Nueva York

Cassidy Jacqueline Hutchinson soñaba con ser periodista, tal y como reconocía ella misma la última vez que actualizó su perfil en Twitter, hace ya una década. Poco se imaginaba entonces que su salto a los medios sería delante de la cámara, aunque no como presentadora del telediario de alguna cadena de televisión local sino como la protagonista de uno de los mayores ´bombazos´ informativos de la historia moderna.

Hutchinson apuntaba maneras ya desde su época como estudiante en Hopewell Valley Central High School, en los suburbios de Nueva Jersey. Alumna brillante y estrella del equipo de atletismo femenino del instituto público de Pennington, Hutchinson se estrenó en el servicio público trabajando de voluntaria para el Comité Asesor Juvenil del Municipio de Hopewell. Su labor no pasó desapercibida; sus “esfuerzos excepcionales” le valieron el Premio del Alcalde del Municipio de Hopewell por Contribuciones Cívicas Sobresalientes.

“Me he fijado una meta personal para seguir un camino de importancia cívica”. Así explicaba una Hutchinson adolescente al periódico local su decisión de estudiar Ciencias Políticas. Acaba de convertirse en la primera de su familia en ir a la universidad.

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Mientras asistía a clase en una de las mejores universidades públicas del país, la Christopher Newport en Virginia, Hutchinson trabajó como becaria del senador republicano Ted Cruz y del que fuera el representante de la minoría republicana en el Senado, Steve Scalise.

Recién licenciada, se incorporó a la Oficina de Asuntos Legislativos de la Casa Blanca, donde arrancó su ascenso meteórico en el gobierno de Donald Trump. Apenas un año después, en marzo de 2020, Hutchinson entraría en el círculo de confianza del expresidente de la mano de su jefe de gabinete, Mark Meadows, primero en calidad de asistente personal y más adelante como asistente especial de Donald Trump en materia de asuntos legislativos.

De protegida a delatora

Apenas dos años después de graduarse, Hutchinson presenciaba como Trump pagaba su enfado con su fiscal general – que refutó tajantemente sus elucubraciones sobre un supuesto robo electoral – estampando su plato de comida contra una de las paredes del Despacho Oval.

Días más tarde, mientras vivía en primera persona “como desfiguraban el edificio del Capitolio por una mentira”, la asistente especial del expresidente empezó a plantearse su propia postura respecto a la negativa de Trump de reconocer la victoria electoral de Joe Biden. Así lo relató al testificar por sorpresa el martes, en una audiencia convocada a la carrera por la comisión del Congreso que investiga el asalto al Capitolio.

La antigua secretaria personal de Meadows, quien entró en el servicio público para “mantener la prosperidad y la excelencia estadounidenses” describió su disgusto con el presidente, ofreciendo un “testimonio demoledor” que ha sembrado el pánico entre los aliados de Trump y le ha costado a Hutchinson insultos y ataques en público por parte del expresidente.

Siguiendo una estrategia similar a la que utilizó el año pasado para desmarcarse de su antiguo colaborador, el financiero caído en desgracia Jeffrey Epstein, el expresidente se apresuró a desprestigiar a su antigua asistente.

"Apenas sé quién es esta persona, Cassidy Hutchinson, aparte de que escuché cosas muy negativas sobre ella (es una farsante total y una soplona)..." Trump hacía uso de Truth, la red social de su propiedad, para desmerecer el testimonio de Hutchinson. Mientras, la otrora niña bonita de la Casa Blanca, no escatimaba en detalles a la hora de relatar como presenció cómo Trump se abalanzaba sobre el conductor de su limusina presidencial para tratar de hacerse con el volante en un último esfuerzo por llegar al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021.

Cargos por lo penal



Hutchinson describió con profusión de detalles cómo Trump y su jefe de personal fueron advertidos de que el ambiente se estaba volviendo cada vez más violento en los alrededores del Capitolio y que sabían que varios de los asistentes habían acudido armados a la manifestación. Esa misma mañana, los expertos en seguridad le dijeron al expresidente que les confiscarían las armas a algunos de los seguidores que planeaban asistir a su mitin.

Más tarde, cuando Trump y su equipo estaban ya en Ellipse, el gran jardín ovalado al sur de la Casa Blanca, a punto de dar su discurso, Trump ordenó a gritos a su personal que quitara los detectores de metales instalados en las inmediaciones porque esa gente "no está aquí para hacerme daño". “Me importa una mierda que tengan armas", añadió Trump, según testificó Hutchinson.

El testimonio de Hutchinson ha supuesto un giro radical en la investigación de la comisión especial del Congreso. El comité del 6 de enero no tiene poder para presentar cargos penales contra Trump o cualquier otra persona, aunque gracias a la declaración de la ex secretaria de Meadows, el grupo liderado por Ben Thompson y Liz Cheney podría emitir una remisión penal al Departamento de Justicia para que tome cartas en el asunto. A este respecto, el fiscal general Merrick Garland ya ha dicho en declaraciones a medios de comunicación que “los fiscales federales están observando las audiencias”.

"Esto es una bomba. Es impresionante. Es impactante. La historia de 'La Bestia'... no tengo palabras. Es simplemente impresionante", dijo un asesor de Trump a CNN, refiriéndose al relato de Hutchinson sobre Trump y su intento de conducir la limusina presidencial.

“Esto pinta una imagen de un Trump completamente desquiciado y perdiendo todo el control, algo que va en contra de lo que piensa su base de seguidores, que piensan en él como alguien que está al mando en todo momento”, añadió la misma fuente, que ha preferido mantener el anonimato. Este asesor de Trump desveló además que estaba en un chat de texto grupal con varios asistentes y aliados de Trump mientras se desarrollaba la audiencia: “Por primera vez desde que comenzaron las audiencias, nadie descarta nada; nadie se lo está tomando a la ligera".

Por su parte, Hutchinson no ha querido esperar a que el comité del Congreso tome una decisión y se ha apresurado a blindarse de cara a posibles problemas legales. El primer paso fue despedir a su antiguo abogado, Stefan Passantino, quien se dice sigue manteniendo vínculos estrechos con Trump tras haber dirigido el departamento de ética legal de la Casa Blanca, y contratar a Jody Hunt del bufete Alston Bird.

Cabe destacar que Hunt es un ex abogado del Departamento de Justicia. Muy cercano al exfiscal general Jeff Sessions, quien también formó parte del ejecutivo de Trump hasta que osó llevarle la contraria y refutar las alusiones del expresidente de la supuesta injerencia de Rusia en las elecciones de 2018.