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Las claves

Cuando todo parecía ir en una dirección de acuerdo con Ucrania y en vísperas de la visita de Volodímir Zelenski a la Casa Blanca de este viernes, Donald Trump sorprendió a todos con un nuevo giro de guion. A primera hora del jueves anunció una llamada con Vladímir Putin sin especificar el motivo; llamada que duró algo más de dos horas y que acabó con la invitación a una nueva cumbre entre los dos líderes en Budapest, con su mutuo amigo Viktor Orbán como anfitrión.

Trump calificó la conversación de "productiva", aunque el Kremlin aún no ha dejado saber si Putin piensa aceptar o no la invitación. Es de suponer que el principal tema de conversación fue la entrega de sistemas de misiles Tomahawk a Ucrania, algo que Zelenski lleva tiempo pidiendo.

Aunque Moscú ha dejado claro que el uso de este tipo de misiles en suelo ruso sería una "escalada dramática" del conflicto, pues tienen un alcance muy superior a los Himars o incluso los Atacms, Trump últimamente ha coqueteado públicamente con aceptar la petición ucraniana.

Sin embargo, tras la conversación con su homólogo ruso, el mandatario republicano parece haber rebajado las expectativas: "Necesitamos Tomahawks para EEUU también. Tenemos muchos, pero los necesitamos. No podemos agotar [el arsenal de] nuestro país".

Según informa la prensa estadounidense, la anterior cumbre, celebrada en Alaska, marcó un antes y un después en las relaciones entre ambos líderes. Trump se mostró muy descontento con la actitud de Putin y su negativa a sentarse en una mesa a tres con él y con Zelenski. Hay que recordar que Trump llegó a organizar una extrañísima reunión, con rueda de prensa incluida, con los grandes líderes europeos en la que dicho encuentro se daba por hecho. Sacó pecho por ello y los rusos, al final, se echaron para atrás.

Durante todo este tiempo, y más aún después del éxito de las negociaciones con Israel y Hamás del último mes, el presidente norteamericano ha estado pensando en cómo hacer volver a Putin a la senda de la negociación… y ha entendido que habrá de ser mediante la fuerza y la disuasión y no la lisonjería. Trump lleva tiempo repitiendo lo mal que le va a Rusia en la guerra, el inmenso coraje de Ucrania y tomando parte públicamente por el bando de Zelenski, con amenazas de sanciones económicas a China y la India por importar gas y petróleo rusos.

Paz a través de la fuerza

Sin embargo, las palabras se las lleva el viento y lo que cuenta son los hechos. Si la obsesión de la Administración Biden era evitar acorralar a Putin por miedo a que utilizara armas nucleares —así lo han afirmado Bob Woodward y Jim Sciutto en sus respectivos libros—, Trump ha optado por ver el envite y poner las armas sobre la mesa.

Es curioso que un Gobierno aupado por el movimiento MAGA bajo la premisa de la no intromisión en guerras ajenas y que acusaba precisamente a Biden de haber puesto al mundo al borde de la guerra nuclear haya optado por este enfoque, pero la coherencia nunca ha sido el punto fuerte del millonario neoyorquino.

Aparte, este mensaje aislacionista se juntaba con el eslogan "la paz a través de la fuerza", con el que se pretendía escenificar el regreso de Estados Unidos como primera potencia internacional, algo a lo que parecía haber renunciado en los últimos años. El mismo hombre que intentó salirse de la OTAN en su anterior mandato, según afirmó John Bolton, su por entonces consejero de Seguridad Nacional y hoy caído en desgracia para el trumpismo, ahora pide inversiones millonarias en defensa, crea un Departamento de Guerra, bombardea Irán, ejerce presión sobre Israel y amenaza con Tomahawk a Rusia.

Está por ver cómo se habrá tomado la llamada Zelenski, que ya ha criticado anteriormente que Trump se empeñe en reintegrar a Putin en la normalidad diplomática. El líder ucraniano ha viajado a Washington con la esperanza de salir con un acuerdo cerrado sobre la venta de armas y no parece que ahora vaya a ser posible. Sí puede conseguir un trato amable, una rueda de prensa posterior en la que Trump le muestre todo su apoyo y un buen montón de palabras de ánimo. Difícilmente, nada más hasta que Putin se pronuncie sobre la invitación.

Nuevo pulso a la Unión Europea

El hecho de que la reunión se produzca en Budapest es también un gesto de desprecio de Trump hacia sus socios europeos. La diplomacia estadounidense debe saber que Putin tiene prohibida la entrada en territorio de la Unión Europea, aparte de que pesa sobre él una orden de busca y captura por parte del Tribunal Penal Internacional. Lo segundo, en realidad, a Estados Unidos le da igual, pues no reconoce la autoridad de dicho tribunal, pero lo primero, si no se ha consensuado, sí puede tener consecuencias.

Los países europeos han aceptado hasta ahora sin rechistar la ascendencia estadounidense y probablemente sientan que no se merecen un gesto así: han prometido aumentar su gasto en defensa, han llegado a un acuerdo sobre aranceles que no les es beneficioso, han hecho de claque en los actos de propaganda de la Casa Blanca y de Sharm el Sheij. Han callado cada vez que Trump insultaba a Biden, con el que todos han mantenido relaciones cordialísimas, y no se han manifestado respecto a la deriva autoritaria que se está viendo en la política interior norteamericana.

Todo esto, ya hemos dicho, sin conseguir demasiado a cambio. Es de entender que Orbán se ha ofrecido en primera persona para saltarse las sanciones que han aprobado los demás miembros, y eso coloca a Hungría en una posición aún más incómoda dentro de la Unión. Habrá que ver qué posición toma Bruselas en caso de que la visita se confirme. Es de prever que se muestren "profundamente preocupados" al respecto.

Sea como fuere, lo importante es que ahora mismo la inteligencia militar sigue fluyendo desde Estados Unidos a Ucrania y que Washington se plantea la posibilidad de autorizar los ataques con armas propias sobre centrales energéticas, bases aéreas y la enorme fábrica de drones de Alábuga, en Tartaristán. Aunque no hubiera un acuerdo sobre los Tomahawk, sí lo hay sobre los ERAM, misiles también de larga distancia que pueden atacar el corazón de Rusia. Es la manera de Trump de decirle a Putin: "O llegas a un acuerdo o esto es lo que te espera". Veamos cómo responde el líder ruso.