Mariangela Paone Juan Sanhermelando

Una semana después el mar sigue devolviendo los cuerpos sin vida de las víctimas de los naufragios que en los últimos días han convertido las islas griegas del Egeo en el foco de la tragedia sin nombre que se produce a las puertas de Europa. Sin nombre, porque de estos muertos no sabemos ni -probablemente- sabremos nada. Apenas tenemos cifras ciertas: 16 ahogados y 34 desaparecidos el miércoles tras el hundimiento frente a la costa de Lesbos de una embarcación en la que iban más de 300; 19 ahogados el jueves cerca de Kalymnos, otra isla; 11 el domingo en Samo y cuatro en Farmakonisi... Es un boletín de una guerra por la supervivencia que cada día se hace más sangrienta. La mayoría de las víctimas son niños. 

 

Han pasado dos meses desde que la foto del pequeño Aylan Kurdi conmoviera al mundo y desatara una carrera de declaraciones de líderes europeos sobre la "urgencia" de encontrar una solución ante una crisis que iba a ir a peor. Mientras, decenas de niños han muerto en el tramo de mar de un puñado de kilómetros que separa estas islas griegas de la costa turca. Y esta semana las fotos de los cuerpos de otros pequeños Aylan tendidos en las playas de Lesbos tras el naufragio del 25 de octubre no han despertado la misma conmoción.

Son aquellas fotos que definimos "sensibles" porque muestran un horror que puede ofender la sensibilidad de los lectores. Pero son las fotos que cuentan mejor la dimensión del desastre en la primera línea del frente en esta crisis de refugiados. Los vecinos de las islas griegas y las decenas de voluntarios que han llegado de todos los puntos de Europa para ayudar son testigos de lo que muchos venían anunciando desde hacía meses: lo peor llegará en otoño. 

 

Falta de preparación ante las nuevas llegadas 

 

Lesbos, que es ahora mismo el epicentro de las llegadas desde Turquía, sigue siendo el espejo en el que se refleja la improvisación de Europa ante una crisis que hace meses que ha empezado. Los últimos datos oficiales indican que en lo que llevamos de 2015 se han producido más de 800.000 entradas irregulares en la UE.

En el mes de octubre más de 218.000 personas han llegado a Europa cruzando el Mediterráneo. De ellos 210.000 lo han hecho por las islas del Egeo y la mayor parte por Lesbos. Y si en años anteriores octubre era, junto a septiembre, el mes con más llegadas antes de que el mal tiempo hiciera imposible la travesía, este año parece que los desembarcos no van a parar. Después de un día más tranquilo el lunes, este martes a primera hora de la mañana ya habían llegado 25 lanchas, según han informado un grupo de periodistas de la BBC que está sobre el terreno.

 

Y, una vez más, mientras la isla se prepara para poner en marcha uno de los llamados "hotspots" (los centros de registro de migrantes que deberían servir para acelerar el reparto de los nuevos llegados entre los países de la Unión Europea), los voluntarios denuncian que la ayuda y el rescate de los que llegan siguen estando básicamente en sus manos. "La semana pasada fue horrible. Y estos días son muy duros", comenta en conversación telefónica desde Molyvos, Philippa Kempson. Ella y su marido Eric llevan desde hace meses coordinando a los voluntarios que llegan al norte de la isla para socorrer a los refugiados.

Cuando El ESPAÑOL les entrevistó en septiembre avisaban de que la verdadera tragedia llegaría con el otoño. A pocos metros de su casa, en la bahía de Eftalú, el fuerte viento que había en la isla devolvió el domingo los cuerpos de las víctimas de los últimos naufragios. "No los he visto. No los he querido ver. Eric sí ha estado allí. Prefiero estar aquí en casa y seguir organizando la ayuda y los voluntarios. Es demasiado duro", comenta Philippa. En la mente pasan aún las imágenes de la noche del pasado miércoles, el peor naufragio de los últimos tiempos. 

El cuerpo de uno de los refugiados muertos en Lesbos Giorgos Moutafis / Reuters

 

El rescate los náufragos, en manos de los voluntarios

 

Allí estaban los socorristas de la ONG Proactiva Open Arms, surgida de la empresa de catalana del mismo nombre, que se dedica a servicio de salvamento y socorrismo en España. Óscar Camps, el titular de la empresa, propuso a sus empleados ir como voluntarios a Lesbos. Y ahora tienen previsto quedarse hasta al menos la mitad de enero, después de haber lanzado un crowfunding con el que ya han recaudado más de 250.000 euros. Ante el temor de que haya más naufragios por las peores condiciones del mar, su presencia en el norte de la isla se está haciendo imprescindible.

