Imagina: una noche cálida, la piel aun con sal, una mesa llena de tapas y amigos, y el reloj marcando la hora en la que, según tu app de ayuno, deberías estar bebiendo solo agua. Entonces aparece la pregunta: ¿Y ahora qué hago? ¿Rompo el ayuno o me aguanto?
Respira. El verano no es tiempo de reglas rígidas, sino de suavidad y conexión. Vamos a hablar de cómo (y si) seguir ayunando sin perderte la mejor parte de la estación. Porque a veces la cerveza del chiringuito y las risas hasta la madrugada son más terapéuticas que el cronómetro.
¿Qué es?
No, no es una dieta. Es un patrón de alimentación en el que alternas periodos de descanso digestivo con otros en los que comes normalmente. Es algo tan 'sencillo' como volver a comer como se ha hecho toda la vida.
El famoso 16:8 (16 horas sin comer, 8 en las que sí) es solo una de muchas versiones: hay 14:10, 12:12, incluso días alternos de ayuno.
La ciencia lo respalda con beneficios jugosos, ya que mejora la regulación de la glucosa (eliminando los antojos repentinos), reduce la inflamación corporal y cerebral, es una ayudita para la salud metabólica y cardiovascular (así que ayuda a perder peso) y nos proporciona la tan ansiada autofagia, ese proceso de “limpieza celular” que suena tan futurista.
Pero aquí viene la verdad incómoda: no funciona igual para todos ni en todas las etapas de la vida. Ni tampoco en todas las estaciones del año.
El ayuno puede sentirse como un invitado que no encaja en nuestra fiesta.
¿Y qué pasa en verano?
Verano es sinónimo de días largos, siestas improvisadas, cenas eternas y planes que empiezan a las 10 de la noche. La rutina se relaja… y el ayuno puede sentirse como un invitado que no encaja en nuestra fiesta.
La pregunta no es '¿Rompo o no el ayuno?', sino: '¿Cómo quiero vivir este momento?'. Por eso, no te quiero dar instrucciones ni pasos a seguir, sino más bien algunas líneas que te ayudarán a definir cuál es tu marco de salud física y mental.
- Escucha a tu cuerpo (de verdad)
Si te despiertas sin hambre, quizá tu cuerpo ya está en un ayuno natural. Pero si después de una noche de terraceo tu estómago pide un desayuno contundente, ¿de verdad quieres callarlo por seguir un horario?
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Flexibiliza, que no se acaba el mundo
Un 16:8 puede convertirse en un 14:10. O incluso en un 12:12. No hay un número mágico; hay un cuerpo que agradecerá la pausa digestiva, aunque sea más corta.
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Factor social: el alimento invisible
Un estudio tras otro confirma lo que intuimos: las relaciones sociales alargan la vida tanto como la comida saludable. Así que esa cena improvisada con amigas puede ser más sanadora que cualquier ventana de ayuno perfecta.
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Ritmo circadiano en modo verano
Tu reloj interno sigue marcando sus tiempos, aunque las noches se alarguen. Prueba a: cenar más temprano cuando puedas y evitar platos pesados a medianoche.
Pero si no es posible, abraza el momento y recuerda que una excepción no arruina nada.
Entonces… ¿sigo o no?
No hay una respuesta única. La pregunta es: ¿Cómo te hace sentir a ti? ¿Te aporta bienestar o se ha convertido en una carga?
Si el ayuno suma, adelante. Si resta, déjalo ir sin culpa. La salud real es la que se adapta a la vida, no la que te obliga a adaptarte a una app.
3 ideas para un verano 10
Por si te ayuda, te comparto algunas aproximaciones a una salud digestiva y fisiológica sin que esto suponga un castigo:
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Ayuno suave: 12 horas sin comer. Suficiente para dar un respiro a tu digestión sin perder flexibilidad. Esto encaja perfecto con las cenas tardías, tan fácil como levantarse tarde y hacer un buen brunch.
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Cenas ligeras: si acabas cenando tarde, elige platos que no te dejen pesada: ensaladas con proteína, pescado al horno, fruta fresca con yogur. Y sí, puedes tomar hidratos por la noche, así que no, no quites las patatas asadas al pescado.
El verano es para nutrir el cuerpo… pero también el alma. No te castigues por un helado, una copa de vino o un desayuno tardío. Ningún hábito se construye o se pierde en dos semanas.
A veces, el mejor ayuno que puedes hacer es el de la autoexigencia.