La llegada de unas elecciones en Kenia siempre viene acompañada de enfrentamientos tribales y de sangre, de mucha sangre. Lo sabe el partido en el Gobierno y también el de la oposición, que no se diferencian por ser de derechas o de izquierdas sino por ser de una tribu o de otra: los kikuyos contra los lúo.

Nacer en una tribu te condena no sólo a votar a un presidente si no también a defender su victoria con la vida, si es necesario. Y en las últimas elecciones ha sido necesario. En 2007 se habló demás de 1.600 muertos tras los comicios y en 2013 hubo disturbios y asesinatos en todas las grandes poblaciones del país.

Varios militares patrullan los suburbios de Nairobi. Efe

Por eso, durante la campaña de los últimas elecciones, convocadas para el pasado 8 de agosto, ambos candidatos, el actual presidente, Uhuru Kenyatta (de la tribu kikuyu), y el líder opositor, Raila Odinga (de los lúo), intentaron rebajar el tono y confiar en que se respetaran las reglas democráticas y no hubiera enfrentamientos.

La contención duró apenas unas horas. Un día después de que los keniatas hicieran largas colas para depositar su voto, la oposición, liderada por el lúo Raila Odinga, ya hablaba de fraude y se autoproclamaba ganadora mientras que la Comisión Electoral Nacional daba de nuevo la Presidencia a Uhuru Kenyatta, el kikuyu que ya ostentaba el poder desde 2013.

Los disturbios y el derramamiento de sangre estaban asegurados. La clave era saber hasta donde llegarían. Algunas de las zonas más pobres de Kenia han sido escenario ya de violentas protestas incitadas por los líderes políticos que siguen alentando a sus etnias a luchar por sus líderes.

La oposición habla de un centenar de muertos, al menos 10 de ellos menores de edad, a manos de la Policía. Fuentes oficiales ya han corroborado la existencia de decenas de cuerpos que han sido abatidos y el Gobierno asegura que se trata de delincuentes comunes que agitan la calle.

Algunos heridos durante las protestas contra la victoria de Kenyatta. Reuters

La realidad es que el mensaje radical ha calado entre la población más desfavorecida: "Ya estamos muertos, no tenemos nada que perder", advierte Don desde su chabola de Mathare, que desde el martes vive choques de disparos, fuego y gas lacrimógeno, según informa Efe.

Al igual que otras miles de personas, Don está dispuesto a entregar su vida por un político de su tribu y por lo que eso significa: el acceso a los recursos estatales que favorece a unos frente a otros y que garantiza una vida un poco más digna.

Los resultados electorales dejaron a Odinga a nueve puntos de distancia del presidente y los miembros de su partido, Súper Alianza Nacional (NASA, siglas en inglés), sutilmente llamaron a sus compatriotas a la acción asegurando que "la justicia no es una opción" en este fraude.

Los principales focos de protesta se han situado en los barrios chabolistas de Kibera y Mathare (Nairobi) y en poblaciones como Kisumu y Siaya.

El paso de los días sólo ha hecho que calentar los ánimos de la oposición frente a la pasividad del Gobierno que ha negado las protestas y ha tratado de tapar los muertos. El presidente ha encargado a su ministro del Interior que niegue la existencia de las protestas: "Son todo mentiras y rumores", ha asegurado.

La coalición opositora ha pedido a la Policía que "deje de matar" a sus seguidores, a la vez que ha pedido calma y que no "se dejen provocar" en las protestas: "La Constitución garantiza el derecho a protestar pacíficamente y se les debería permitir que demostrasen su descontento", han querido dejar claro mientras buscan cómo hacer frente a las "muchas trampas de un proceso que está institucionalizando el fraude electoral".

Uhulu Kenyatta y Raila Odinga. Reuters

Quién es Kenyatta y quién es Odinga

Raila Odinga, el líder opositor de la tribu lúo es hijo del primer vicepresidente de la Republica de Kenia, Jaramogi Oginga. Gestiona, entre otros negocios, una empresa de fabricación de botellas de gas licuado de petróleo.

Sin embargo, su poder económico no se ha visto nunca completado con un poder político puesto que ésta es su cuarta candidatura presidencial, esta vez en coalición con otros veteranos keniatas que buscaban elevar su estatus social con la Presidencia del país.

En 2007, en su segunda intento de convertirse en presidente, también se negó a reconocer la victoria de Mwai Kibaki, lo que originó una ola de violencia duramente contestada por los seguidores del presidente kikuyu que terminó con más de un millar de muertos y 600.000 desplazados.

La espiral de violencia terminó cuando Kibaki accedió a nombrarlo primer ministro, un cargo creado ex profeso para terminar con la oposición de Odinga.

El reelegido presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, es una de las 30 personas más ricas de África, con una fortuna estimada de 500 millones de dólares. Es hijo del padre de la patria keniata y primer presidente del país, Jomo Kenyatta, que ostentó el poder desde 1964 hasta su muerte en 1978.

Posee grandes extensiones de tierra por todo el país y su familia es dueña de la mayor compañía láctea de la región. Este es su segundo mandato después de que se hiciera con el control del partido antes de las elecciones de 2013.

Su historial se vio manchado por su supuesta participación en las protestas de 2007 cuando, pese a no ostentar ningún puesto político relevante, participó en la organización de matanzas de lúos, según la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional.

Sin embargo, su caso se tuvo que archivar después de que varios testigos de su participación se retractaran, desaparecieran o murieran durante el proceso.

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