A pesar de querer continuar sus estudios, Bruce, un joven de 23 años del sureño Kentucky, tuvo que comenzar a conducir camiones para ganarse la vida. Ahora ha regresado a casa de sus padres y trabaja fabricando etiquetas para electrodomésticos de General Electric. “Cuando me gradué en Psicología mi intención era estudiar un doctorado, pero no tenía 100.000 dólares para volver a la universidad”, dice a EL ESPAÑOL. “Todavía me gustaría sacarme el doctorado y convertirme en psicólogo clínico, pero a menos que gane la lotería, me endeude o me mude a Europa, eso no parece que vaya a suceder”.

Bruce se crió en un estado de mayoría republicana y en un hogar conservador. En las anteriores elecciones presidenciales de 2012, su candidato favorito era de hecho el republicano Ron Paul, de ideología libertaria capitalista. Pero, en esta ocasión, Bruce ha puesto sus esperanzas en Bernie Sanders, un autodenominado socialista de 74 años y senador por el estado nororiental de Vermont que compite con la ex secretaria de Estado Hillary Clinton por la nominación del partido demócrata. “[Sanders defiende] la sanidad universal y la educación universitaria gratuita”, dice. “Somos una de las últimas naciones industrializadas que aún no garantiza la cobertura sanitaria a sus ciudadanos. Con respecto a la universidad gratuita, supongo que me atrae tanto la idea porque me gustaría obtener mi doctorado”.

Como Bruce, muchos otros estadounidenses de la llamada 'generación y' o 'generación del milenio' han encontrado a su candidato de preferencia en Sanders. Millennials desencantados con el sistema y los políticos convencionales abarrotan sus actos de campaña y promueven las ideas del socialista en redes sociales. “Los jóvenes son una de sus principales fuentes de apoyo y esto se debe en gran medida a su mensaje, sobre todo, respecto a la desigualdad económica”, afirma Molly Reynolds, analista del think tank Brookings Institution, con base en Washington DC. “Hay una preocupación entre la juventud estadounidense por la desigualdad”.

Sanders, que predica entre otras medidas de izquierda elevar el salario mínimo en todo Estados Unidos a 15 dólares la hora, ha recabado el apoyo de ciudadanos progresistas y miembros de la clase trabajadora. Ha recaudado 30 millones de dólares de una vasta red de pequeños donantes para su campaña en vez de recurrir a dinero de grandes empresas. Y, a una semana de que comiencen los caucus Iowa y, con ellos, la temporada de primarias, se alza en las encuestas para rivalizar con la hasta ahora gran favorita Clinton.

El promedio de sondeos nacionales de la web RealClearPolitics le otorga un 38% de intención de voto frente al 51% de Clinton, cuando hace un mes la ex primera dama le llevaba 25 puntos de ventaja. En Iowa, el senador está a sólo a tres puntos de ella. Mientras, en New Hampshire, la segunda cita electoral de la temporada, Sanders lidera por 12. Y entre los jóvenes demócratas de todo el país, un 57% lo prefiere a él, según un reciente sondeo de USA Today/Rock the Vote.

No es sólo su discurso de izquierdas lo que gusta de Sanders, sino también la percepción de que ha sido fiel a sus ideas a lo largo del tiempo. “Bernie es un hombre con convicción y, por lo que sé, ha venido diciendo las mismas cosas durante toda su carrera política (…) es sincero, cosa que no se puede decir de la mayoría de los políticos”, dice Bruce. Mark Harkins, experto del Government Affairs Institute de la Universidad de Georgetown, coincide: “Creo que su visión de cómo se debería dirigir el país no ha cambiado y él está vendiendo eso [en su campaña]”.

