Washington DC

A Donald Trump la recta final de la campaña se le está volviendo un auténtico calvario. La difusión de un vídeo de 2005 en el que alardeaba de usar a su antojo a las mujeres por ser famoso ha abierto la veda a un diluvio de acusaciones de conducta sexual inapropiada, a la que se suman las entrevistas, declaraciones y comportamientos abiertamente machistas del magnate, sobre todo de cuando dirigía varios certámenes de belleza, que los medios de comunicación están desenterrando de sus hemerotecas. Los demócratas, mientras, se frotan las manos. Estos escándalos tienen un coste electoral que, como todo aquí en EEUU, está medido.

Este particular viaje al pasado de Trump empezó el miércoles con dos testimonios publicados por el New York Times, a los que se fueron sumando las acusaciones de una reportera de la revista People y de una chica de Florida, además de varias ex misses que aseguran que el millonario solía entrar en sus vestuarios mientras se cambiaban. La cifra de denuncias públicas podría ir a más, ya que la prensa estadounidenses sigue dando voz a presuntas víctimas. En general, todas estas mujeres coinciden en narrar cómo el empresario intentó propasarse con ellas de una u otra forma y abusar de su posición para mantener relaciones. Hay que dejar claro que el equipo de campaña del Partido Republicano, y el propio aspirante, lo han negado todo rotundamente.

En EEUU el impacto que este tipo de casos puede tener sobre los resultados electorales está tasados por varios estudios. Uno de los más reputados es una investigación académica de 2011, titulada The Impact of Incumbent Scandals on Senate Elections, 1974-2008, realizada por el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad St. Edward’s Nicholas Chad Long. Este análisis, que examinó el comportamiento de los senadores estadounidenses durante ese periodo, estima que los escándalos relacionados con el comportamiento inmoral pueden llegar a bajar el porcentaje de votos de un candidato hasta en 6,5 puntos porcentuales.

Dado que en un sistema eminentemente bipartidista la reducción en el número de apoyos de un aspirante acaba beneficiando doblemente a su rival, el efecto se puede ver multiplicado por dos, una teoría que ha sido aplicada por medios como el New York Times en varios comicios.

El profesor Lang explica a EL ESPAÑOL que “al principio de la campaña, sus polémicas no tenían un impacto inmediato porque el número de electores era pequeño y diferente. Los votantes en las primarias republicanas son más conservadores que los que votan en noviembre, a los que Trump está alejando".

A su juicio, esto ocurre especialmente con hispanos y mujeres. “Obama ganó el voto hispano en el 2012 en 44 puntos porcentuales (71% a 27%) y creo que Clinton hará lo mismo". En cuanto a las mujeres, “Obama venció en el sector femenino por 11 puntos (de 55% a 44%) y en esta ocasión la diferencia puede ser mayor”. “Las mujeres votan más que los hombres, por lo que la pérdida de sufragios de una gran parte de ese grupo será desastrosa para Trump. Creo que muchos de los análisis posteriores a la elección se centrará en el importante papel que juega el sector femenino en el proceso y cómo un comportamiento sexista condena una campaña”, argumentó.

Según su escala, no todos los escándalos son iguales. “Los resultados revelan que la diferencia depende de la naturaleza del asunto. Así, por ejemplo, los políticos implicados en fraude financiero sufren una menor caída (4,3%) que aquellos cuyo comportamiento ha sido presentado como inmoral, que padecen una bajada del (6,5%)”.

En el caso de Trump hay que recordar que, además de estas últimas acusaciones de índole sexual, se unen las revelaciones sobre el estado de sus cuentas. En el pasado debate admitió que lleva años sin pagar impuestos federales gracias a la aplicación de deducciones fiscales legales tras declarar 916 millones de dólares de pérdidas en sus empresas en 1995.

La investigación del profesor Long añade otra apunte interesante. “Los resultados indican que cuando los involucrados en los escándalos son republicanos, sus votantes los castigan ligeramente más que a los demócratas. Además, la caída en apoyos es mayor cuando el comportamiento parece inaceptable respecto a asuntos de moralidad, como indiscreciones sexuales”, sostiene.

De cumplirse este pronóstico con Trump, que hasta ahora ha demostrado ser capaz de romper las teorías generalmente asumidas por la política norteamericana, lo tendría bastante difícil. Las últimas encuestas detectaron un estancamiento en la intención de voto de las mujeres blancas, frente a lo que tradicionalmente había ocurrido con otros candidatos republicanos, así como un retroceso en estados habitualmente conservadores y una desventaja de 11 puntos con respecto a Hillary Clinton.

De hecho, EEUU ya ha vivido escándalos sexuales de grandes dimensiones, como los protagonizados por el marido de la actual candidata demócrata, Bill Clinton, durante su último mandato, tras el que los republicanos conquistaron la Casa Blanca.

¿ADICTO AL SEXO?

Pero al margen de las implicaciones políticas, la sociedad americana se pregunta estos días si Trump, más allá de su particular forma de ser, puede presentar algún tipo de trastorno sexual. Varios especialistas consultados con El ESPAÑOL han reconocido que las denuncias pueden evidenciar algún tipo de problema, si bien pocos se aventuran a realizar un diagnóstico por varios motivos: “Primero habría que saber si lo que dicen esas mujeres es cierto y si fue exactamente así como sucedió. Luego haría falta entrevistar al paciente”.

El terapeuta Nathan Rice, que ejerce en Nueva York, considera que "en términos generales, y sin referirnos a ese político en concreto, la salud sexual requiere consentimiento mutuo". "Las personas que actúan sexualmente sin consentimiento, u ofendiendo con sus comportamientos, a menudo carecen de empatía. Tampoco es raro que los sujetos extraordinariamente ricos y con poder abusen de esa posición. En última instancia, que alguien reúna estas conductas tampoco determina patologías. Haría falta una exploración compleja. Pero lo más probable es encontrar las raíces de esas actitudes en la infancia", detalla en conversación con este periódico.