"Están haciendo un trabajo increíble. Sin ellos muchos más habrían muerto el miércoles", comenta Philippa. Gerard Canals es uno de ellos. Y hace una semana, aquel miércoles 28 de octubre, estuvo cuatro horas en la mar rescatando a decenas de personas, subido a una moto de agua. Estuvo yendo y viniendo para llevar a los rescatados hasta los barcos de pescadores turcos y griegos, a dos embarcaciones de la Guardia costera griega y a un buque de Frontex. "Estuvimos navegando entre cadáveres de niños y adultos", contaba Canals a EL ESPAÑOL el día después del naufragio. "Tuve que elegir a quien salvaba y a quien no dependiendo de las posibilidades que tenían de sobrevivir. Técnicamente estamos preparados pero mentalmente no se puede estar nunca preparados para esto", decía.

La ONG, que está recabando más medios y personal, ha denunciado la falta de preparación de los barcos de la Guardia Costera helena y de Frontex para operaciones de este tipo. Al igual que otros voluntarios lamentan la escasez de medios en la isla para hacer frente a la crisis. Este lunes los trabajadores de los servicio de emergencia protestaron por la escasez de personal que les obliga a turnos de 16 horas con sólo tres ambulancias disponibles. Mientras, miles de refugiados esperan ser registrados en los campos de la isla, en condiciones de precariedad extrema empeoradas por las lluvias de los últimos días. Y también por los retrasos en la maquinaria burocrática, que esta semana se ve aún más atascada por la huelga de los trabajadores del transporte marítimo que impide que salgan los ferris desde las islas hacia Atenas. 

 

Una carrera contrarreloj

 

El aumento de las llegadas se debe a que los refugiados intentan apurar las últimas posibilidades ante de la llegada del invierno y ante el temor de que nuevos cierres de frontera les impidan el paso hacia el centro de Europa. Y esto a pesar de que las condiciones meteorológicas en la ruta de los Balcanes son ya prohibitivas. En algunos puntos, la temperatura en estas fechas del año roza ya los cero grados. 

El tiempo en la ruta de los refugiados. El Español

 

Los líderes de la UE acordaron en la minicumbre del pasado 25 de octubre crear de inmediato 50.000 plazas de acogida para evitar que los refugiados tengan que dormir a la intemperie en condiciones cada vez peores por la llegada del frío y la lluvia. Pero también aquí los avances son escasos: sólo diez países, entre los que no está España, han respondido a las peticiones de ayuda lanzadas por Croacia, Serbia y Eslovenia a través del mecanismo europeo de protección civil. Se trata de Austria, Alemania, República Checa, Francia, Luxemburgo, Holanda, Hungría, Eslovaquia, Reino Unido y Rumanía. Los tres países balcánicos todavía necesitan 3.500 camas tipo litera y otras 5.300 camas plegables para poder atender a los demandantes de asilo que atraviesan su territorio, así como más de 50.000 mantas.

 

El Gobierno esloveno, que es el que sufre ahora la mayor presión tras levantar vallas Hungría en su frontera con Croacia, pidió a sus socios europeos 400 guardias de frontera, pero sólo le han enviado 183. Ni Frontex ni la Oficina Europea de Asilo han recibido todo el personal extra que reclaman para hacer frente a la crisis. Y los gobiernos de la UE tampoco han cumplido con la ayuda que prometieron para Siria y para los países de África origen de los inmigrantes económicos. Todavía tienen que aportar 2.281 millones de euros adicionales.

Una niña espera ser registrada en el campo de Slavonski Brod, en Croacia Antonio Bronic / Reuters

 

La lentitud de la UE

 

La respuesta de la Unión Europea a la crisis sigue siendo desesperantemente lenta. Este miércoles saldrá el primer vuelo de reparto de refugiados desde Grecia organizado por Bruselas. Está previsto que viajen 30 demandantes de asilo procedentes de Irak y Siria. Su destino es Luxemburgo, donde fijarán su residencia y se tramitarán sus solicitudes de protección internacional. En el aeropuerto de Atenas se ha organizado una ceremonia para marcar este “momento simbólico”, según lo ha definido el comisario de Inmigración, Dimitris Avramopoulos. Allí se harán la foto con los refugiados el primer ministro griego, Alexis Tsipras; el ministro de Exteriores luxemburgués, Jean Asselborn; y el propio Avramopoulos.

 

Pero incluso la Comisión Europea admite que es necesario acelerar y hacer que las relocalizaciones se conviertan en algo regular. Hasta ahora no ha sido así. De los 160.000 refugiados que los países de la UE se han comprometido a repartirse, de momento sólo se ha relocalizado a 86, todos desde Italia y con destino a Suecia y Finlandia. Con el primer vuelo desde Grecia, la cifra aumentará a 116 personas repartidas en los 42 días transcurridos desde que se adoptó la decisión, es decir, 2,76 por día. A este ritmo, se tardaría 159 años en distribuir a los 160.000 demandantes de asilo pactados, según ironizaba el corresponsal jefe para la UE del ‘Bild’, Dirk Hoeren.

 

La única respuesta que parecen tener los líderes europeos para la crisis de los refugiados es convocar una cumbre tras otra, sin que se apliquen las decisiones que allí se adoptan. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha invitado de nuevo este martes a los jefes de Estado y de Gobierno de los 28 a una nueva reunión extraordinaria que se celebrará el 12 de noviembre en Malta.

Noticias relacionadas