ROMPIENDO MOLDES

Natural de Brooklyn, Nueva York, los orígenes de Sanders son humildes. Su padre era un inmigrante polaco que trabajaba como vendedor de pintura. Después de completar sus estudios universitarios, Sanders se mudó al rural Vermont, donde hoy sigue viviendo con su mujer Jane. Allí trabajaba haciendo documentales y como carpintero. En 1981, se convirtió por apenas diez votos en alcalde de Burlington, la mayor ciudad del estado pese a tener sólo unos 40.000 habitantes. Desde el Ayuntamiento comenzó a sacar adelante proyectos progresistas como programas para la juventud o una comisión para las mujeres.

Tras ocho años al frente de la ciudad, Sanders quiso representar a su distrito en la Cámara de Representantes en Washington. La primera vez que lo intentó perdió frente al republicano Peter Smith. Dos años más tarde, sin embargo, consiguió batirlo en las urnas para convertirse en uno de los pocos socialistas declarados que hayan formado parte del Congreso de EEUU, ya que el término “socialista” es considerablemente intimidatorio en el país.

Pero Sanders no es el prototipo de izquierdista europeo. Aunque los derechos sociales y la lucha por la igualdad económica son sus principales estandartes políticos, Sanders no es amigo de cargar con impuestos a los ciudadanos, asegura Harkins, una peculiaridad que lo acerca a los republicanos, que opinan que el Estado debe dejar los bolsillos de la gente en paz. “Es casi un libertario en el sentido de que apoya la bajada de impuestos para proteger a la clase trabajadora”, dice el experto. Por ejemplo, en Burlington, rebajó los impuestos de los vecinos mientras aumentaba la recaudación pública del turismo y las compañías. “No buscaba subir los impuestos a los ricos en particular sino recaudar donde estaba el dinero”, afirma Harkins.

Su programa electoral incluye, sin embargo, propuestas fiscales poco conservadoras, como, por ejemplo, imponer la llamada tasa Tobin a transacciones financieras especulativas y financiar así la educación superior pública. Sanders también defiende reformar el sistema para que los ciudadanos que ganan por encima de 250.000 dólares anuales paguen el mismo porcentaje de impuestos en Seguridad Social que la clase media.

Por otro lado, a diferencia del presidente, Barack Obama, o Clinton, el senador por Vernmont no defiende una reforma radical de la legislación en materia de armas de fuego. “Obviamente, necesitamos un control fuerte y sensato de las armas y yo lo apoyaré”, dijo el candidato en verano en una entrevista con NPR. “Pero alguna gente cree que eso va solucionar todos nuestros problemas y no es así”.

Cuando Sanders entró en el Congreso en 1990, lo hizo con apoyo de la Asociación Nacional del Rifle, el mayor grupo de presión a favor de los derechos atribuidos por la Segunda Enmienda. Venció a Smith porque el republicano había apoyado una subida de impuestos y más control sobre las de armas de fuego, algo que no gustó a los electores de Vermont. “Es importante entender de dónde viene Bernie Sanders, porque hay una dicotomía en sus raíces. Él representa bien a su gente. Cuando piensas en progresistas, no piensas en activistas a favor de las armas. Pero en Vermont [el derecho a poseer y portar armas de fuego] importa”, explica Harkins. “No es fácil categorizar a Bernie Sanders”. En 2006, se presentó al Senado federal y fue reelegido en 2012 con un 71% de los sufragios.

Aunque hoy busque ser el candidato del partido demócrata a la Casa Blanca, Sanders se ha presentado siempre candidato independiente, no perteneciente a ninguna formación política. Aunque en la práctica forma parte del grupo demócrata en el Congreso de EEUU, su independencia le ha permitido votar con libertad. Por ejemplo, en 2008, cuando ya estaba en el Senado, votó en contra del rescate a los grandes bancos, mientras que la mayoría de los demócratas apoyaron la medida. O, en 1993, en la Cámara de Representantes, se opuso a la 'ley Brady', una importante norma para la regulación de las armas de fuego en el país.

