La junta militar de Birmania aceptó este miércoles el alto el fuego de carácter temporal que varios de los grupos armados con los que libra desde hace cuatro años una cruenta guerra civil ofrecieron a los uniformados después del terremoto de magnitud 7,7 en la escala Richter que sacudió el pasado viernes el corazón del país y la vecina Tailandia.
Según el boletín informativo de la cadena estatal MRTV, el Tatmadaw decretó a través de un comunicado el inicio de una tregua “en beneficio de la paz y la estabilidad” que, en principio, se prolongará hasta el próximo 22 de abril. Veinte días para responder a una catástrofe humanitaria agravada por el mayor seísmo del siglo, que se ha cobrado la vida de cerca de 3.000 personas y ha afectado directamente a más de ocho millones y medio, según el recuento de la oposición birmana.
La incógnita será saber si las partes respetarán el cese de las hostilidades. “En realidad, no se puede confiar en la junta. Los militares han roto el alto el fuego en el pasado”, lamenta la analista Kerstin Duell en conversación con EL ESPAÑOL. “Además, la junta tiene un historial de bloqueo activo de la ayuda, restricción del acceso humanitario, limitación de las rutas comerciales y ataques contra los trabajadores humanitarios, lo que agrava aún más una crisis ya de por sí grave”.
En este sentido, el régimen militar de Min Aung Hlaing, autor del golpe de Estado de febrero de 2021 que desembocó en el conflicto civil en curso, amenaza con contraatacar a las milicias que violen los términos de la tregua. Una tregua que el propio Min Aung Hlaing había descartado sólo 24 horas antes para dar continuidad a las “operaciones defensivas” contra los grupos étnicos armados, que habían solicitado, en sintonía con las organizaciones humanitarias, detener los ataques para agilizar las labores de rescate.
La junta justificó su negativa inicial alegando que las milicias utilizarían el alto el fuego para reorganizarse, y de hecho “lanzó ataques aéreos inmediatamente después del terremoto en varias regiones, incluida la golpeada Sagaing, epicentro del seísmo”, subraya Duell. El cambio de opinión responde, según recoge el comunicado castrense, a sus intenciones de “mostrar compasión y comprensión a las personas afectadas por el terremoto y agilizar las labores de socorro y rehabilitación”.
Los de Min Aung Hlaing advierten, no obstante, de que responderán en caso de que los grupos armados ataquen “las líneas de comunicación civiles, bases militares y cuarteles generales, o si se lleva a cabo una expansión territorial”.
Después de cuatro años de guerra civil, los uniformados controlan menos de la mitad del país, pero mantienen bajo su poder la capital, Naipyidó, y el respaldo de aliados poderosos en la región como India, China y Rusia.
“Las catástrofes naturales ya plantean desafíos a países bien organizados como la vecina Tailandia. En Birmania, los militares bombardean y matan activamente a su propia población, destruyen u ocupan sistemáticamente hospitales, sabotean los esfuerzos humanitarios internacionales, empujan a más de la mitad de la población a la pobreza y provocan una grave crisis alimentaria”, denuncia Duell.