Antes de que saltara esta última polémica, la doctora Linda Hatch, del Servicio de Salud Mental de Santa Bárbara, escribió el pasado verano un artículo dedicado al magnate en la revista digital Psych Central, dedicada a la salud mental y considerada por medios como el Washington Post y el New York Times como “una de las mejores plataformas de este campo”.

La experta descartaba que el republicano padeciera una adicción al sexo y situaba las causas de su comportamiento en una supuesta falta de autoestima. “Mi impresión general es que estas actitudes se dan en alguien con una profunda inseguridad en sí mismo. Su agresividad y la sensación de estar por encima de las normas sociales indican una vulnerabilidad narcisista subyacente. Un verdadero sociópata sería mucho más sutil y manejaría mucho mejor la forma de transmitir”. A su juicio, “parece funcionar por el miedo a no estar en la cima y sus obsesiones con las mujeres no parecen una señal de adicción, sino de necesidad de poder, de debilidad y de baja autoestima”.

LOS REPUBLICANOS, AFECTADOS

La situación generada por estas denuncias de acoso no ayudan a mejorar la fractura existente entre el Partido Republicano y su aspirante. El último en cuestionar la estrategia del millonario ha sido Mike DuHaime, asesor del gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, y del expresidente George W. Bush. En su opinión, ha llegado un “punto de inflexión” por la acumulación de polémicas y las malas decisiones del equipo de campaña, como atacar a Bill Clinton, una respuesta "ridícula y amateur" que sólo convence a los que ya están decididos a votar por el republicano, según recoge la CNN. "Con todo lo que podríamos legítimamente cuestionar de las políticas de Hillary Clinton, nuestro candidato ha decidido atacar a su marido”.

El número dos y candidato a vicepresidente, Mike Pence, también se está viendo afectado por las polémicas de su compañero de papeleta. Este jueves tuvo que apelar a los valores religiosos de sus votantes para pedir disculpas por las declaraciones de 2005 de Trump. "Como cristianos estamos llamados a perdonar”, dijo durante su discurso en la Liberty University de Lynchburg, Virginia, donde los ánimos estaban caldeados, después de que los representantes estudiantiles hubieran emitido una declaración contra Trump pidiendo a los “jóvenes conservadores de los colegios de todo el país” que no lo apoyen.

LAS DENUNCIAS

En el lado demócrata están aprovechando el nuevo escándalo para volver a subrayar la poca idoneidad del magnate. La pareja presidencial, Barack y Michelle Obama, han tenido en las últimas horas duras críticas contra el millonario. La primera dama llegó a decir que le parece “increíble” que un hombre que puede llegar a dirigir la nación “alardee de estos comportamientos sexuales”.

En cuanto a las denuncias, las primeras acusaciones fueron de lo más gráficas. "Era como un pulpo. Sus manos estaban por todas partes", relataba Jessica Leeds al New York Times. Esta mujer, que ahora tiene 74 años, volaba en primera clase hace tres décadas cuando Trump, supuestamente, se abalanzó sobre ella, la agarró del pecho y trató de introducir su mano debajo de su falda. La otra denunciante que habla en el rotativo es Rachel Crooks, que asevera que en 2005, con 22 años, estaba trabajando en la Torre Trump cuando, tras estrechar la mano al empresario, éste no se la soltó. Según su versión, empezó a besarla “directamente en la boca”.

Trump trató de detener la publicación de este reportaje, amenazó con demandar al Times e incluso increpó a la reportera que lo telefoneó para solicitarle su explicación de los hechos. "Nada de eso pasó. Eres un ser humano repugnante", le espetó a la periodista, según confiesa ella misma. Pese a todo, la noticia finalmente vio la luz y animó a otras mujeres a contar sus experiencias.

La reportera Natasha Stoynoff de la revista People contaba en primera persona su encuentro con el republicano en diciembre de 2005, cuando se desplazó hacia su mansión de Palm Beach, Florida, para escribir un reportaje navideño. Cuando su esposa Melania, que estaba embarazada, los dejó solos, Trump la condujo a una habitación, la lanzó contra la pared y la besó metiéndole “la lengua en la garganta”. Impactada, trató de seguir con la entrevista, con el mayordomo presente, pero cuando éste se marchó, el ahora candidato presuntamente le dijo “sabes que vamos a tener una aventura, ¿verdad?”. El republicano ha negado en Twitter estos hechos y ha preguntado por qué no lo denunció o escribió lo ocurrido en aquel reportaje. “Porque es mentira”, exclama.

En aquella misma residencia, Mindy McGillivray, de 36 años, asegura que fue toqueteada por Trump hace 13 años, según ha relatado al ‘Palm Beach Post’. Este caso se habría producido cuando, durante un concierto, Trump le agarró el trasero. También el miércoles, la ex Miss Washington Cassandra Searles publicó en su perfil de Facebook que el millonario la tocó, según recoge la revista Rolling Stone. "Probablemente no quiere que cuente esta historia, pero continuamente me cogía del culo y me invitaba a su habitación de hotel".

Para rematar su jornada negra del miércoles, la CBS reveló una grabación de 1992 en el que se escucha al implicado decir acerca de una menor que “voy a estar saliendo con ella en 10 años. ¿Te lo puedes creer?”.

En un mitin en Florida este jueves, Trump ha desmentido todas las acusaciones contra él, que ha calificado de "invenciones" fabricadas por sus rivales. "Estos ataques están orquestados por los Clintons y sus medios aliados", ha asegurado entre los aplausos de sus simpatizantes.

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