El eslogan de Bernie Sanders feel the Bern (un juego de palabras con “siente la quemazón” y el nombre del candidato) ha cobrado verdadero sentido para su oponente en las primarias, Hillary Clinton, y el propio Partido Demócrata.

Este lunes, el autodenominado socialista asestó otra derrota a la ex secretaria de Estado en Oregón y estuvo a punto de ganarle también en Kentucky.

Sanders se encuentra, con todo, a una distancia casi insalvable de la favorita. Ella sólo necesita 90 delegados más para lograr los 2.382 necesarios para convertirse automáticamente en el paladín demócrata en las elecciones generales -si bien unos 500 de los delegados que la apoyan no le deben lealtad y podrían cambiar de bandera.

Pero el senador ha logrado el apoyo suficiente para promover sus ideas progresistas entre los demócratas y parece dispuesto a llegar hasta el final para consolidar su “revolución política”. Aunque no está claro por qué quiere continuar "hasta que se deposite el último voto", algunos consideran que su lucha se ha vuelto más ideológica que electoral.

"Sanders permanece en la carrera por una de dos razones: uno, porque piensa que puede ganar -ahí estaría equivocado-; o, dos, porque cree que puede ayudar a dirigir el debate -donde estaría en lo cierto", afirma Mo Elleithee, director ejecutivo del Instituto de Políticas y Servicio Público de la Universidad de Georgetown, quien trabajó durante dos décadas como experto de comunicaciones en el bando demócrata.

"Bernie ha tenido un éxito tremendo a la hora de resaltar los asuntos que le preocupan, lo que ha ayudado mucho a su causa", afirma el experto. "Si decide permanecer en la competición y logra conducir la energía de sus simpatizantes de manera efectiva, pienso que puede atribuirse el mérito de impulsar su agenda populista al estrado nacional". (El término 'populista' no tiene una connotación negativa en EEUU).

Sanders quiere aprovechar la Convención Nacional Demócrata en verano para desplazar el partido hacia la izquierda injertando ideas como la subida del salario mínimo en el ADN de la formación -el manifiesto del partido.

“Si no ganamos, pretendemos obtener todos los delegados que podamos para que cuando vayamos a [la Convención Nacional en] Philadelphia tengamos los votos para crear el programa progresista más fuerte que ningún partido haya visto”, dijo el aspirante en abril.

El socialista se ha quejado de que la dirección del Partido Demócrata ha nombrado sobre todo a personas favorables a Clinton para integrar las comisiones de la Convención Nacional y restar así influencia a su campaña. A comienzos de mes, escribió una carta a la presidenta de la formación azul para exigir más pluralidad en la cumbre.

“Si queremos tener un partido unido en otoño [cuando se celebren las elecciones], independientemente de quién gane la nominación, no podemos tener una Convención Nacional Demócrata en la que las opiniones de millones de personas que han participado en el proceso de primarias estén infrarrepresentadas”, argumentó.

Hay quien duda, sin embargo, de que cambiar el manifiesto del partido sea una manera eficaz de desarrollar la agenda del movimiento progresista que encarna Sanders.

“No tenemos esa disciplina de partido”, afirma Alana Moceri, profesora estadounidense de la Universidad Europea de Madrid y directora de la iniciativa 'Spain for Hillary', que reconoce que Sanders ha tenido un gran impacto político. “Lo que él tiene que influenciar son más bien las posturas de Hillary y sí lo ha hecho”.

COMERCIO, SALUD Y EDUCACIÓN: LA INFLUENCIA DE SANDERS SOBRE CLINTON

Hillary Clinton, que apoyó el Acuerdo de Asociación Transpacífico -un acuerdo comercial entre EEUU y otros países del Pacífico como Japón, Vietnam o Australia-, ha pasado a criticarlo. Ante la propuesta de Sanders de establecer un sistema de salud universal a la española, Clinton ha sugerido abrir el programa sanitario subvencionado para ancianos Medicare a más ciudadanos.

A lo largo de la campaña, Clinton se ha pronunciado a favor de causas progresistas en sintonía con los votantes de Sanders como la oposición al oleoducto Keystone XL y la lucha contra la desigualdad económica. Meses después de que Sanders propusiera eliminar los costes de matrícula en las universidades públicas, la favorita lanzó un plan para que los estudiantes no se tengan que endeudar para estudiar.

Para Moceri, los dos aspirantes demócratas persiguen los mismos objetivos con “diferencias de estilo” pero opina que las ideas de Clinton son más pragmáticas. Y aunque le “parece bien” que Sanders quiera influenciar ideológicamente a los demócratas, teme que su lucha por tener más poder en la Convención Nacional pueda provocar un cisma en el partido, un temor que otros demócratas comparten.

Este fin de semana, simpatizantes del senador sumieron al congreso estatal del Partido Demócrata en Nevada en el caos lanzando sillas y amenazando a la presidenta de la formación en el estado, informa el New York Times. El incidente ha despertado preocupación por que algo similar pueda ocurrir en la Convención Nacional.

La campaña de Sanders ha condenado la violencia desatada en Nevada, pero ha recalcado que, a su modo de ver, el aparato del partido ha tratado al senador y a sus seguidores injustamente.

Elleithee, de Georgetown, afirma que estos hechos ponen en peligro los objetivos del senador por Vermont. "Los asuntos que le preocupan corren el riesgo de verse ensombrecidos ante las acciones de algunos de sus simpatizantes", asegura.

Por su parte, Moceri sostiene que Sanders debería optar por apoyar a candidatos progresistas a las elecciones al Congreso que también se celebran en otoño para promover sus ideas.

Preguntada sobre si ve a Clinton proponiendo a Sanders como su vicepresidente, Moceri considera que es poco probable dada la fricción que ha surgido entre sus campañas pero que la ex secretaria de Estado podría proponer a un miembro del movimiento progresista como su segundo de a bordo para contentar a un sector del electorado que ha hecho mucho ruido estas elecciones.

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