Holzhausen es un pequeño pueblo alemán de algo más de medio millar de habitantes. Sin embargo, al año, miles de personas visitan esta localidad de la región de Turingia, en el centro-este germano. La razón para desplazarse hasta allí es que, a las afueras del pueblo, se encuentra el Museo Bratwurst, que reivindica no menos de 50.000 visitantes anuales.

La salchichas alemanas constituyen uno de los bienes gastronómicos más conocidos del país de la canciller Angela Merkel. Por eso, en Holzhausen, la salchichas tienen un museo. Y se ha quedado pequeño. 

Sus responsables, en búsqueda de espacios de ampliación, dieron con una extensa zona situada a unos 19 kilómetros de la actual ubicación del museo, un espacio que en 2015 las autoridades locales ya habían considerado propicias para el uso turístico.

Dos chicas comiendo la típica salchicha "Bratwurst". Bratwurst Museum

En el Museo Bratwurst, nadie pensó a la hora de hacer los planes de ampliación allí que ese territorio estaba lastrado por el capítulo más oscuro de la historia de Alemania y de Europa. Esto mismo se encargaron de señalar desde la Fundación alemana de Memoriales, que vela por la memoria histórica en lugares como Buchenwald.

Hace unos días confirmaban sus responsables, que el lugar donde iban a reubicarse las nuevas y mejoradas instalaciones del Museo Bratwurst había sido utilizado por el III Reich en sus funestas tareas represivas contra sus enemigos políticos y quienes atentaban contra la pureza del estado-nación de Adolf Hitler.

"Todavía estamos en shock. Para nosotros todo esto ha sido una catástrofe", dice a EL ESPAÑOL Thomas Mäuer, uno de los responsables del museo. Habla como si le pesara la voz. No puede evitar que se noten en él los efectos de varios días de mucho estrés y un aluvión de titulares negativos en la prensa nacional.

"Memoria en lugar de salchicha", titulaba recientemente, por ejemplo, el diario generalista berlinés Der Tagesspiegel. En él, se acusaba a los implicados en este caso de "poca comprensión de la historia, demasiado poca reflexión y consideración".

El Consejo Central de los Judíos de Alemania, a través de su presidente, Josef Schuster, protestó una decisión "insensible" e "incomprensible" de querer situar el museo de las salchichas en lo que fue parte del campo de Buchenwald.

"Nosotros no lo sabíamos. Cuando lo supimos dijimos que no iríamos ahí. No es que lo hiciéramos a conciencia como se ha dicho por ahí. Todo esto ha sido un gran shock", trata de explicar Mäuer. Oficialmente, hace unos días su museo publicaba en su página de Internet un comunicado en el que se leía: "No habrá Museo Bratwurst en la zona del campo de concentración".

Se aludía así a lo que fue uno de los 139 espacios satélites que sirvieron al campo de concentración Buchenwald, uno de los más grandes levantados en suelo alemán. Buchenwald no fue un campo en el que la muerte ocurría en cámaras de gas. Desde allí se mandaban prisioneros a los campos que sí se concibieron para el exterminio.

Pero en Buchenwald también se moría. De enfermedad, malnutrición, maltrato o en ejecuciones. Se estima que perdieron allí la vida unas 43.000 personas

Por el campo satélite que iba a utilizar el Museo Bratwurst  pasaron, entre octubre 1944 y febrero 1945, mujeres judías –unas 700 originarias de Polonia y Hungría- que fueron explotadas por la industria bélica nazi en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Cuando su condición física no les permitía seguir trabajando, eran enviadas a morir en Auschwitz.

Acusación al alcalde

En principio, la idea de Mäuer y del resto de responsables del museo de las salchichas era dar con un lugar con el que ampliar la gran atracción turística de Holzhausen. Pero en su búsqueda se toparon con lo peor de la historia alemana.

"En Alemania, hay un riesgo de dar con lugares que están lastrados por la historia. Yo no quiero relativizar lo que ha ocurrido. Pero ese riesgo existe y a nosotros nos ha pasado", comenta el responsable del Museo Bratwurst.

