El 25 de noviembre de 1956, un barco llamado Granma salió del puerto de Tuxpan en México con destino a Cuba. A bordo iban Fidel Castro, su hermano Raúl, Che Guevara y cerca de 80 hombres más, en un viaje que marcó el inicio de la Revolución cubana que derrocó a Baptista en 1959. Sesenta años después, la fecha que marcó el inicio de la Revolución habría de marcar el fin de su líder.

Fidel Castro murió en la noche del 25 de noviembre de 2016 (la madrugada del 26, hora española). Desaparecía el líder de la Revolución y el creador del régimen castrista que gobierna en Cuba desde entonces. La desaparición física del ‘Comandante’ sumada a un año marcado por el deshielo de las relaciones con Estados Unidos hizo creer que Cuba se acercaba definitivamente al cambio anunciado tantas veces –y aplazado otras tantas- a lo largo de 58 años de régimen. Pero, un año después de la muerte de Fidel, la isla sigue fiel a su propio ritmo, uno que parece resistirse a la transformación.

Políticamente no ha cambiado nada, el Gobierno, con Raúl Castro al frente, sigue siendo igual al de siempre”, me cuenta por teléfono Iván García Quintero, periodista en La Habana. “Ha habido cambios pequeños pero no en este último año, sino desde que Raúl asumió el poder, en 2008. Pero incluso esos –por ejemplo, poder comprar y vender casas y coches, tener pequeños negocios, entrar en determinadas partes del país, cosas que evidencian cómo los cubanos éramos ciudadanos de tercera en nuestro propio país- se hicieron para afianzar su poder. Sólo ha habido cambios de corte económico. Los de corte político y social, como poder fundar un partido político o tener libertad de expresión, no existen”, resume.

“Raúl seguirá en la sombra”

Raúl Castro ha anunciado que dejará el poder el 24 de febrero de 2018 pero el futuro del país sigue siendo una incógnita. “Lo que se llama democracia, elecciones libres, con varios candidatos de varios partidos, donde la gente pueda elegir, eso no va a existir”, vaticina García Quintero. Para el periodista es un problema sistémico, que no se ha acabado con la muerte de Fidel, ni se acabará con la salida del poder de Raúl. “Aquí no va a existir democracia mientras esté gobernando ya no alguien de apellido Castro, sino mientras exista el castrismo, mientras se sostenga el sistema y el partido comunista. Y eso no acaba con la desaparición de los Castro”.

“El poder real en este país no está centrado en una sola persona. Lo tiene el partido y el ejército, el Gobierno es una mera representación de lo que emana del partido”, añade Regina Coyula, historiadora y autora del blog Malaletra, desde La Habana. La mayoría de las quinielas apuesta que el elegido para suceder a Raúl Castro será Miguel Díaz-Canel, primer vicepresidente de Cuba, y que seguirá una línea continuista, incluso porque pocos creen que los Castro se aparten completamente del poder. “Mi apuesta es que Raúl seguirá gobernando en la sombra”, dice García Quintero.

Para los movimientos opositores, más que en Raúl, el poder se está centrando paulatinamente en su hijo. “Hay una transición generacional que ya se está dando, donde los incondicionales de Raúl Castro están dando paso a los incondicionales de su hijo, el coronel Alejandro Castro Espín, que está consolidando su poder detrás de las bambalinas”, cuenta Guillermo Fariñas, líder del movimiento opositor FANTU. “Díaz-Canel será la figura visible, pero los Castro seguirán gobernando en la sombra”.

“La primera aspiración es emigrar”

Para la sociedad cubana el año uno después de Fidel Castro ha sido sólo un número más en el calendario, sin nada que reseñar. Ni siquiera la ausencia del líder de la Revolución. “Nadie habla de Fidel en la calle. ¡Nadie!”, dice Regina Coyula. “Está presente en la propaganda de televisión, en los medios… es hasta excesiva la manera como quieren mantener viva su imagen, pero la gente está demasiado metida en sus problemas y el recuerdo de Fidel no le va a resolver los problemas de transporte o de alimentación”.

La preocupación de las familias es conseguir llevar cuatro platos calientes a la mesa

En un país donde el sueldo medio son 740 pesos cubanos (23 euros), según datos de 2016, a manos con la escasez de productos, la lucha diaria es más por llegar a fin de mes que por un cambio político. “La preocupación de las familias es conseguir llevar cuatro platos calientes a la mesa, o conseguir dinero para arreglar la casa… en esta vorágine hay poco margen para pensar en el futuro político del país”, analiza García Quintero. “La primera aspiración de los cubanos jóvenes, de entre 15 y 30 años es emigrar”, concluye.

Un anhelo que cada día se hace más difícil, desde que, en enero de este año, Barack Obama pusiera fin a la Ley de Ajuste Cubano, que les concedía el privilegio de conseguir la residencia permanente un año después de llegar a EEUU, siempre y cuando pasaran 366 días sin salir del país. La desaparición de este apoyo externo puede, para Guillermo Fariñas, ser la base de una conciencia política interna que hasta hoy no había crecido en Cuba.

