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Cuando pensamos en antiaging solemos mirar hacia fuera: cremas, tratamientos estéticos, ejercicio... Y claro que ayudan, pero la ciencia es clara: el verdadero secreto de juventud empieza en nuestro interior. Más en concreto, en ese universo microscópico que habita en nuestro intestino: la microbiota.

En mujeres a partir de los 45 años, una etapa marcada por cambios hormonales, metabólicos y emocionales, cuidarla no solo mejora la salud, también retrasa los signos visibles de la edad. No hablamos de parar el tiempo, sino de llegar a cada década con más vitalidad, menos inflamación y una piel que refleja bienestar.

¿Por qué es clave?

El envejecimiento (más allá de las arrugas) está muy ligado a un fenómeno llamado inflamación crónica de bajo grado. Esta desgasta poco a poco: acelera la pérdida de masa muscular, favorece la resistencia a la insulina, impacta en la piel y aumenta el riesgo cardiovascular.

¿Te suena eso de que a partir de los 50 el cuerpo empieza a quejarse en las analíticas? En la mayoría de los casos está ligado a esto. Y aquí la microbiota intestinal juega un papel crucial, ya que un intestino con buena diversidad microbiana produce ácidos grasos de cadena corta como el butirato, que son antiinflamatorios naturales.

Además, si equilibramos todos los microorganismos, el cuerpo podrá reforzar el sistema inmune, evitando el temido “intestino permeable” que aumenta la hinchazón.

Y, por último, nuestro sistema nervioso depende mucho de cómo funcione el citado órgano del aparato digestivo. Con una buena microbiota intestinal influiremos también en el estado de ánimo, el descanso y hasta la elasticidad de la piel.

En pocas palabras: un intestino cuidado es un cuerpo que envejece más lento.

¿Qué significa realmente antiaging?

Aquí conviene hacerse una pregunta honesta: "¿Qué queremos? ¿Parecer jóvenes o sentirnos jóvenes?". Lo primero está bien —una piel luminosa, menos arrugas, un cuerpo cuidado—, pero lo que de verdad buscamos no es tanto borrar años del espejo como sumar vida.

Desde mi punto de vista, y viendo muchas pacientes en consulta que buscan ese segundo resultado, este antiaging debería aunar belleza (porque cuando el cuerpo funciona bien, la piel lo refleja), vitalidad (esa energía que permite disfrutar de un día completo sin agotarnos a media tarde) y fuerza, tanto física (músculos activos, huesos sólidos) como emocional (resiliencia, equilibrio mental).

Ese es el auténtico significado: disfrutar de cada etapa con fuerza y bienestar, sin renunciar al placer de cuidarnos ni a la alegría de cumplir años.

¿Qué es la nutrición antiedad?

Tengo una buena noticia: podemos influir en nuestra microbiota (y, por lo tanto, en nuestra sensación de juventud) cada día a través de la alimentación.

No hace falta obsesionarse ni buscar recetas imposibles: basta con incluir más de lo que nos beneficia y reducir lo que nos daña.

  1. Alimentos ricos en polifenoles.

    El cuerpo se oxida de manera crónica, y cada vez le cuesta más deshacerse de todos esos residuos. Los polifenoles son antioxidantes que alimentan bacterias beneficiosas y reducen el estrés oxidativo.

    Los frutos rojos, el cacao puro y el té verde son grandes fuentes. Y tiene un beneficio directo: piel más luminosa y menor daño celular.

    De hecho, un estudio en Nutrients (2022) mostró que los polifenoles mejoran la diversidad bacteriana y reducen marcadores de inflamación en mujeres posmenopáusicas.

  2. Fibra prebiótica variada.

    Es el alimento favorito de nuestras bacterias buenas. Si yo les doy de comer, conseguiré ácidos grasos protectores. Con esto (además de regular el tránsito) se pueden ver resultados de gran envergadura como regular la glucosa.

    La mejor fibra prebiótica está, cómo no, en los alimentos con mucha fibra: espárragos, alcachofas y plátano verde se llevan la palma.

  3. Probióticos cotidianos.

    La suplementación envasada en pastillas es genial para tratamientos específicos, pero de toda la vida los hemos ingerido a partir de los alimentos.

    ¿Dónde podemos encontrarlos? En lo fermentados como el yogur natural, el kéfir o la kombucha. Agregando estos productos fortalecerás tu barrera intestinal, mejorarás tus digestiones y equilibrarás el pH vaginal (fuera infecciones recurrentes).

  4. Proteínas de calidad para el músculo.

    A partir de los 45, mantener masa muscular es tan antiaging como cuidar la piel. Y además del entrenamiento de fuerza (que debería ser obligatorio), la nutrición es fundamental.

    El pescado azul, los huevos ecológicos, y el pollo pueden ayudarte a prevenir la sarcopenia, y a mantener un metabolismo activo (no tener la sensación de que todo te engorda).

  5. Grasas saludables, la mejor cosmética interna.

    Los Omega-3 son claves para piel, cerebro y corazón. Y, aunque siempre los prescribo, a partir de los 40, son obligatorios. Incluye en tu dieta salmón salvaje, sardinas, nueces y semillas de chía. Notarás una gran reducción de tu inflamación y mejorarás la elasticidad cutánea.

    Estudios recientes (Frontiers in Aging, 2023) relacionan mayor consumo de omega-3 con menos arrugas y mejor función cognitiva.

¿Qué conviene reducir (sin radicalismos)?

  • Azúcares refinados: favorecen disbiosis e inflamación.

  • Ultraprocesados con aditivos: empobrecen la diversidad microbiana.

  • Alcohol en exceso:daña la mucosa intestinal y acelera el envejecimiento celular.

Nada nuevo, supongo. Pero no se trata de prohibir, sino de priorizar lo que suma y dejar lo demás como excepción.

Microhábitos fáciles

No es cuestión de cambiar radicalmente, sino de hacerlo de manera progresiva que es más sano para nuestra mente.

Alcohol en exceso → daña la mucosa intestinal y acelera el envejecimiento celular.

  • Empieza el día con color: añade frutos rojos (pueden ser congelados) o granada a tu desayuno.

  • Un fermentado diario: un yogur, un poco de kombucha o un vaso de kéfir.

  • Cenar temprano y ligero: mejora el descanso y reduce inflamación. Y así harás un ayuno de mínimo 12 horas.

  • Plato arcoíris al menos una vez al día: cuantas más verduras de distintos colores, más diversidad microbiana, mineral y vitamínica.

  • Movimiento y descanso: el ejercicio y el sueño también modulan la microbiota.

Amiga, el verdadero antiaging no debería ser aparentar que no pasan los años. Es llegar a cada etapa con energía, buen humor, digestiones ligeras, piel luminosa y un cuerpo fuerte. Y eso empieza en algo tan sencillo como lo que pones en tu plato.

La microbiota es tu mejor aliada: invisible, pero poderosa. Si la cuidas, ella te cuida.