Paul Manafort nació en New Britain (Connecticut, EEUU) en 1949. Experto lobista y asesor de personajes como George H.W. Bush Ronald Reagan, Manafort ha dedicado su vida a llenar el espacio de influencia alrededor de líderes nacionales e internacionales.

Fue en 2016 cuando la órbita de Trump le captó, introduciéndose en la campaña del entonces candidato republicano en marzo de ese año, ascendiendo solo tres meses después a su jefatura máxima.

Pero se vio obligado a dimitir ese mismo verano, en agosto, al descubrirse que ocultó un pago de 12.7 millones de dólares de Ucrania, país para el que trabajó, pues Manafort fue asesor del ex presidente ucraniano Viktor Yanukovich.

Su opulenta carrera profesional fue la que le permitió llevar una vida llena de lujo hasta que cambió la mansión por las rejas el pasado 15 de junio. Ya son ocho meses los que lleva en prisión. Una de sus excentricidades consiste en una cazadora de piel de pitón valorada en 16.500 euros.

Sus lujosas compras en Beverly Hills las pagaba a través de cuantiosas trasferencias con sus cuentas en Chipre. Sus propiedades suman también una colección de coches de lujo y propiedades en Nueva York, Washington y Florida.

Fue este tren de vida el que le puso al fiscal Robert Mueller detrás al unirse al equipo de Trump, el mismo fiscal que investigaba las injerencias rusas en la campaña del líder republicano. Mueller acusó a Manafort de 18 delitos fiscales. Estos cargos son los que le han costado, de momento, tres años y 11 meses de cárcel.

Las críticas llegaban cuando el juez T.S. Ellis era reprendido por la condena, que podría haber llegado hasta los 24 años de cárcel. Ellis dijo que esa cifra hubiese sido excesiva para un hombre que "ha vivido una vida irreprensible" excepto por "el robo de dinero a todos los que pagan impuestos". 

Manafort, el "buen hombre" del presidente

En el juicio apareció sin su porte habitual: no llevaba un traje a medida ni un reloj de titanio. Solo estaba un hombre de 69 años enfundado en un mono de prisión verde con el nombre de la cárcel estampado: Alexandria Inmate.

Paul Manafort entró en un juzgado de Virginia en una silla de ruedas después de ser declarado culpable de fraude fiscal en un juicio que, el año pasado, le convirtió en un ejemplo de los excesos de los lobistas de Washington.

El juez federal del caso, T.S. Ellis, condenó a Manafort a 47 meses de prisión, a lo que hay que descontar los 8 meses que ya ha pasado en la cárcel. A pesar de ser menos tiempo de lo esperado, Manafort será condenado en otro juicio en Washington la semana que viene por trabajar durante años para gobiernos extranjeros sin informar al Ejecutivo de EEUU ni cotizar al erario público.

"Decir que he sido humillado y avergonzado sería una bruta subestimación", dijo Manafort al juez el pasado jueves. Dijo que su vida estaba "personal y profesionalmente en ruinas". Esas palabras las dijo un hombre que "creía que las leyes no le afectaban a él".

Durante el juicio por fraude, los fiscales detallaron su altísimo nivel de vida. Varias casas, coches y relojes de lujo, alfombras persas y trajes a medida de valores millonarios.

Después de que un jurado encarcelara a Manafort el pasado agosto, Trump dijo que la investigación era "una desgracia" y que él era "un buen hombre", albergando la posibilidad del perdón.

El posible pero improbable perdón de Trump

Entorno a los juicios de Manafort ha sobrevolado la idea de un perdón presidencial que podría otorgarle Trump, algo que muchos señalan como un movimiento polémico, a pesar que el presidente tenga la potestad para indultar a personas en casos de crímenes federales.

El abogado de Trump, Rudolph Giuliani, ha dejado caer la posibilidad, y el propio presidente aún no lo ha descartado.

Y si bien el perdón, que supondría la conmutación de la pena, es una decisión del mandatario. El debate surge a raíz de cuán ético sería o de si dicho indulto ha sido ofrecido de forma inadecuada a Manafort -con el objetivo de evitar que los investigadores obtengan información perjudicial para Trump-.

Aun en el caso de que la clemencia desborde a Trump, los expertos insinúan que el perdón presidencial no libraría a Manafort de alguno de los delitos como no cotizar al erario público sus trabajos para gobiernos extranjeros.