La expresión “lo logramos” de Angela Merkel ya no sólo significa el que Alemania tenga éxito en la acogida y la integración de más de un millón de refugiados venidos al país en 2015. Al menos no lo parece después de que el jueves la canciller presentara en Berlín en su encuentro anual con la prensa un plan en materia de seguridad con el acento puesto en la lucha antiterrorista y que pretende, entre otras cosas, fortalecer el mecanismo de deportación de aquellos demandantes de asilo a los que las autoridades germanas deciden no conceder el estatus de refugiados.

La presentación de dicho plan fue la reacción de la canciller a la ola de ataques que en las últimas dos semanas ha sacudido Alemania, particularmente al estado federado de Baviera (sur germano). Allí 12 personas murieron y otras 47 resultaron heridas en dos atentados terroristas perpetrados por dos demandantes de asilo autodenominados “soldados” del Estado Islámico y en un tiroteo protagonizado por joven germano-iraní en Múnich fascinado por las matanzas y el odio racial.

En ese último ataque perdieron la vida diez personas – incluido el tirador – y otras 27 fueron heridas. En este contexto, la canciller señaló el jueves que Alemania está “en una lucha o en una guerra con el [grupo terrorista] Estados Islámico”. “Hay una lucha contra terroristas, pero no estamos en ninguna guerra contra el islam”, precisó la jefa del Gobierno germano.

El plan esbozado por Merkel, desprovisto de datos de financiación y otros números a día de hoy, incluye ideas sin concretar como la creación de un “sistema de alerta para detectar y evitar ataques”, la “expansión de personal” en el área de seguridad, avanzar con mayor rapidez en la puesta en marcha de una agencia de seguridad para el análisis de datos en internet (ZITIS), además de plantear trabajo conjunto en materia antiterrorista de Ejército y Policía o intensificar la cooperación con países aliados como Estados Unidos y el resto de socios de la Unión Europea.

“El plan de Merkel es, sobre todo, una continuación de políticas previas puestas en coordinación con su política de refugiados”, estima René Rieger, experto en terrorismo islamista e investigador asociado en la Universidad de Múnich.

Pero la canciller ha anunciado que reforzará el sistema de “repatriación de los demandantes de asilo”. Esa voluntad está directamente relacionada con los sangrientos días vividos en Baviera. El pasado domingo un demandante de asilo sirio cuya solicitud para ser refugiado en Alemania fue denegada hizo estallar la carga explosiva que transportaba en una mochila en la entrada de un festival de música en la pequeña ciudad bávara de Ansbach, causando su propia muerte y heridas a quince personas.

Apenas una semana antes, el pasado 18 de julio, un demandante de asilo afgano atacó armado de un hacha y un cuchillo a los pasajeros de un tren hiriendo a cinco personas en Wurzburgo.

La rebaja de las barreras para la repatriación de los demandantes de asilo que no reciban el estatus de refugiado de la que habló Merkel en Berlín implica cooperar más con determinados países de origen de los aspirantes a refugiados, entre ellos, Afganistán.

MERKEL CEDE A LA PRESIÓN

Desde la Unión Social Cristiana (CSU), partido bávaro al que está hermanada la Unión Cristiano Demócrata (CDU) que lidera Merkel, ya se lanzó otro plan el martes basado en la ampliación del número de policías en Baviera, controles más estrictos en las fronteras y, entre otras cosas, las repatriaciones más rápidas para los refugiados que delincan. En esto precisamente parece alinearse ahora la canciller.

“La reacción de Merkel fue muy típica, muy estructurada, con poca emoción”, pero “muy similar a la que podría haber propuesto la CSU” en términos de contenido, dice a EL ESPAÑOL Christine Strassmaier, experta en terrorismo y seguridad del Grupo de Investigación sobre Oriente Medio y Asuntos Internacionales (MEIA, por sus siglas inglesas), un centro ubicado en Múnich. A su entender, la canciller optó por ceder a la presión que le llegaba desde Baviera. “De no haberlo hecho así, los electores potenciales de la CSU irían a Alternativa para Alemania (AfD)”, agrega Strassmaier.

En este contexto, el partido de ultraderecha AfD ha renovado el empuje de sus críticas a la política migratoria del Gobierno tras los atentados de Wurzburgo y Ansbach, después de los ataques de Múnich y del asesinato con arma blanca el pasado domingo de una mujer a manos de un refugiado sirio en lo que parece fue un crimen pasional que dejó a otras cinco personas heridas en la ciudad de Reutlingen, en el estado federal de Baden-Wurtemberg (suroeste germano). “Por razones de seguridad, no podemos permitirnos que más musulmanes lleguen a Alemania sin control”, ha llegado a afirmar Alexander Gauland, vicepresidente de AfD.

Que el plan de Merkel presentado el jueves se convierta en medidas concretas es algo de lo que duda Rieger, el investigador asociado en la Universidad de Múnich. “El Gobierno puede que intente deportar a los demandantes de asilo más rápido en el futuro”, pero “la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, las posiciones de los países de origen de muchos refugiados y las dificultades logísticas siguen ahí”, dice Rieger a este periódico. A nivel logístico, precisamente, “las autoridades bávaras están desbordadas en la gestión de los refugiados, y esto conlleva que no se pueda cumplir mucho de lo que se promete”, abunda por su parte Strassmaier.

VUELTA DE TUERCA A LA POLÍTICA DE REFUGIADOS

Aunque de momento resulte retórica, Merkel ha dado una vuelta de tuerca a su política de refugiados. Ésta, de hecho, empezó a enseñar ostensiblemente la puerta de salida a los demandantes de asilo a través de medidas concretas desde las agresiones sexuales y robos masivos a mujeres a manos de individuos mayoritariamente de origen inmigrante registrados la pasada Nochevieja en varias ciudades germanas, especialmente en Colonia (oeste germano).

Entre esas medidas ya figuraba la deportación de los refugiados que delincan, la limitación de la reunificación familiar – cuando no la suspensión durante dos años si no se cuenta con el estatus de refugiados pero sí se goza de otro tipo de protección humanitaria –, hacer que los refugiados paguen parte de sus cursos de integración o la consideración de Marruecos, Túnez, Turquía o Afganistán como países “seguros”.

“En realidad, desde aquel mes de septiembre [de 2015] en el que puso en marcha su política de puertas abiertas, Merkel ha ido cambiando su posición, reduciendo esa política relajada cada vez más”, concluye Strassmaier.

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