El presidente Donald Trump ha publicado en su propia plataforma —Truth Social—que "es muy difícil, si no imposible, ganar una guerra sin atacar al país invasor". Es decir: invita a Ucrania a golpear a Rusia de la misma manera que la sufre.
"Es como un gran equipo deportivo que tiene una defensa fantástica, pero no se le permite atacar —ha comentado—. ¡No hay posibilidad de ganar! Es lo mismo con Ucrania y Rusia".
La reacción coincide con tres hechos.
Uno es el bombardeo ruso de una fábrica estadounidense en el oeste de Ucrania.
Otro es el desprecio del Kremlin a las ofertas de negociación planteadas por Washington y Kyiv, respondidas con propuestas inaceptables como celebrar la reunión en Moscú o aceptar a los invasores como garantes de la seguridad del país, comunicada por el diplomático Serguéi Lavrov.
Tampoco los puntos de entendimiento en Alaska —exclusiva de la agencia Reuters— eran ilusionantes para los ucranianos. Que entregara la región oriental del Donbás. Que renunciara a la OTAN. Que regresara a la esfera de influencia rusa, como Bielorrusia. Y que rechazara la presencia de tropas occidentales en su territorio.
El tercer hecho es el mayor ataque de drones y misiles contra la población civil desde julio, menos de una semana después de tenderle la alfombra roja a Putin en Estados Unidos para pactar las bases de un acuerdo de paz.
La reacción en Truth Social insiste en atribuir al anterior presidente sus fracasos diplomáticos para detener la guerra. "El corrupto e incompetente Joe Biden no dejó que Ucrania contraatacara, solo que se defendiera", sostiene. "¿Cómo le salió eso? En cualquier caso, esta es una guerra que jamás habría ocurrido si yo fuera presidente".
Lo más curioso es que, cuando Biden autorizó a finales de 2024 que los ucranianos lanzaran misiles de largo alcance para atacar objetivos militares dentro de Rusia, Trump se opuso. Dijo que era "una estupidez" y "un grave error". Que "enviar misiles cientos de kilómetros dentro de Rusia" era "intensificar esta guerra y empeorarla".
Un bombardeo simbólico
La planta estadounidense alcanzada está ubicada en Mukáchevo, en la región de Transcarpatia, a apenas unos kilómetros de la frontera con la Unión Europea.
El impacto de dos proyectiles Kalibr destruyó parte de la factoría, dedicada a la producción de componentes electrónicos y artículos de consumo.
Según las autoridades locales, unos 600 trabajadores se encontraban dentro de las instalaciones en el momento del ataque. La rápida evacuación hacia los refugios internos evitó víctimas mortales, aunque 15 personas resultaron heridas. El incendio posterior mantuvo ocupados durante horas a los equipos de emergencias.
El alcalde, Andrii Baloha, ha confirmado que la empresa da empleo a miles de vecinos de la zona y que su destrucción supone un duro golpe para la economía regional.
El ministro de Exteriores ucraniano, Andrii Sybiha, ha denunciado que se trataba de un objetivo "plenamente civil, sin ninguna vinculación con la defensa". Y ha recordado que no era la primera vez que intereses empresariales estadounidenses eran alcanzados: las oficinas de Boeing en Kyiv también fueron atacadas.
Volodímir Zelenski se ha sumado a las condenas y ha calificado el bombardeo como un intento de "destruir un enclave industrial clave en el extremo occidental del país". Para el presidente ucraniano, el ataque ilustra que "las fábricas dedicadas a bienes cotidianos son un objetivo para Rusia".
La historia de un comentario privado
El Financial Times ya reveló en julio que Trump alentó en privado a Zelenski a intensificar los ataques en profundidad contra territorio ruso.
Según fuentes conocedoras de la conversación, le llegó a preguntar si Ucrania sería capaz de golpear Moscú o incluso San Petersburgo. Zelenski respondió que sí, siempre que Washington le entregase sus misiles.
El diálogo supuso un giro respecto al discurso habitual de Trump. Fue la primera vez en la que se le conoció que pensaba en "hacer sentir el dolor" a Rusia para que se siente a negociar. Los misiles, en cualquier caso, nunca llegaron a Ucrania. Sí las presiones para que acepte una paz sin garantías de seguridad.