"Cuando se dijo en 2015 que ese espacio iba a dedicarse al turismo, eso lo decidió gente que no era de (la ultraderechista) Alternativa para Alemania (AfD)", eran responsables de los partidos de izquierdas: Die Linke, Los Verdes y el SPD, y los liberales-conservadores de la CDU, comenta Mäuer.

Además, alude, en último término, a los partidos gubernamentales: la Unión Cristiano Demócrata de la canciller Angela Merkel y al Partido Socialdemócrata de Alemania. Aunque "no se puede decir que esa sea gente con pensamientos neonazis ni nada por el estilo", apunta Mäuer. 

Sin embargo, desde el Memorial de Buchenwald señalan a Johannes Bruns, político socialdemócrata y alcalde de Mühlhausen, comarca en la que se encuentra el espacio satélite del gran campo de concentración nazi.

"Johannes Bruns y el inversor al que pertenecen los terrenos sabían muy bien que pertenecían a Buchenwald. Éste es un tema que se ha investigado. En la zona hay carteles que indican el pasado del lugar. Pero actuaron queriendo olvidar la historia", dice a EL ESPAÑOL Rikola-Gunnar Lüttgenau, portavoz del Memorial de Buchenwald.

"Está claro que se actuó queriendo olvidar la historia, por un lado, y, por otro, que desde que dijimos que la zona perteneció a Buchenwald, el proyecto era imposible, porque en Alemania algo así no se puede hace", añade.

Distancia de la ultraderecha alemana

De la asociación responsable del Museo Bratwurst, Mäuer afirma que está formada por 350 personas de todo el mundo. "No somos gente para nada favorable a olvidar el pasado. Y tenemos gente activa en el asociacionismo y en la sociedad civil", abunda, tratando de distanciarse de una ciertamente popular ultraderecha en Turingia.

La sección de AfD de ese Land es conocida por representar el ala más dura del partido, también la más proclive a querer reconsiderar la muy desarrollada cultura de la memoria histórica alemana.

Sin ese ala dura, no se entenderían frases como aquella del co-presidente y co-líder del partido en el Bundestag (Parlamento Federal de Alemania), Alexander Gauland, según la cual: "Hitler y los nazis sólo son una cagada de pájaro en los más de 1.000 años de exitosa historia alemana".

Este año hay elecciones regionales en Turingia. Los sondeos atribuyen a AfD para esos comicios algo más de un 20% de la intención de voto, lo mismo que a Die Linke y poco menos que a la CDU.

En el caso del Museo Bratwurst, casi nadie sabía del oscuro pasado de la zona en la que iba a ampliarse el museo de Mäuer y compañía. El responsable del museo asegura que, en la región, nadie cayó en que aquel espacio sirviera a los nazis en su fatal empresa represora: "Hace unos días hubo una televisión que hizo una encuesta a pie de calle entre los vecinos de la zona. Nadie lo sabía".

"En tiempos de la República Democrática de Alemania (RDA), ese lugar sirvió de barracón militar. Después, con la reunificación, fue un centro de acogida para refugiados", añade. Turingia forma parte de los cinco Länder alemanes que pertenecieron a la Alemania comunista hasta la reunificación en 1990.

Cabe preguntarse si tiene que ver en este olvido en Mühlhausen la particular labor de memoria histórica sobre el nazismo que se hizo en la Alemania comunista. En la RDA, a los jóvenes se les enseñaba "que lo que pasó, ocurrió en otro país, en un país fascista e imperialista que no tenía conexión alguna con el 'primer estado socialista en suelo germano'", según ha explicado el autor británico Neal Ascherson, ex corresponsal en Berlín del dominical The Observer y buen conocedor de la realidad alemana.

Mäuer cree que eso no tiene que ver. "Hasta ahora, mucho se ha explicado y se explica, pero aún queda mucho por explicar, está claro", sostiene el responsable del museo de las salchichas. 

Lüttgenau, portavoz del Memorial de Buchenwald, matiza esas palabras. "En general, estoy de acuerdo con Ascherson. Las responsabilidades del Holocausto, en la RDA estaban externalizadas. Pero en el caso del Museo Bratwurst, la situación es diferente. Bruns es el alcalde de Mühlhausen, pero nació y pasó gran parte de su vida en la Alemania Occidental".