Soplan vientos favorables para los políticos populistas en Estados Unidos y en Europa. En el ‘Viejo Continente’ todas las miradas están puestas en Alemania, país que ha quedado sacudido por una ola de ataques que ha causado una docena de muertos y medio centenar de heridos. Entre ellos se cuentan dos atentados reivindicados por “soldados” del Estado Islámico (EI) en Baviera.

El pasado 18 de julio, un refugiado afgano fue abatido en Wurzburgo tras herir a cinco personas con un hacha y un cuchillo en un tren. El pasado domingo, un demandante de asilo sirio hirió a otras quince personas tras hacer explotar la bomba que transportaba en la puerta de un festival de música en Ansbach.

Para salir del shock en que ha quedado el país, la canciller Angela Merkel presentaba el jueves un plan de acción de nueve puntos que prevé mano dura en materia de seguridad y de refugiados. Así, la jefa del Gobierno germano cede a las presiones de quienes han pedido medidas de este estilo, como ocurre con la Unión Social Cristiana (CSU), el partido bávaro hermanado a la Unión Cristiano Demócrata (CDU) que lidera la canciller.

A esta formación, los expertos la ven compitiendo con el partido xenófobo Alternativa por Alemania (AfD), la fuerza más crítica con la política de la canciller. Tras los ataques, AfD ha ganado en intención de voto en los sondeos, alcanzando el 12%, lo que supone una clara mejoría. De un tiempo a esta parte la “alternativa” había caído por debajo del 10%.

Según el análisis de expertos como Christian Demuth, politólogo y desde hace tres lustros presidente de Courage, una asociación de lucha contra la extrema derecha en Alemania, no está claro que la última vuelta de tuerca que ha dado Merkel a su la política de seguridad y de refugiados logre frenar a AfD. Entre las ideas de Demuth para luchar contra el populismo figura “no centrar el debate político en los temas” en los que partidos como AfD se siente cómodos, como son los de orden migratorio, de seguridad, cultural o identitario.

René Rieger, investigador asociado en la Universidad de Múnich, piensa que el plan de acción de seguridad de Merkel contiene un elemento populista. “Prometer algo que no se puede cumplir es algo típico del populismo, Merkel dio nueve puntos en su plan, y si bien casi todos se cumplirán, el de deportar más rápido a demandantes de asilo que no consigan el estatus de asilado dudo que se logre”, estima este experto.

“La mayoría de los inmigrantes que llegan por cuestiones de asilo vienen de países a los que no puedes mandar de vuelta, como Siria o Irak”, subraya Rieger. En este sentido, la canciller “puede estar flirteando un poco con el populismo”, opina.

En el ‘Viejo Continente’, partidos etiquetados de populistas como el Frente Nacional (FN) de Francia o el Partido de la Libertad (PVV) de los Países Bajos serían los más votados en unas elecciones, según las encuestas. En el Reino Unido, el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) se apuntaba hace un mes el sonado triunfo del 'leave' en el referéndum sobre el ‘brexit'. En Estados Unidos, Donald Trump ha logrado hacerse con la candidatura a presidente del Partido Republicano.

Con todo, la extrema derecha no tiene el monopolio del populismo, que no se identifica con una ideología, sino con una estrategia para sacar réditos políticos. Según Demuth, Podemos constituye un ejemplo de formación populista perteneciente a la izquierda del espectro político. En este sentido, Takis Pappas, profesor de la Universidad de Macedonia (Grecia) y coautor del libro European Populism in the Shadow of the Great Recession (Ed. ECPR Press, 2015) – “Populismo europeo en la sombra de la Gran Recesión” –, considera que son partidos como Syriza en Grecia o Podemos en España los que más se identifican con el populismo.

“Reivindicándose del pueblo, esos partidos buscan crear una nueva legitimidad”, dice Pappas. “Partidos como el PVV o AfD son en realidad partidos nativistas, más nacionalistas y conservadores que populistas”, añade.

Populismo como peligro para la democracia

Demuth, que formuló junto con otros expertos sus recomendaciones en una reciente conferencia celebrada en la sede berlinesa de la en la Fundación Friedrich-Ebert bajo el título “Política y credibilidad: cómo los actores políticos pueden ganarse de nuevo la confianza de los ciudadanos”, recuerda que los populistas oponen un concepto de “pueblo” a la “casta política” o a otros colectivos, países o instituciones.

Según él, el populismo sigue una lógica “antidemocrática y antipluralista” pues resta derechos a quienes no se identifican con esa idea del pueblo - “la gente”, en terminología podemita. “Podemos es un movimiento populista como también lo es el Movimiento 5 Estrellas en Italia”, estima Demuth. Su peligrosidad para la democracia española “depende de cómo evolucione, si Podemos se instala en la crítica, si no es incluyente, si se queda en la lógica populista incluso en caso de llegar al Gobierno; de ocurrir eso, entonces se convertiría en un enemigo de la democracia”, explica Demuth.

