Las dos moríamos de admiración por Judy Woodruff, la presentadora principal de PBS Newshour en Washington DC. Back to you in New York now, Jim, era la forma habitual de Woodruff de despedirse de Jim Lehrer al terminar el prestigioso telediario de la cadena pública de EEUU. Una hora de información en profundidad según el formato creado por los míticos Jim Lehrer y su colega Robert MacNeil, inseparables desde que en los años 70 del siglo cubrieron juntos el caso Watergate.

Era 1990, teníamos una beca Fulbright para estudiar periodismo en Nueva York y queríamos ser como Judy, soñábamos con tener un programa así en España. Contar alto, claro y fuerte lo que está pasando. Sin intromisiones y hasta sin publicidad. La broma, recurrente, era cómo traducir ese back-to-you al español. "De vuelta contigo en Madrid, Anita", según Salud, que hacía entonces su máster en NYU (New York University) y yo en Columbia. Ella downtown, yo uptown.

Ella prefería esa parte de Manhattan, yo la mía. Ella defendía esa zona de la isla a muerte, yo con igual ahínco la mía. A partir de ahí, siempre fue igual: nunca hemos logrado ponernos de acuerdo en algo -sobre todo en política, Salud es de derechas y no tiene la menor duda- pero nunca hemos dejamos de ser amigas del alma. Más distintas, imposible. ¿Quién sino Salud estaría este fin de semana, sola, en medio de ningún sitio, en El Tarra, en la región del Catatumbo? Un lugar perdido en la selva colombiana donde conviven cultivos de coca, tres grupos guerrilleros (FARC, ELN y EPL), bandas criminales y campesinos.

Ana Romero en una imagen con la periodista secuestrada

LA MUJER MÁS VALIENTE

Casi todos los grupos armados que hay en Colombia operan allí, al noroeste del país, en la frontera con Venezuela. Salud estaba allí porque es la mujer más valiente que he conocido nunca y también la única periodista que conozco (o periodisto, que diría ella con su agudo sentido del humor, según la moda ahora) que ejerce este oficio por pura y simple vocación. Así lo escribe ella en su blog: “Soy reportera de alma y corazón. Si pudiera elegir un oficio, sería como un bombero, pendiente las 24 horas de salir corriendo hacia donde estalle el fuego”. Como una monja del periodismo (y en Colombia no le queda ya religiosa española que no haya entrevistado).

Una vocación que la lleva a pagarse los viajes de su propio bolsillo; a no comer durante días; a dormir bajo un techo de uralita entre gallinas, con un agujero en la tierra como baño y con un cubo de agua como ducha. Lo cuento así porque en alguna ocasión (pocas, gracias a Dios) y en medio de mis más absolutas protestas me ha obligado a hacerlo con ella. "Aquí en Colombia es así", zanjaba Salud mis quejas sobre la falta de hotel en más de un un pueblo perdido a donde me llevó a entrevistar a los líderes marxistas de las FARC (Alfonso Cano, Simón Trinidad), de los paramilitares fascistas (Carlos Castaño) o al médico Manuel Patarroyo (nunca fuimos capaces de entender cómo funcionaba eso de la vacuna de la malaria).

Entonces las dos trabajábamos para El Mundo. Con absoluta generosidad, me abrió las puertas de los algunos de los sitios más horrorosos en los que he estado nunca. La conocían todos. Al comandante Cano, entonces líder de las FARC, lo fuimos a ver en junio del año 2000. Antropólogo de buena familia, Cano (Guillermo Sáenz Vargas) llevaba en la selva más de 30 años cuando nos sentamos con él. “Oyéndolas a ustedes me acuerdo de las películas de Almodóvar que he visto: hablan muy rápido y se interrumpen mucho”, nos dijo Cano sorprendido por la pasión española de nuestros intercambios. Antes de morir bombardeado en 2011, Cano aún le envió un correo a Salud recordando los “c….” de las mujeres españolas.

LÁTIGO DE CORRUPTOS

Han pasado 26 años desde que nos hicimos amigas en Nueva York y en España todavía no existe un programa como el de Judy Woodruff. Pero en Colombia, Salud lo ha conseguido: desde su columna en El Tiempo (el diario número uno del país) es una de las periodistas más influyentes y conocidas del país, un látigo de corruptos, ladrones y sinvergüenzas (éste es puro lenguaje Salud) en un país que lleva medio siglo casi de guerra civil, de pobreza, de corrupción, de desigualdad. Media Colombia la ama y media la detesta. Presidentes he conocido tres: Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y José Manuel Santos. No sé cuál de los tres le tiene más manía.

Con la misma naturalidad que se dejó apedrear en la zona de Gaza- le cogió el momento álgido de la Intifada, claro- o se enfrentó a los pandilleros en el metro de Staten Island, Salud agrede con su pluma a políticos, guerrilleros y empresarios por igual. Lo que peor lleva: la frivolidad.

