Washington DC

Barack Obama se marchará en pocas horas. Llegó a la Casa Blanca envuelto en el simbolismo que representaba ser el primer presidente negro de un país como EEUU, con una larga historia de racismo a sus espaldas. Su idealismo, compromiso y dotes innatas para la comunicación pública le sirvieron para movilizar al electorado más joven y a las minorías al grito de "Yes, we can".

Ocho años después, deja el Despacho Oval con la satisfacción de haber cumplido muchos de los retos que se planteó, como la extensión de la sanidad a los más pobres, el reconocimiento legal al colectivo LGTB, o la recuperación de la economía, logros -en algunos casos- quizá demasiado progresistas para un país conservador en muchos aspectos, que ahora encara con incertidumbre un futuro en el que este legado puede durar poco.

Desde hace ya algunas semanas, a la espera de abandonar definitivamente el cargo, Obama viene realizando discursos, ruedas de prensa y comunicados despidiéndose del pueblo estadounidense, dándole las gracias y subrayando los que a su juicio son los principales logros de su mandato, como la recuperación económica, los nuevos derechos civiles o la apuesta por la diplomacia como herramienta para la resolución de conflictos internacionales. Por supuesto, en estas intervenciones no suele mencionar aquello que le ha quedado por hacer, como la reforma migratoria, el cierre de Guantánamo o mejores controles a la venta de armas.

Desde este viernes, ya con Donald Trump ocupando su lugar, los libros de Historia empezarán a escribir en qué queda realmente su herencia política. Las perspectivas no son halagüeñas. Obama deja al Partido Demócrata sin fuerzas para defender lo conseguido y sin un líder claro que capitanee la necesaria remontada. Esto no significa que la responsabilidad sea suya. A su formación no le ha ido bien tampoco durante estos ocho años, a pesar de que su empuje electoral lo disimulara. No en vano, al poco de su victoria perdieron el control del Congreso y de la mayoría de los estados, en favor de los republicanos.

Pero con independencia de lo que pase en adelante, hoy la Administración saliente se despide dejando avances y cambios en la sociedad americana impensables hace unas décadas o, más recientemente, en la etapa de Geroge W. Bush.

ECONOMÍA

En el aspecto económico, el balance de Obama es quizá el más notorio. Asumió el cargo cuando EEUU se enfrentaba a la peor crisis económica desde la Gran Depresión. El propio presidente, en una carta de despedida dirigida a los ciudadanos que rubricó a principios de enero, recordaba que la economía “estaba decreciendo a más del 8%, mientras ahora crece en más del 3%”. “Las empresas que estaban desangrándose por la pérdida de puestos de trabajo han desencadenado la racha más larga de creación de empleo registrada".

En efecto, la tasa de paro es la mitad que al inicio de la crisis, y se han creado más de 15 millones de empleos bajo su mandato, desde que el mercado laboral llegó a su nivel más bajo a principios de 2010. La cifra es especialmente relevante teniendo en cuenta el contexto financiero, ya que como valor total, otras presidencias lo superaron, como la de Bill Clinton (22,9 millones) o Ronald Reagan (18,1 millones), según los datos de CNN Money. Su antecesor Bush saldó sus ocho años con 8,2 millones.

Las herramientas utilizadas por Obama para llevar a cabo la tarea económica fueron la Ley de Recuperación que elevó al Congreso al poco de tomar posesión del cargo, su plan de rescate de la industria automovilística -cuyas ventas acabaron aumentando- y las medidas de estímulo emprendidas por la Reserva Federal.

Sin embargo, a pesar de que la economía es uno de los grandes pilares de su legado, la llegada de Donald Trump podría suponer un viraje en su estrategia, ya que la prometida reforma tributaria del republicano no sigue la línea demócrata, contemplando exenciones fiscales a las rentas más altas.

REFORMA SANITARIA

Tampoco sobrevivirá la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, conocida como Obamacare, el intento más certero y reciente de un gobierno de los EEUU por acercarse al modelo europeo de la sanidad universal. Rubricada con toda solemnidad en la Casa Blanca el 23 de marzo de 2010, esta norma extendió el derecho a disfrutar de un seguro médico a 20 millones de adultos estadounidenses y a sus familias. "Por primera vez, más del 90% de los ciudadanos están asegurados, la tasa más alta jamás lograda", destacó el presidente en su epístola de despedida.

Cuando se presentó a la presidencia por primera vez era un senador por Illinois. Reuters

Esta norma, que será la primera que los republicanos derogarán, no sólo ampliaba el número de asegurados, sino que incrementaba también las coberturas ya existentes y prohibía que una compañía pudiera rechazar a un paciente por condiciones preexistentes. Los congresistas conservadores nunca respaldaron esta iniciativa, que en los últimos años ha despertado un rechazo creciente al causar un aumento de las primas de los seguros, encareciendo su coste para muchos ciudadanos.

Trump ha prometido sustituir la ley por otra que no reduzca el número de beneficiarios ni la mayoría de las prestaciones logradas por el Obamacare, pero que rebaje el precio de las pólizas. De momento, no ha explicado cómo lo hará.

DESHIELO CUBANO

En política exterior, EEUU ha mejorado sus relaciones con Europa y Asia, y las ha tensado con Israel, un histórico aliado, al que ya como presidente saliente, Obama llegó a dar la espalda en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La mayor novedad que trajo el líder demócrata en 2008 sobre la etapa anterior fue el uso preferente de la vía diplomática. "A través de la diplomacia, cerramos el programa de armas nucleares de Irán y abrimos un nuevo capítulo con el pueblo de Cuba. Casi todos los países nos ven como una nación más fuerte y respetada hoy que hace ocho años", aseguró el presidente en mitin de despedida en Chicago.

