Las cosas andan regular en la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos. Y es que, al parecer, un tercio de los puestos de responsabilidad dentro de la agencia federal encargada de monitorizar las cifras del paro se encuentran vacantes.
La sangría de personal se aceleró hace algunos meses cuando, aprovechando las ofertas de renuncia lanzadas desde la Casa Blanca para reducir el número de funcionarios federales, un buen puñado de empleados de alto nivel –en su mayoría veteranos con años de experiencia– optó por acogerse al citado paquete de compensaciones y marcharse de allí. ¿Su destino? En algunos casos la (pre)jubilación y en otros el sector privado.
Además, según ha explicado esta semana Erica Groshen, la persona que dirigió la agencia federal durante el segundo mandato de Barack Obama y alguien que sigue muy de cerca sus vaivenes, hay un problema añadido. ¿Cuál? Pues que, en paralelo a todo lo anterior, resulta que también se están marchando trabajadores ‘de base’.
Es decir: según Bloomberg en los últimos meses la Oficina de Estadísticas Laborales ha perdido el 20% de una plantilla que, hoy por hoy, ronda los 2.000 funcionarios.
En relación a esos trabajadores ‘de base’ urge –dice Groshen– cortar el éxodo, volver a llenar esos huecos sin los cuales no se puede monitorizar el mercado laboral estadounidense y, en última instancia, ampliar plantilla. Pero para realizar todo eso primero habría que cubrir, claro, los puestos de responsabilidad que se han quedado vacantes.
“Sin líderes no se toman decisiones clave o de contratación”, ha sentenciado.
La brújula de la economía
La tarea principal de la BLS, que es como se conoce en inglés a la Oficina de Estadísticas Laborales, no es otra que recopilar, procesar, analizar y difundir datos estadísticos sobre la actividad del mercado laboral, sus condiciones, la variación de precios y la productividad.
Dicho de otro modo: es la agencia estatal encargada de proporcionar una información económica esencial a la hora de respaldar la toma de decisiones tanto en el ámbito público –Congreso, cámaras legislativas estatales, etcétera– como en el privado.
Por eso la serie de estadísticas mensuales que publica –informando de la tasa de desempleo, de las ganancias promedio por hora, de las vacantes en diferentes tramos de la pirámide laboral, de la rotación– suele trascender la prensa especializada y alcanza, en ocasiones, la portada de diarios generalistas como el New York Times o el Wall Street Journal.
Los números que emite afectan, en fin, a decenas de millones de personas.
El despido de McEntarfer
La desbandada que sufre la Oficina de Estadísticas Laborales recibió un gran espaldarazo a comienzos de agosto. Fue cuando Donald Trump ordenó el despido de su responsable tras la publicación de un informe que reflejaba unos datos de empleo peores de lo que esperaba la Casa Blanca.
En aquel momento Trump justificó el despido alegando que Erika McEntarfer, la persona a cargo de la agencia estatal hasta entonces, habría “falsificado” los datos del informe para dejarle en mal lugar.
Es decir: el presidente de Estados Unidos acusó a la entonces responsable de la Oficina de Estadísticas Laborales de manipular los números para perjudicar su mandato y beneficiario al Partido Demócrata. Una acusación que, como en otras ocasiones, no vino acompañada de ninguna prueba.
De hecho, McEntarfer fue confirmada en el puesto año y medio antes gracias al voto de decenas de senadores de ambos partidos, incluido el del actual vicepresidente JD Vance y el de Marco Rubio, actual secretario de Estado. Dicho de otro modo: hasta este verano McEntarfer parecía contar con la confianza de (casi) todo el espectro político.
Su despido hizo que un sinfín de expertos elevara una queja diciendo que la Oficina de Estadísticas Laborales es una de las instituciones más independientes que existen y que politizarla acarreará consecuencias graves como, por ejemplo, la pérdida de confianza en sus informes.
No todo empieza con Trump
Sin embargo, hay quien al calor de todas estas noticias ha explicado que la deriva de la Oficina de Estadísticas Laborales no comenzó hace unos meses. O sea: no empezó con la llegada de Trump al poder. El actual Gobierno puede haber agravado la situación, pero el origen de los problemas parece ser anterior a su toma de posesión.
“Quienes ahora señalan con el dedo son los mismos que se han quejado constantemente de la falta de recursos durante años sin hacer ningún esfuerzo por mejorar la situación”, ha dicho Courtney Parella, la portavoz del Departamento de Trabajo, o sea de la entidad que supervisa la BLS, en alusión al Partido Demócrata y, en concreto, a la presidencia de Joe Biden.
En cualquier caso, si la economía de Estados Unidos empieza a operar sobre un conocimiento institucional menos riguroso de lo habitual, y si a eso se le suma la terminación por parte de Trump de los comités asesores que la asisten, nadie tiene muy claro de dónde surgirá el próximo conjunto de directivas para proteger y mejorar los datos económicos de la primera economía del mundo. Y nadie sabe, tampoco, si serán fiables.