En Podemos no niegan que sean "populistas", sino que lo admiten, pero sin el sentido peyorativo que suele acompañar a este término. Uno de los principales teóricos y dirigentes del partido morado es Íñigo Errejón, que siempre defiende las "tesis populistas" del politólogo argentino Ernesto Laclau. De hecho, el número dos de Podemos publicó un libro titulado precisamente "Construir pueblo" y escrito a cuatro manos con Chantal Mouffe, viuda de Laclau. En la obra, que recoge las bases teóricas de Podemos, Errejón y Mouffe hablan de construir nuevas identidades políticas que superen la vieja dicotomía entre derecha e izquierda. Se trata de identidades más transversales. No por casualidad, en sus discursos y propuestas el propio Pablo Iglesias, Errejón y sus correligionarios hablan de "construir pueblo" o "construir patria".

Utilizar la emoción en política

Leonard Novy, profesor del Instituto para los Medios de Comunicación y la Comunicación Política de Berlín, constata que el día a día de los políticos tradicionales les ha hecho olvidarse de la emoción. “Los partidos tradicionales son víctimas de usar márquetin político, centrándose en crear argumentos buenos para determinados sectores de la población, usando demasiado poco la emoción en política”, apunta Novy a este periódico.

Con él coincide Demuth, quien está convencido de que los partidos “han de ofrecer ofertas emocionales y no sólo elaborar documentos con propuestas políticas inteligentes”. Según Novy, los populistas están prácticamente “monopolizando” las emociones en política.

Reformarse y tender la mano a los jóvenes

Frente al tirón electoral de los populistas, Frank Decker, politólogo de la Universidad de Bonn, invita a los partidos mainstream a reformarse. “Los partidos tradicionales necesitan reformas para fortalecer de nuevo sus raíces en la sociedad, porque se han debilitado mucho”, dice este experto.

“Cuando uno mira el comportamiento de los jóvenes activos en cuestiones políticas, ya no acuden a los partidos, pues, por lo general, van a asociaciones con fines específicos, por ejemplo, de defensa del medioambiente, como Greenpeace”, agrega. Decker estima que los partidos harían bien en acercarse a esas organizaciones para evitar aislarse.

Enfrentar al populismo con el pueblo

En Alemania, se ha debatido mucho sobre si han de estar presentes en los platós de televisión los responsables de AfD dando sus opiniones en tertulias políticas o de actualidad. Demuth, en este tema, apunta que sería más útil para enfrentarse al discurso populista oponer las opiniones del representante del partido islamófobo a las de, por ejemplo, “una limpiadora o un empleado de la construcción” que no piense necesariamente como un votante de ultraderecha.

Porque, según Demuth, el pueblo no sólo es lo que en AfD dicen que es “el pueblo”. En las elecciones regionales de marzo, AfD consiguió muy buenos resultados entre desempleados y personas de clase trabajadora en Sajonia-Anhalt y en Baden-Wurtemberg. Pero, incluso allí, estos colectivos representaron un 33% en Sajonia-Anhalt y un 30% en Baden-Wurtemberg del total de votantes de la “alternativa”.

Considerar los miedos de la población, entre otras medidas

Demuth, el responsable de la asociación Courage, se atreve a presentar una batería de medidas antipopulistas, entre las que se encuentran el no evitar el “compartir las mismas opiniones en algunas cuestiones” con los partidos populistas.

También figuran en esa lista, no hacer piña para aislar políticamente a los populistas, algo que éstos pueden explotar haciéndose pasar por víctimas, “tomarse en serio los miedos de la población” y “evitar reaccionar a cada cosa que digan los populistas”.

“Los partidos mainstream no deberían tratar de jugar la carta de populismo, porque sus electores lo notarían en seguida, con dudosos resultados”, dice a este periódico Julia Maas, otra de las expertas reunidas en la conferencia de la Fundación Friedrich-Ebert en calidad de líder nacional de las juventudes del Partido Socialdemócrata (SPD).

Desconfiar de la democracia directa

Devolver el poder de decisión al pueblo es otra de las promesas típicas de las formaciones populistas. Así, por ejemplo, el FN y el PVV, al igual que fuerzas como el Partido Popular Danés o los partidos italianos Movimiento 5 estrellas y la Liga Norte, se pronunciaron inmediatamente después de conocerse el resultado sobre el 'brexit' a favor de realizar este tipo de consultas.

Decker, el profesor de la Universidad de Bonn, duda de que sea aconsejable recurrir a ejercicios de democracia directa como ese. “A veces pensamos que modelos políticos, como el suizo, donde hay muchos referéndums, funciona en otros países, pero no creo que sea así”, dice este politólogo.

Ojo con la diversidad de partidos

Que exista gran diversidad de partidos representados en el Parlamento no tiene por qué ser una buena noticia para la calidad de vida de una democracia liberal. Al menos así lo cree Decker, que apunta a la dificultad de gobernar  naciones como los Países Bajos. La Cámara Baja allí dispone de once formaciones.

El gobierno liberal-conservador holandés del popular Mark Rutte, que dirige un gabinete en manos de los partidos Llamada Democristiana y Partido Popular por la Libertad y la Democracia, depende, en última instancia, de la tolerancia de la formación populista del PVV que lidera Wert Wilders y que cuenta con quince diputados. “Cuanto mayor es el número de partidos en el Parlamento, más difícil es alcanzar coaliciones”, concluye Decker.

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