En el caso de Irán, el fin de las sanciones a cambio de la supervisión de su programa nuclear ha permitido desenconar otro potencial conflicto en la zona y evitar de momento que este país se dote de armamento atómico, pese al rechazo del acuerdo por parte de Israel y de la mayoría de los republicanos, incluido Trump.

El acercamiento a Cuba, levantando algunas de las restricciones al comercio y a los desplazamientos, busca poner fin más de 50 años de aislamiento de la isla, aunque todavía está incompleto. Le ha faltado el levantamiento del embargo, que depende del Congreso, de mayoría republicana. Y aquellos en Cuba críticos con el régimen castrista niegan que el deshielo haya traído grandes cambios al país isleño.

La última acción de la Administración Obama, una concesión más al régimen de los Castro, fue terminar con la política de pies mojados, que garantizaba refugio y residencia a los exiliados cubanos que llegaran a pisar suelo estadounidense. En este asunto, la llegada de Trump puede suponer un retorno a la etapa fría.

CONFLICTOS BÉLICOS

Cuando Obama llegó a la Casa Blanca, EEUU tenía desplegados sobre el terreno en Irak y Afganistán, 180.000 soldados, tras las contiendas llevadas a cabo en la etapa Bush. Salir del territorio iraquí fue una de las prioridades del nuevo presidente, centrando los esfuerzos en Afganistán, país del que no pudo retirarse por completo. En 2014, sin embargo, se vio obligado a enviar nuevos efectivos a Irak para hacer frente a la amenaza de ISIS. En total, quedan en la zona 15.000 hombres.

Esta estrategia fue criticada por los republicanos, hasta el punto de que Trump la utilizó en campaña electoral para calificar a Clinton y a Obama como cofundadores de ISIS, organización a la que se sigue combatiendo.

Trump cuestionó que Obama fuera estadounidense de nacimiento. Reuters

También en el terreno militar, una de las hazañas de su Administración, a ojos de la opinión pública norteamericana, fue el operativo para liquidar a Osama Bin Laden. No así el conflicto en Siria. Obama ha evitado la intervención a gran escala en aquella guerra civil a pesar de que en 2013 se detectó el uso de armas químicas, una línea roja que el propio presidente marcó a Bashar al Asad.

En cuanto a la lucha contra el terrorismo, durante sus intervenciones de despedida, Obama ha sacado pecho de que "durante los últimos ocho años, ninguna organización extranjera ha planeado y ejecutado con éxito un ataque a nuestra patria" similar al 11-S. No obstante, los esfuerzos de los departamentos de seguridad e inteligencia no pudieron impedir ataques inspirados por ISIS como el de San Bernardino, a partir del que Trump pidió regular la entrada de musulmanes extranjeros al país, o el de Orlando.

AVANCES SOCIALES

Las políticas sociales han marcado buena parte de la agenda de Obama. Antes de 2008, los homosexuales no podían manifestar su orientación sexual en el Ejército ni sus uniones contaban con los mismos derechos que las parejas heterosexuales en lo que a la administración federal se refería. Su administración terminó con esta política conocida como ‘no digas, no preguntes’, abriendo las Fuerzas Armadas a los miembros de la comunidad LGTB y sus familiares.

Una tarea que se vio ampliada en verano de 2015, cuando la Corte Suprema legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en los 50 estados de la Unión y garantizó la igualdad legal, con el respaldo entusiasta de la Casa Blanca y los demócratas, que no siempre apoyaron abiertamente esta causa.

Además, su Gobierno legisló para permitir a las mujeres demandar a sus empleadores en caso de salarios desiguales, y abrazó causas como la de los escolares transexuales y su derecho a usar el aseo del sexo con el que se sintieran identificados.

LOS ‘FRACASOS’

El apartado de fracasos de la era Obama tiene como protagonista al poder Legislativo, controlado por los republicanos, que frenaron muchos de sus intentos por cumplir promesas electorales como el cierre de Guantánamo, el control de la venta de armas o una reforma migratoria que ayudara a miles de indocumentados.

En su segundo mandato, el presidente se marcó como prioridad esta reforma y más restricciones al comercio de pistolas mediante la comprobación de los antecedentes policiales. El Senado frenó ambos proyectos. En total, según datos publicados por medios como Newsweek, durante sus años de presidencia se deportaron 2,5 millones de hispanos, más que cualquier otro presidente en la historia del país. No obstante, también firmó un decreto para impedir que se expulsara a 700.000 menores inmigrantes en situación irregular.

Obama tampoco logró elevar el salario mínimo federal, dejando esta batalla en manos de cada estado, ni reformar el sistema penal, pese a lo que perdonó parte de las penas de prisión de más de mil presos condenados por delitos de drogas no violentos, tal y como recoge el balance de su gestión realizado por la radio pública NPR.

Por último, la gran decepción de su etapa, debido al bloqueo del Congreso, ha sido la imposibilidad de cerrar el campo de prisioneros en la Bahía de Guantánamo, que Bush utilizó durante las guerras llevadas a cabo en sus ocho años de gobierno. No obstante, la población penitenciaria se ha reducido sustancialmente, desde el 242 a los 50 prisioneros.

A partir de ahora, los decretos en el Despacho Oval los firmará el millonario metido a político Donald Trump, de cuyos planes se conocen sólo las grandes líneas. Su mandato, de cumplir con lo prometido en campaña, puede caracterizarse por la demolición de esta herencia recibida. Los demócratas podrán protestar, pero hasta las próximas legislativas en dos años, no tienen escaños suficientes para hacer valer este legado ni para defenderlo. Todo dependerá, por lo tanto, del nuevo presidente. El contador se pone a cero.

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