Su paso por Washington se ha hecho notar. En sus 16 años en la Cámara, logró aprobar más enmiendas que ningún otro miembro del Congreso. Ha ocupado puestos de importancia en el poder legislativo. Hoy día, es el miembro más importante de la bancada demócrata en la comisión de presupuesto del Senado. “Ha sido un legislador relativamente efectivo pese a no alinearse formalmente con ninguno de los dos partidos”, dice Reynolds, del Brookings Institution. Pero Sanders es conocido, sobre todo, por su labor al frente de la comisión del Senado para los veteranos de guerra.

En 2014, estalló un escándalo que salpicó al Departamento de Asuntos de los Veteranos al descubrirse que decenas de exsoldados fallecían esperando atención médica. Se acusó a hospitales de mantener listas de espera secretas de veteranos para ocultar a las autoridades las dimensiones del problema. Ante esto, el parlamento otorgó más financiación y modificó el sistema para el tratamiento de los veteranos. “Bernie Sanders trabajó muy duro y fue uno de los arquitectos de una ley de consenso para reformar los beneficios [sociales] de los veteranos”, dice Reynolds. “Sanders dijo 'esto está mal, no me importa que el Gobierno sea demócrata, estoy dispuesto a trabajar con los republicanos y me da igual quien se lleve la culpa, vamos a arreglarlo'”, dice Harkins de Georgetown.

¿LA OPCIÓN DEL CAMBIO?

Frente a los planteamientos más radicales de Sanders, Clinton se está presentando en la campaña electoral como heredera y continuadora del legado de Obama y ha arremetido contra Sanders por haber votado para defender las armas de fuego. En el último debate demócrata el pasado fin de semana, los competidores chocaron más que nunca. “Él votó contra la 'ley Brady' cinco veces”, afirmó Clinton. También criticó su plan para establecer un sistema de sanidad pública universal a la europea porque enfadaría a los republicanos y acabaría con los progresos del actual presidente para conseguir un sistema sanitario más justo.

Hay quien, sin embargo, no ve en Clinton un político coherente en sus ideas. “Las opiniones de Hillary Clinton sobre asuntos importantes han cambiado tan fácilmente como el viento cambia de dirección. Es como si esperase a ver qué le gusta a la mayoría de los demócratas y luego escoge sus opiniones”, dice Bruce, el joven simpatizante de Sanders. El senador ha cargado contra ella por aceptar dinero de grandes bancos y dar discursos en eventos organizados por ellos al tiempo que promete transformar el sistema financiero. "¿Puede realmente reformar Wall Street cuando se están gastando millones y millones de dólares en contribuciones a su campaña y proporcionándole honorarios como ponente?", reprochó Sanders a la ex secretaria de Estado en el debate.

Reynolds y Harkins opinan que parte de la fuerza de Sanders reside en que una parte del electorado se opone frontalmente a Clinton por considerarla un miembro del establishment, la oligarquía del poder político. “Si Sanders logra la nominación, será fundamentalmente porque la gente decida no votar por ella”, dice Harkins.

“Si miras los datos, la gente está tremendamente insatisfecha con el statu quo, con el establishment, con el Gobierno, más en la derecha que en la izquierda, pero existe la sensación de que la política tradicional y los políticos del establishment no han cumplido como la gente esperaba”, dice Bruce Stoke, analista en Washington DC del think tank Chatham House y experto en encuestas. “Y Sanders, en muchos aspectos, da voz a esa frustración”.

Uno de los principales desafíos que deberá afrontar Sanders es conquistar al electorado negro e hispano, para el que ahora ha sido un desconocido, mientras que la familia Clinton ha cosechado siempre un gran apoyo de la comunidad afroamericana. Asimismo, está por ver si los jóvenes simpatizantes de Sanders irán a votar cuando llegue el momento. “Ese grupo parece más entusiasta y más pendiente de las elecciones que los votantes más mayores, pero también sabemos que la gente joven no tiende a votar tanto... [Entonces, cuando llegue el día], ¿van a aparecer?", dice Stoke. “Ése es el verdadero examen”.

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