Ayer nos llegaba la triste noticia de la desaparición de una de las personalidades internacionales más relevantes de estas últimas décadas: Kofi Annan.

Han sido múltiples y lógicos los numerosos testimonios publicados en reconocimiento a su trayectoria y proyección. Todos los analistas han coincidido en subrayar el elevado carácter humanista y su profundo compromiso por el diálogo y la paz. Me sumo, por lo tanto, a todos aquellos que han reconocido su gran labor como diplomático y ser humano y, sobre todo, por su extraordinaria contribución en favor de un mundo mejor.

Tuve el honor y la suerte de conocerle suficientemente y de trabajar con él en distintas cuestiones de orden internacional. Guardo la imagen de una persona que irradia por su propia prestancia y dignidad un carisma y un liderazgo indiscutibles, que solo se puede entender por una profunda fuerza moral interior que desplegaba en todos sus gestos y actuaciones.

Sus cualidades personales y profesionales eran obvias. Además de haber sido el primer ciudadano subsahariano que logró ser elegido Secretario General de Naciones Unidas, durante su larga carrera diplomática demostró con creces su extraordinaria experiencia al haber sido capaz de enfrentarse con eficacia y éxito a múltiples misiones complejas. Nadie puede poner en duda su enorme capacidad de trabajo y su elevado sentido de la escucha y el diálogo como instrumentos esenciales a la hora de negociar. Kofi Annan es, sin duda, un gran modelo para los diplomáticos de nuestro tiempo y será referencia obligada a la hora de enseñar y practicar la diplomacia del siglo XXI.

Pero, quizás lo más relevante, lo más significativo de Kofi Annan, es haber representado y ser el símbolo del multilateralismo. Hoy, cuando éste es objeto de críticas, de abandono y de desprecio; hoy, cuando algunos defienden el retorno al unilateralismo y al aislamiento es cuando la obra y el legado multilateral de Kofi Annan resplandecen con más fuerza. Kofi Annan representa la victoria del multilateralismo. El orden internacional jamás había conocido un marco multilateral tan eficaz como en el periodo en el que le correspondió a Kofi Annan presidirlo. Sí, fue un gran Secretario General de Naciones Unidas pero, sobre todo, supo y se dedicó en cuerpo y alma, como lo había hecho desde que ingresó en el hogar onuasiano, escalando puestos y responsabilidades, a reforzar y renovar la arquitectura multilateral internacional.

Su perseverancia para evitar las guerras le llevó a actuar hasta el límite donde le permitía su mandato. Su valentía y coraje de entrevistarse con Sadam Husein, y tratar de evitar así una conflagración internacional, recibió el apoyo espontáneo y entusiasta de todos los funcionarios de la ONU. Al regreso de su viaje fue recibido en honor de multitudes y todos los empleados onusianos volvieron a sentirse orgullosos de su organización. Sin embargo, algunas potencias obsesionadas con la guerra no le dejaron continuar su esfuerzo diplomático y nos condujeron a una intervención militar cuyas consecuencias seguimos sufriendo hoy. ¡Qué gran error estratégico, qué irresponsabilidad!

Kofi Annan luchó y logró reforzar el enfoque multilateral. De la Cumbre del Milenio -con la aprobación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio-, al establecimiento de la responsabilidad por proteger, a la creación de la Corte Penal Internacional son solo algunos ejemplos que reflejan su convicción de que solo el multilateralismo y Naciones Unidas son capaces de responder a los nuevos retos colectivos de un mundo global. Esta es su gran contribución: el multilateralismo eficaz.

A pesar de las consabidas frustraciones que el propio sistema onusiano genera, Kofi Annan trató de resolver y solucionar distintas crisis históricas. Es así como le conocí por primera vez cuando yo asumía la misión europea para el Proceso de Paz para Oriente Medio. Junto a sus colaboradores, concebimos y creamos el Cuarteto de Madrid. Kofi Annan asistió a la reunión inaugural en la capital española. A partir de ese momento siempre mantuve una cooperación permanente para debatir los problemas y desafíos de Oriente Medio, incluso durante su última etapa como mediador en Siria.

Nuestros contactos se multiplicaron lógicamente durante mi tiempo como ministro de Asuntos Exteriores. Acogió con gran interés la iniciativa del presidente Zapatero de impulsar una Alianza de Civilizaciones. Comprendió el valor de esta iniciativa y la convirtió en una estrategia de la ONU. El presidente Zapatero quiso brindarle, al término de su mandato, un homenaje y organizó un concierto en la sede de Nueva York dirigido por el maestro Daniel Barenboim.

La última vez que tuve la suerte coincidir con Kofi Annan fue con ocasión del concierto de Derechos humanos en Ginebra el pasado mes de diciembre; en la sala XX del Consejo de Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones. Él fue quien aprobó el proyecto de remodelación de la sala y en 2008 acudió a su inauguración, con su sucesor Ban Ki-moon, y en presencia de Su Majestad el Rey Juan Carlos y del presidente Rodríguez Zapatero.

Pensábamos contar con su asistencia con ocasión del décimo aniversario de la inauguración de la sala el próximo mes de diciembre.

Todos le recordaremos y nunca olvidaremos su lucha y su victoria por el multilateralismo.

***Miguel Ángel Moratinos Cuyaubé fue Ministro de Exteriores entre los años 2004 y 2010.