Lajos Simicska era un poderoso hombre de negocios que apoyaba a Viktor Orbán: llegó a dirigir la Agencia Tributaria húngara. Cuando cayó en desgracia perdió su cargo, su imperio, casi toda su fortuna y ahora va a todas partes con un detector de radiación en el maletín porque teme que le intenten envenenar con sustancias nucleares.

El sacerdote Gábor Iványi bautizó a dos de los hijos de Orbán y era un amigo íntimo de la familia. Hasta que el pastor escribió una carta pública pidiendo a Orbán que aceptase refugiados. Entonces, Orbán retiró el subsidio estatal a más de 300 parroquias con actividades a favor de los refugiados y muchos curas húngaros han tenido que buscar un segundo trabajo.

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La Universidad Europea de Soros en Budapest se oponía públicamente al programa electoral de Fidesz, el partido de Viktor Orbán. El primer día de este año esa institución tuvo que cerrar sus puertas tras años de acoso gubernamental y una ley llamada “Stop Soros”. Se diría que nadie es capaz de enfrentarse a Viktor Orbán y salir indemne.

Tal vez por eso, los opositores a su régimen han tenido que recurrir a la imaginación. En Budapest, tras varias semanas de manifestaciones diarias por las principales calles de la ciudad, los ciudadanos descontentos con Orbán exhiben pegatinas y pintan grafitis con las siglas “O1G”, acrónimo de “Orbán es un esperma”, palabra esta última que en húngaro es considerada un insulto.

Aprovechando las nevadas invernales, muchos parabrisas y capós de coches son usados para escribir las siglas que también adornan ropa para perros, señales de tráfico e incluso hogazas de pan con el ubicuo “O1G” escrito en la miga con pimiento en polvo. Alguien incluso alquiló una avioneta en Florida, describió una ruta escribiendo el mensaje para Orbán desde el cielo y el mapa del recorrido se ha hecho viral.

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En Budapest, un comediante ha fundado el Partido del Perro con Dos Colas, que promete “cerveza gratis, vida eterna y hacer Hungría pequeña otra vez”, en oposición al eslogan de Trump -adoptado por Orbán-. El partido está registrado, en las elecciones del año pasado obtuvo un 1,7% de los votos y parece tener una réplica para todos los puntos del programa electoral de Fidesz: propone que los refugiados puedan entrar en el país –pero no los domingos, para no hacer trabajar a los funcionarios-, tapar el agujero de la capa de ozono –pero solo la parte situada sobre Hungría- y recaudó más de 100.000 euros en donaciones para llenar las carreteras con carteles exhibiendo mensajes como “Pedimos perdón por nuestro Primer Ministro” o “Refugiados, bienvenidos. Tomad nuestros trabajos, nosotros emigramos a Reino Unido”.

Una joven de 19 años, en el punto de mira de Orbán

Esta mezcla de ingenio, humor amargo y enojo contra su dirigente es lo que llevó a Blanka Nagy, una estudiante de sociología de un pueblo al sur de la capital, a pronunciar un discurso ante sus vecinos. En él llamaba al gobierno de Orbán “epidemia asquerosa similar a la de las vacas locas” y se despachaba a gusto hablando contra el propio Viktor Orbán, el Presidente y el gobierno del país.

Normalmente, las soflamas de una joven de 19 años en la plaza de su pueblo no deberían inquietar a un gobierno que ostenta la mayoría absoluta y que se enfrenta casi rutinariamente a las amenazas de la Unión Europea para que cambie su política. Pero, por alguna razón, la maquinaria de Fidesz decidió que ni siquiera una anónima estudiante universitaria puede levantar su voz contra el régimen Orbán. Las represalias contra Blanka Nagy han sido brutales.

Desde los medios cercanos al gobierno se ha desencadenado una agresiva campaña de descalificación contra la joven usando un lenguaje mucho más degradante que el que ella usó en su modesta tribuna. En editoriales de prensa anónimos, programas de radio nacionales y canales de televisión se le ha insultado (“puta”, “vil, miserable mierdecilla”, “adicta al porno” y “bestia cretina”), se han aireado supuestos detalles sobre su expediente académico e incluso un comentarista político llegó a comentar, refiriéndose a imágenes aumentadas de la boca de Blanka, que la joven “encuentra un placer pornográfico al rebelarse contra el poder”.

Recientemente, el 80% de los medios de comunicación de Hungría se agruparon en un holding estatal llamado MNTV, controlado por el ejecutivo. Formalmente, los dueños de estos medios han cedido la gestión de los mismos a la agencia gubernamental, aunque no la propiedad. De esta manera, el estado húngaro dicta los contenidos y confecciona las plantillas de estos medios, entre los que se cuentan los más importantes del país, y cede los beneficios -cientos de millones de euros en publicidad institucional- a sus propietarios legales.

Precisamente la Televisión Nacional húngara ha sido el punto elegido por los manifestantes que, desde diciembre del año pasado, recorren casi cada día las calles de Budapest para protestar. Desde la histórica Plaza de los Héroes hasta el edificio sede de la TV estatal, miles de húngaros han marchado decenas de veces en el último mes para protestar contra la llamada “Ley Esclavista”, que les obliga a trabajar 400 horas extra al año y permite a los empresarios pagarlas dentro de tres años.

El otro blanco de las iras ciudadanas es la manipulación informativa de la TV, apodada como la “máquina de propaganda”. Hace unas semanas, un diputado de la oposición fue desalojado de manera violenta de las instalaciones de la Magyar Televízió tras esperar toda la noche a ser recibido por algún directivo. Las imágenes del parlamentario arrastrado por el suelo por los guardias de seguridad -la policía no hizo acto de presencia a pesar de ser llamada- escandalizaron a la prensa europea y confirmaron, una vez más, que no estar de acuerdo con Orbán tiene un precio.

El yerno de Orbán, beneficiado por la administración

Los adversarios de Viktor Orbán deben prepararse para sufrir sus ataques, pero aquellos que se sitúan en su órbita pueden llegar a gozar de grandes privilegios. Tres de los hombres más poderosos del país -el Presidente János Áder, el portavoz del Congreso László Kövér y el propio Orbán- jugaban en el mismo equipo de fútbol y salían de juerga juntos cuando eran jóvenes.

Un extenso reportaje de investigación del medio independiente Atlatszo probaba hace unos días que Viktor Orbán y varios miembros de su gobierno han estado disfrutando, desde hace tiempo y con mucha frecuencia, de favores de empresarios húngaros. El hombre de negocios Lőrinc Mészáros, amigo cercano del premier húngaro, ha cedido su yate de 42 metros de eslora y su lujoso jet valorado en 53 millones euros para que Orbán asistiese a varios partidos de fútbol como el Videoton-Ludogorec en julio del año pasado o el Argentina-Croacia de la última Copa del Mundo, además de varios viajes de placer por el Mediterráneo junto al jefe de los ferrocarriles nacionales, entre otras personalidades del gobierno.

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Asimismo, el yerno de Orbán se benefició de un contrato para renovar el alumbrado público de la ciudad de Vác a cambio de 1,3 millones de euros provenientes de los fondos europeos al desarrollo. Tras completar la instalación de las 6.500 nuevas farolas, se ha comprobado que el consumo eléctrico y los costes del nuevo tendido se han incrementado de manera injustificada, y por los materiales se pagó un 50% más del precio de mercado, lo que ha motivado una investigación de la UE. Tras una rápida inspección de la policía húngara, se eximió de toda responsabilidad a la empresa.