“Antes, el ciudadano que no estaba de acuerdo con Castro tenía esa válvula de escape. Pero ahora ya no puede huir, la gente está entendiendo que los problemas tenemos que resolverlos en Cuba. Y esa conciencia, que poco a poco se está creando a nivel muy comunitario, se va a ir ampliando y puede ser la base de una explosión social”, explica.

Una explosión que, en sus palabras, puede ser “violenta”, algo que Regina Coyula también teme: “En determinado momento creí que Raúl podría iniciar el camino democrático sin demasiado trauma social, pero no fue así. Yo creo que con la muerte de Raúl sí vamos a entrar en un proceso democrático pero que puede ser violento. En esos momentos de transición pueden aflorar los peores instintos del ser humano y por eso me molesta tanto que el Gobierno no haya sido capaz de sentar las bases para una transición no traumática”.

“EEUU no son los libertadores de Cuba”

En la isla como en el exilio, los cubanos piden poder elegir el sistema que les gobierna hace 58 años. “Estamos a tres meses de que Raúl deje el poder y mi pregunta es si el mundo le va a preguntar a Castro si va a hacer elecciones libres, si va a dejar que el pueblo decida, si va a hacer un plebiscito para que los cubanos decidan el sistema político y de vida que quieren, o si le va a dejar elegir su sucesor de un dedazo”, dice Ramón Saúl Sánchez, líder del Movimiento Democracia en Miami.

Raúl Castro y Barack Obama en su encuentro en 2016. Reuters

Con la salida de Barack Obama del Gobierno americano, que propició un acercamiento a la isla y donde incluso se llegó a hablar del fin del embargo, la política de EEUU hacia a Cuba se volvió a endurecer con Donald Trump. Algo que, dicen, puede hasta favorecer el régimen de Castro. “Los gobiernos duros como el de Trump favorecen las políticas de represión internas, por el discurso de que estamos al borde de la guerra. Con Obama estaban más descolocados, lo de Trump es lo que ya conocen, se atrincheran en el discurso del imperio yanqui agrediendo a la islita y eso les permite gobernar con cualquier tipo de medida”, analiza Regina Coyula.

Saúl Sánchez está de acuerdo: “El hecho de que le quiten las excusas al régimen es una política más productiva para encaminar los cambios en Cuba. Soy un opositor de Castro pero no creo en el embargo estadounidense, que me parece una política fallida de la que se ha aprovechado el régimen cubano para presentarse como víctima”.

Asimismo, el líder opositor destaca que el gobierno cubano nunca dio pasos reales hacia un entendimiento: “Querían la apertura de EEUU pero nunca han estado dispuestos a ceder”. “El Gobierno necesita el fin del embargo, la inversión extranjera y el turismo que viene de EEUU pero no ha querido dar nada a cambio”, completa Coyula.

Todos los días, desde que mi madre me mandó al exilio con 11 años, sueño con volver a Cuba

Sin embargo, todos son unánimes a la hora de sacar a EEUU y a los demás países extranjeros de la ecuación democrática de Cuba. “Hay un sector amplio que cree que la solución de los problemas de Cuba viene de EEUU, porque si se elimina el embargo vendría la felicidad, lo cual es una tontería. Los cubanos no terminamos de meternos en la cabeza que los problemas de Cuba los tenemos que resolver nosotros, más nadie”, sintetiza el periodista García Quintero.

“Necesitamos la solidaridad de los pueblos extranjeros pero EEUU no son los libertadores de Cuba. Ese trabajo es de los cubanos”, añade Sánchez. Un trabajo en el que el disidente quiere participar: “Todos los días, desde que mi madre me mandó al exilio con 11 años, sueño con volver a Cuba. Pero no quiero volver después de que se caiga el régimen. Quiero ayudar a cambiar las cosas”, dice Saúl Sánchez. “Quiero que el régimen me permita entrar en la isla, recorrer las calles de Cuba con una libreta y preguntarle a los cubanos ‘¿Qué tú quieres para tu país y para tu futuro?’”.

“Cuba pinta feo”

Falta empuje a la sociedad cubana, una especie de rebeldía que ha quedado soterrada por años de represión. “La sociedad está cansada. Nunca han contado con su opinión, con sus deseos, con sus aspiraciones. Y no tiene una manera legal de influir para cambiar las cosas”, analiza García Quintero.

Una calle de La Habana. JR

Y aunque el hartazgo y el cansancio social es cada vez mayor, el miedo aún se sobrepone. “Pasa una cosa que hace 10 años era impensable que es la crítica espontánea en la cola del supermercado, de los transportes o de la farmacia. Uno se desahoga, ‘parece mentira que a estas alturas nos falten cosas tan básicas’, y se suman más voces críticas. Pero ya si tú les dices de organizar una huelga o protesta se retraen porque existe ese temor social”, dice Regina Coyula.

Pese al panorama actual la mayoría cree que un cambio es inevitable, aunque temen que no sea la democracia que a todos les gustaría: “Soy un demócrata en estado puro y he sido muy optimista. Pero ya no. En unos años podríamos tener una democracia fallida de esas que hay en América Latina. Quisiera equivocarme”, resalta García Quintero, “pero Cuba pinta feo”.