron arrebatarle seis circunscripciones euroescépticas al laborismo. Es probable que en algunos de estos escaños euroescépcticos los votantes de UKIP no se fueran en bandada al lado conservador, afirma Goodwin.

Una crisis sin fin

Menos de dos semanas después del referéndum, Farage anunció que se hacía a un lado como líder de UKIP. “Mi propósito en política era sacar a Reino Unido de la UE”, dijo ante las cámaras. “Es imposible que consiga nada más”.

El dirigente eurófobo aseguró que dejaba el partido en una buena posición y que éste debía atraer a los votantes laboristas, tradicionalmente de clase trabajadora. No fue el caso.

En septiembre del año pasado, el partido eligió a Diane James como dirigente, pero a los 18 días dimitió argumentando que carecía de “suficiente autoridad”. Un mes después, un eurodiputado de UKIP noqueaba de un golpe a un compañero de filas porque contemplaba pasarse a los conservadores. Nuttall, considerado un delfín de Farage, tomaría las riendas poco después hasta que el pasado día 9 anunció su dimisión.

En el último año UKIP ha afrontado repetidas deserciones en favor del Partido Conservador. Mark Reckless, uno de los pesos pesados de la formación morada, anunció en televisión hace dos meses que regresaba a los tories, ya que UKIP había cumplido su “objetivo principal”.

Está claro que UKIP necesita un nuevo enfoque, nuevas ideas, nueva energía -y eso está ahí, entre nuestras filas-”, señaló Nuttall tras la derrota en las elecciones anticipadas. “En política la marea a veces viene y a veces va. Pero, aunque puede que la marea esté baja en este momento, estoy seguro de que volveremos”.

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