Un porcentaje significativo de la población española sigue dietas restrictivas. Según recoge el informe "Tendencia de exclusión alimentaria en la población española", "cada vez más personas excluyen de su dieta determinados alimentos pese al riesgo que puede suponer para su salud".
Al final, resulta bastante obvio: si queremos perder peso, reducimos los alimentos aparentemente calóricos o, directamente, dejamos de comerlos. Esta solución, lejos de ser efectiva, puede provocar el efecto contrario e, incluso, aumentar el riesgo de conductas alimentarias problemáticas, según indica el Centro de psicología Dana.
Debido a sus inconvenientes y todo lo que pueden ocasionar, cada vez más expertos desaconsejan este tipo de dietas. Según el médico Sebastián La Rosa, cuando dejamos de comer "nuestro cuerpo no lo interpreta como un intento de bajar de peso, sino como una amenaza a tu supervivencia", una reacción que supone una ralentización del metabolismo.
Los inconvenientes de dejar de comer si quieres perder peso
Las dietas milagro, restrictivas o extremas se han convertido en la solución de millones de personas que buscan adelgazar. No solo prometen una pérdida de peso "en tiempo récord", sino que además se publicitan como saludables.
Sin embargo, la realidad es que este tipo de métodos están estrechamente vinculados al conocido efecto rebote o yoyó, en el que el cuerpo recupera los kilos perdidos rápidamente e incluso gana más peso a largo plazo.
Esto en parte se debe a una reacción que está arraigada en nuestra biología evolutiva y que los expertos denominan como "modo supervivencia".
Tal y como ha explicado el médico Sebastián La Rosa, cuando nuestro cuerpo recibe pocos alimentos durante un tiempo determinado, "lo interpreta como una reducción de la comida disponible en el ambiente, por lo que inicia un proceso de protección".
Cuando la ingesta calórico se mantiene reducida durante un tiempo prolongado, como semanas o meses, nuestro cuerpo activa un mecanismo de defensa, ya que él no cuenta con la información contextual de que estamos haciendo dieta y esa reducción de alimento tiene un motivo, simplemente percibe que la cantidad de energía disponible ha disminuido.
Ante esa señal recibida, el cuerpo responde "reduciendo el metabolismo basal y ralentizando todas aquellas funciones que no son vitales", como la producción hormonal o la regeneración celular y el funcionamiento de ciertos órganos en niveles óptimos. Como consecuencia, "comienza a gastar menos energía, incluso en reposo".
Según explica La Rosa, "este proceso explica por qué muchas veces se da el famoso efecto rebote que nos lleva a engordar": después de un período prolongado de restricción calórico, volvemos a una alimentación normal y el metabolismo sigue funcionando a un ritmo más lento, favoreciendo el almacenamiento de grasa y la rápida recuperación del peso perdido, a veces incluso superándolo.
En el caso de que decidamos seguir comiendo poco, el experto sugiere alternar entre fases de restricción calórica y fases de dieta normocalórica, es decir, una alimentación equilibrada donde se consumen las calorías necesarias para mantener el peso actual. Con este enfoque "engañamos" al cuerpo, evitando que detecte esa falta de alimento como una amenaza.