París

Tres semanas después de los atentados de París, el bistrot 'A la bonne bière' es el primero en dar un paso adelante abriendo de nuevo sus puertas. Escasas horas después de esta apertura resulta imposible encontrar un hueco en la terraza.

“Cuando vi lo que había pasado, no sé por qué, tuve un pensamiento para los dueños de estos bares. Pensé que nadie querría tomarse un café en estas terrazas nunca más. Y cuando veo esto me alegro mucho de haberme equivocado”. Lou tiene 24 años. Confiesa su alegría mientras se toma un chocolate con una amiga de la universidad en la terraza del bistrot parisino 'A la bonne bière'. Éste fue uno de los lugares tocados por el llamado 'comando de las terrazas', y en él perdieron la vida cinco personas en manos del terrorismo. También ha sido pionero en volver a la realidad después de la barbarie. Lou cuenta que vive en una bocacalle de la plaza de la República, y que pasear cerca de los lugares tocados por los terroristas se había convertido en los últimos días en una ruta del dolor continua. “Todas estas flores, aquí o en Petit Cambodge, en el bar Carrillon... Los que vivimos en el barrio no podemos pasar página cruzándonos cada mañana con un cementerio en cada esquina”. Mira a su amiga y hace un gesto con las cejas, esperando confirmación. “Estoy de acuerdo. Y creo que una de las razones por las que esta terraza está hoy llena de gente es ésa. Es una forma de aplaudir la iniciativa de los dueños y mostrarles nuestro apoyo”, confirma la joven. “Para ellos tiene que ser muy difícil volver a empezar”.

A las dos de la tarde de este viernes, el tercero desde que París se vistió de luto, los camareros no dan abasto. Las mesas, apiladas las unas junto a las otras, no dejan un solo espacio libre. París no regala hoy más de nueve grados con escasos rayos de sol, pero todos quieren estar en terraza. Los vecinos del barrio marcado por el terrorismo el pasado 13 de noviembre pasan delante de la puerta y levantan el dedo pulgar a quienes han tenido la suerte de coger sitio. “Eso es. Eso es lo que hay que hacer”, dice un parisino que vuelve de la compra. Se va sonriendo a todos los que siguen su charla en la terraza. “Bien, bien. Así tiene que ser”, sigue.

Algunos de los clientes han venido porque conocen a los dueños. Son habituales. A otros no les avergüenza confesar que no conocían el lugar.

El barrio es joven, y un par de grupos de adolescentes no han querido perderse este momento de unión. “Llevábamos diez días preguntándonos entre nosotros cuándo abrirían, y al leerlo en Twitter esta mañana, no lo he dudado. Venimos aquí muy a menudo. El Mc Donalds está ahí en frente, muchas veces cenamos y tomamos una ronda aquí. Además, estamos a dos pasos del Canal Saint Martin”, cuenta Elsa con una pinta entre las manos. Después confiesa que no conocía a ninguna de las víctimas. “Pero da igual. Querían atacar a la juventud y a nuestro ritmo de vida. Y ahora esta terraza está más llena que nunca. Yo diría que no han ganado”.

Los camareros no quieren hablar de lo ocurrido aquel fatídico viernes. Dos de ellos bromean con una pareja de jubiladas que toman café junto a la puerta de entrada. Un único objetivo: continuar. El ritmo es frenético, y aunque desconocen si se mantendrá a largo plazo, más allá del acto simbólico, se les ve felices de no enfrentarse solos ante las sillas vacías.

En el interior del bar, las paredes acaban de recibir una capa de pintura y dos cristaleras con agujeros de bala han dado paso a dos nuevas que hoy relucen y muestran el menú. 'Lomo, patatas fritas y ensalada. 10 euros'. Cualquier gesto para borrar una escena que varios transeúntes todavía reproducen al pasar por la puerta. “¿Ves? Llegaron por aquí del Petit Cambodge, y después siguieron por Boulevard Voltaire. Todo recto a la izquierda llegaron a Charonne”, recuerda susurrando un joven a su pareja, que ha dejado de escucharle y fija su mirada en el cartel que cuelga de la lona del bar. “Je suis en terrasse” (Estoy en la terraza). Con esta adaptación del mundialmente conocido “Je suis Charlie” la gerente del bar ha querido marcar la valentía que el terrorismo intentó robarles. Horas antes, en la apertura, Audrey Bily ha atendido a la prensa. “Vamos a demostrarles que somos más fuertes que ellos. Con esto queremos que el barrio se recupere, que vuelva a funcionar, que vuelva a vivir”.

Aurélien se ha sentado en frente de su maletín y come solo. “Que esté aquí no significa que no tenga miedo. Significa que tengo miedo y a pesar de ello, defiendo lo que es mío”, cuenta algo alterado. Después explica que ha elegido 'A la bonne bière' para comer durante su pausa en el trabajo. Tiene gesto serio, y como tantos otros parisinos ve en las terrazas un signo de resistencia. “Mi empresa está a dos manzanas pero tengo que confesar que no había venido aquí nunca. A partir de hoy voy a seguir haciéndolo. No hay derecho. Eran críos, joder. Tenían toda la vida por delante”. Después bebe un poco de vino blanco y empieza a liarse un cigarrillo. “Es muy fácil venir con cuatro armas de guerra y atacar a indefensos sentados. ¿Dónde está la valentía? Ellos no la tienen, pero nosotros sí. Mire alrededor, no hay sillas libres. Esto es lo que han conseguido”

La terraza hace esquina, y en uno solo de los lados siguen quedando restos de un homenaje que no cesa. Flores, carteles y fotografías de las víctimas. Mientras una veintena de personas ha optado por plantar cara al miedo sentados frente al recuerdo, decenas de personas siguen llegando a encender velas y sentirse acompañados ante una incomprensión todavía palpable. No hay silencio, los vaivenes de los camareros con vino y aperitivos se mezclan con el ruido de barrio, que ha retomado el claxon y el murmullo que hace tres semanas se quedó mudo.

En la puerta, el equipo de 'A la Bonne Bière' ha dejado una pizarra con un mensaje de agradecimiento a bomberos, policía y vecinos que el 13 de noviembre convirtieron sus casas en hospitales improvisados y abrieron sus puertas a completos desconocidos, heridos o aterrorizados. La nota ocupa toda la entrada, como recibimiento a todo el que quiera tomarse algo en una terraza con calefacción, desafiar al invierno y a la barbarie, en un lugar hoy más familiar que nunca. El mensaje concluye: “Para nosotros, ha llegado la hora de volver a encontrarnos, de unirnos y avanzar juntos para no olvidar”.

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