Salud es deportista- llegó a jugar en primera división en hockey- y muy echada para delante. Le que más teme: arañas y cucarachas. Lo que menos: los hombres poderosos. Tiene millones de anécdotas, pero hay una que me encanta: a pie de coche, cuando era jefe de gabinete de Segurado, Manuel Fraga le entregó- sin mirarla- un voluminoso taco de papeles creyendo que era la última secretaria del jefe. Salud abrió los brazos y- sin mirar al entonces todopoderoso líder de AP- los dejó caer en el suelo. Salud en estado puro.

COLOMBIA EN EL CORAZÓN

No es temeraria, simplemente no-nonsense. Ha recorrido Colombia de cabo a rabo en estos 16 años años que lleva viviendo allí porque adora ese país, posiblemente uno de los más hermosos del mundo. Se ha hecho colombiana de nacionalidad (sin olvidar España, el Real Madrid y su familia) porque allí ha encontrado una segunda patria y sobre todo, la manera de hacer el periodismo que siempre buscó. Llegó allí después de una vida variopinta y siempre con el periodismo bajo el radar.

Última imagen enviada por la periodista a una amiga

Sobre estas líneas, la última imagen que Salud envío a una amiga. Fue tomada el pasado miércoles en una casa de un pueblo cercano a la ciudad colombiana de Santander. La periodista estaba viendo allí la final de la Europa League entre Sevilla y Liverpool. Como muestra la fotografía, las siglas del ELN llegaron hasta su puerta.

Al terminar la carrera de Periodismo en la Complutense, entró de prácticas en Europa Press donde hizo reportajes rosa. Después recaló en la radio con Antonio Herrero, pero su voz- demasiado áspera- no casó bien con las ondas. En en el gabinete de comunicación de los empresarios madrileños (la CEIM) conoció a José Antonio Segurado, con el que pasó al Partido Liberal como jefe de gabinete. Pero la política no era lo suyo. Pidió una beca Fulbright para hacer un master en EEUU y ahí fue donde la conocí. O no. El día que nos entregaron los galardones en una solemne sesión en Madrid- la reina doña Sofía y el entonces ministro Javier Solana entre otros- Salud estaba recorriendo el Tíbet en un camión. Todos preocupados ese día por qué ponernos, cómo saludar a la reina o qué decir en el auditorio, y Salud en medio de ningún sitio.

De nuevo, no pudo ser. Cuando aún no había terminado el máster NYU la llamó Segurado para ofrecerle ser la jefe de gabinete de Mario Conde. En 1991, Conde era, a nuestro entender, “la última Coca-Cola del desierto”, uno de los hombres más poderosos de España. Cuando el maestro del universo cayó con el banco intervenido, Salud encontró la oportunidad de ir a Bogotá como representante de Burson-Marsteller, la empresa de comunicación en la que recaló tras el desastre de Banesto.

LA NIÑA INDIGENA

A partir de ahí, su historia de amor con Colombia, todo lo colombiano y el periodismo. Así le contó a Isabel Álvarez, otra gran amiga y viajera, cómo encontró hace un par de años a la niña que vemos en la fotografía: “La vimos en una aldea indígena. Estaba sola en su casa de tablones de madera sin paredes y construida sobre pilotes. No dejaba de llorar y nadie le hacía el menor caso. La gente hablaba en embera, y el indio con el que íbamos nos tradujo que el padre se había ido esa mañana de viaje y regresaba la otra semana y que la madre hacía tiempo que se fue. Nadie se acercaba a la niña, que estaba sentada en pleno sol y rodeada de mosquitos. Como no tenía nada que darle le pedí al fotógrafo su botella de agua que le quedaba medio culín. Cuando vimos que se la bebió con avidez fuimos a por otra botella que teníamos en la lancha”.

Imagen de una de las niñas ayudadas por la periodista

Entonces, Salud decidió que se la llevaba al pueblo. Le dieron un pantaloncito “con telarañas” y se lo puso. Cuando la cogió, comprobó que estaba sobre sus propios excrementos. Por la noche, con la niña en brazos, llegaron a aldea a tres horas de lancha. El médico del centro de salud le diagnosticó desnutrición en grado 3 (por lo visto, el máximo, según aprendió Salud entonces): "Le pusieron dos tipos de suero y enseguida consumió dos bolsas. Dejó de llorar desde la lancha pero nunca se ríe". Salud puso una denuncia ante la policía contra el padre para que no se la devolvieran y la entregó a Bienestar Familiar, donde se ocuparon de que la niña fuera adoptada.

Historias como éstas hay miles. Salud conoce Colombia mejor, mucho mejor, que la mayoría de sus políticos y de sus periodistas. Lejos de las alfombras rojas, allí donde sufre la gente, por allí viaja siempre Salud. Su último libro, Acorralada (Planeta, 2015), es la historia de Isabel, “la mujer más perseguida por las Farc). Con Isabel (nombre falso de la protagonista) estuvo en El Retiro presentando su libro. Aquí lo tengo, dedicado a su ahijada Vicky animándola a ser “una gran escritora”. Donde quiera que estés hoy, Salud, de vuelta contigo. Siempre.

Portada de su último libro publicado, Acorralada E. E.

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