"Poner en orden el país" era su promesa en estas elecciones. Sin embargo, la candidata de la coalición conservadora Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich (Buenos Aires, 1956), se ha visto obligada a sucumbir al plan la misma noche electoral. Con un 23,84% de los votos, menos de lo esperado, la bonaerense se despidió de la carrera presidencial de Argentina el mismo domingo, cuando compareció ante sus votantes y compañeros de partido y reconoció su derrota: asumió no haber cumplido "los objetivos", y sostuvo que los valores con los que intentaba restaurar el orden en el país "hoy han quedado dormidos".

La gran perdedora de estos comicios también se resignó a felicitar al ganador, el peronista Sergio Massa"El populismo ha empobrecido al país y no soy yo quien va a venir a felicitar que vuelva al poder quien ha sido parte del peor Gobierno de la historia reciente de Argentina, que se dedicó a reunir plata y hundir el futuro del país", proclamó en su primera aparición pública, rodeada de compañeros ―y adversarios― de partido, como su vicepresidenciable, Luis Petri, el expresidente Mauricio Macri o el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.

Pese al rechazo rotundo de tender su mano al oficialismo tras su nueva victoria, Bullrich también evitó explicitar su apoyo al ultraliberal Javier Milei, que se verá las caras con Massa en la segunda vuelta el próximo 19 de noviembre. El candidato necesitaría que una parte importante de los votantes de Bullrich apoyaran a La Libertad Avanza para que, así, la derecha y la extrema derecha unidas puedan combatir al peronismo.

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Juntos por el Cambio no ha sido el frente político más votado en ninguna de las 23 provincias de Argentina. No así, los conservadores han mantenido su bastión en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde un 41,22% de los capitalinos (765.631 personas) votaron por Bullrich. Aun así, los enfrentamientos en las primarias entre la excandidata y el alcalde de la capital causaron que la campaña de la representante de la coalición perdiera un importante caudal desde el comienzo.

A la inversa de Massa, que en sus comienzos militó en agrupaciones conservadoras, Bullrich empezó su carrera política en círculos peronistas. Pato, como la llaman sus seguidores, se vende como la presidenta que traería a Argentina "el gobierno más austero de la historia", lo que le ha merecido el apodo de 'dama de hierro'. Fue la favorita para ocupar la Casa Rosada hasta las primarias del 13 de agosto. Tras el chasco para los partidos tradicionales y el triunfo de Milei, esperaba ocupar uno de los dos puestos superiores para concurrir en la segunda vuelta.

Con su eslogan de campaña 'Un país ordenado', la candidata ponía en el blanco las protestas tan comunes en el país sudamericano: "Los que hagan piquetes no van a poder cobrar planes", dijo en una entrevista reciente. Pato también prometía "construir una cárcel de máxima seguridad en una zona aislada. Este penal modelo será el destino final para narcos, corruptos y asesinos que hoy gozan de impunidad de los políticos kirchneristas", propuso, al que habría llamado "Dra. Cristina Fernández de Kirchner", en honor a otro de sus propósitos: acabar para siempre con el peronismo, que describe como la "mafia que secuestró 20 años a Argentina y que nos tomó de rehenes a todos los argentinos".

Bullrich tiene un largo recorrido en política. Fue ministra tres veces, dos de ellas con Fernando de la Rúa, y la última con Mauricio Macri, de 2015 a 2019, cuando ocupó la cartera de Seguridad. Fue conocida por sus cuatro años de lucha contra el narcotráfico y la criminalidad, y ahora vuelve a prometer mano dura. Tanta, que algunas de sus declaraciones se antojan desmesuradas: en una entrevista durante la campaña, sugirió alterar el código penal argentino para poder grabar conversaciones entre los presos y su defensa. Otros miembros de su equipo han protagonizado escándalos, también.

Su relación con la coalición es enrevesada. Aunque enemistada con Rodríguez Larreta, Bullrich sí tiene el apoyo de Mauricio Macri, de quien fue ministra, aunque la impopularidad del expresidente y sis acuerdos de préstamos con el FMI ponían en duda que la candidata pudiera plantear soluciones nuevas para la crisis económica. Ella había asegurado haber "aprendido de los errores del pasado" y que no asumiría una nueva deuda con el FMI si ganara las elecciones, sino que seguiría un programa "pragmático" y "factible".

Sus propuestas pasaban por el recorte de gasto público y la dolarización de la economía: "Vamos al bimonetarismo", dijo en una entrevista televisiva con el canal de cable LN+, en referencia a la convivencia del dólar y el peso. Aunque sostiene que "los argentinos que tienen empresas o trabajan en la informalidad no van a poder aguantar" la moneda estadounidense, Bullrich aboga por su libre circulación y el fin de restricciones cambiarias.

Para subsanar la inflación, la candidata tenía un programa definido consistente en garantizar la autonomía del Banco Central, llevar a cabo una reforma laboral y simplificar los trámites para fomentar la vida económica. Sus medidas incluían la reducción drástica de las ayudas: "El Estado terminó siendo un refugio que casi reemplaza a un plan social", opinó. En su lugar, optaba por crear empleo: "En cuatro años vamos a tener a toda Argentina trabajando. El que quiera adaptarse será bienvenido y el que no, tendrá sus consecuencias. No puede la gente que trabaja seguir pagando a aquel que no quiere adaptarse a un sistema laboral", dijo en una de las últimas entrevistas de campaña.