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En los últimos años, la crononutrición el control estricto de las horas del día en las que se come ha cobrado una especial importancia en diversas investigaciones científicas. Inicialmente, se desechó la idea de que el tiempo fuese importante, o tuviese algún tipo de influencia en la salud general, o en el metabolismo en particular; sin embargo, hoy día se sabe que, lejos de carecer de influencia, la crononutrición es esencial para el metabolismo.

En 2019, un estudio confirmó lo que ya anunciaba y recomendaba la cultura popular: cenar temprano ayuda a no engordar y mantener la salud. Hoy día, la crononutrición va un paso más allá, y es que según los expertos como Francisco Rosero, desayunar después de las 9 de la mañana podría perjudicar nuestro metabolismo y elevar los niveles de cortisol.

Según explica el experto, aunque a menudo se asocia el desayuno con una cuestión de rutina o energía, su momento exacto puede tener implicaciones en cómo el cuerpo interpreta el entorno y regula funciones vitales como la producción de glucosa, la sensibilidad a la insulina y el manejo del estrés fisiológico.

Los inconvenientes de desayunar tarde

El ser humano, como muchos organismos vivos, sigue un ciclo circadiano de 24 horas que regula su fisiología y comportamiento, desde los patrones de sueño hasta el apetito. Por este motivo, la crononutrición estudia cómo el horario de las comidas puede afectar el metabolismo, la salud general y el bienestar. 

En este sentido, el endocrino Francisco Rosero ha explicado que desayunar temprano, concretamente antes de las 9:00 de la mañana, es una de las estrategias más eficaces para favorecer la salud metabólica y mantener el equilibrio hormonal, especialmente en lo que respecta al cortisol, la llamada "hormona del estrés".

El cortisol sigue un ritmo circadiano muy preciso. "El pico empieza a las 4:00 h de la mañana y va subiendo hasta las 8 o 9 de la mañana, punto en el cual alcanza el nivel máximo y luego empieza a descender", explica Rosero. 

Este aumento matutino es beneficioso: nos ayuda a activar el sistema nervioso, movilizar energía y ponernos en marcha para enfrentar el día. Hacia las 8:00 o 9:00 de la mañana, esta hormona alcanza su pico máximo y, en condiciones normales, comienza a disminuir conforme avanza el día. Sin embargo, cuando el cuerpo no recibe señales claras de nutrición —como un desayuno— ese descenso fisiológico del cortisol se interrumpe.

El no romper el ayuno antes de las 9:00 puede ser interpretado por el cuerpo como una señal de amenaza o carencia. Al no recibir alimento dentro de ese intervalo donde el cortisol debería empezar a bajar, el organismo percibe que sigue en un estado de alerta.

En otras palabras, "si yo no desayuno antes de las 9:00 h de la mañana, mi cuerpo interpreta ese ayuno como una señal de estrés y, por tanto, no permite que el cortisol empiece a bajar, sino que lo mantiene alto", apunta el endocrino.