Lucia Galán lleva años viendo cómo se sientan en su consulta madres y padres metralletas (los que hacen 15 cuestiones en un minuto), primerizos que no saben cómo coger al bebé, deportistas que preguntan a la primera de cambio cuándo podrán darle a un pelota o ejecutivas que llegan con las dudas justas apuntadas en la agenda.

Pero todos tienen un denominador común: "Tienen más necesidad de información que nunca. Y en ese ansía encuentran un exceso de datos que provoca un efecto contrario y les desinforma. Vienen intoxicados a la consulta".

Para ellos, y para el resto de progenitores de categorías varias, es su sexta obra "El gran libro de Lucía Galán. Mi pediatra" que promete ser un best seller como los cinco anteriores, todos en la editorial Planeta. "El origen del libro fue poner grandes dosis de sentido común, con toda la evidencia científica disponible, con mucha tranquilidad y con todas las herramientas que necesitan los padres hoy en día para no tener la necesidad de salir corriendo a urgencias a la mínima", advierte.

De hecho, cuando se le pregunta cuál es la sintomatología que más histéricos pone a los padres no duda: la fiebre. "Precisamente uno de los síntomas que menos nos preocupa a los pediatras, quizá porque es el que más acostumbrados estamos a ver. Pero a los padres les genera ansiedad".

Por cierto que entre las cosas que aconseja en su libro no hacer con fiebre están los famosos baños de agua fría, "en todo caso tibia", y no mezclar paracetamol e ibuprofeno, un clásico en los seis o siete resfriados que se suelen coger los niños pequeños al año.

Lucía Galán.

El síntoma más grave

Su primer consejo es, ante todo, conocer a nuestros hijos para detectar el que, sin duda, es el síntoma que más nos debería preocupar: "Lo que más nos debería asustar es la afectación del estado general. Eso sí que es un motivo para llevarlo a urgencias. Es cuando el niño está muy decaído, apático, con mal color, muy gris, y una respiración dificultosa, o bien acelerada o bien muy lenta. Ese niño hay que valorarlo tenga o no tenga fiebre".

Así que, madres y padres histéricos, antes de ir a un hospital deberíamos preguntarnos si nuestro hijo o hija está contento, juguetón, come, habla, tiene buen color y respira con normalidad. Vamos si tiene un buen estado general. Si es así, mejor quedarse en casa porque "ninguna enfermedad que ponga en riesgo su vida cursa con un buen estado general". Palabra de pediatra.

Madre desde el predictor

El nuevo libro de Lucía Galán promete ser la guía definitiva para aclarar dudas desde el nacimiento hasta la adolescencia. O incluso más allá. Desde la misma maternidad. De hecho, en el primer capítulo incluye una carta a la futura mamá que ya es tal desde el momento en que se entera del embarazo. "Las madres se sienten madres desde el momento en el que ven las dos rayitas en el Predictor. Y cuando tienes a tu bebé sientes que ya llevas siendo madre nueve meses. Hay mucho de lo que hablar en esos meses y el primer capítulo es un mensaje a ellas de tranquilidad, porque esto es difícil pero es el viaje más alucinante y apasionante que hacemos. No te juzgues, no te culpes. Estamos aquí para aprender", advierte.

Y es que Lucía Galán tiene claro que el pediatra tiene que ir más allá de diagnosticar una neumonía o de preguntar por el color de la caca y hacer un cuadro íntegro de la vida de sus pacientes. "No es lo mismo tratar a un niño que sus padres se están divorciando, o a un adolescente que tiene ansiedad o a un bebé con una mamá con depresión postparto. Hay que ir más allá".

Por eso habla también de las madres, maravillosamente imperfectas, y de lo sano que puede resultar muchas veces el concepto de "malamadre" que se impuso hace unos años. "El concepto de mala madre en el sentido de que soy una mujer imperfecta, me gustan mis imperfecciones y no quiero educar a niños perfectos, es muy saludable desde el punto de vista emocional".

"No pretendo que mis hijos vean en mí a una mujer perfecta, porque ellos tampoco lo son. Y cuando sean padres y cometan sus primeros errores, el modelo que yo quiero darles es el de que meto la pata, que rectifico, que a veces me vengo abajo, que no siempre puedo estar al 100% porque esa es la realidad que van a vivir ahí fuera y eso es educar a nuestros hijos", deja muy claro esta mediática pediatra.

Claro que hecho el diagnóstico hay que atajar el peor de los síntomas: la culpa. "La culpa nos machaca. Es la emoción que más trabajamos a lo largo de todo este viaje y no hay etapa, ni en la infancia ni en la adolescencia, en la que el nubarrón de la culpa no nos nuble de vez en cuando".

Hablemos de sexo

Esta obra no quiere evitar ningún aspecto del desarrollo de los pequeños y mucho menos el sexo. Ella defiende que hay que hablar de sexualidad casi desde que son bebés. "De sexo hablamos desde el mismo momento en el que nacen, forma parte de nuestras vidas y no hay un momento exacto en el que digas: 'Hoy vamos a hablar de sexo'. Si lo tienes es que ya has llegado tarde". 

Su experiencia le alerta de que no contestar a las dudas que muestran los niños desde edades muy tempranas desemboca en adolescentes que ya no quieren preguntar a sus padres y tratan de resolver sus dudas en las redes donde más que sexo aprenden pornografía, "y no es lo mismo".

"La sexualidad está presente desde que el bebé, al quitarle el pañal, se lleva la mano al pene y se lo toca. O aprende sus primeras palabras y le enseñas las partes del cuerpo. Sexualidad es ver salir a tus padres de la ducha y que el niño pregunte y contestar a todo de forma natural. Y no tener conversaciones en la mesa de vamos a hablar de sexo. Hay niños que cuando son adolescentes dejan de preguntar porque cuando hacían esas preguntas a los 5 años no se les daba la respuesta y anula esa comunicación con sus padres", advierte.

Trastornos del confinamiento

Es evidente que estos tres meses han afectado a los niños en distintos niveles de su desarrollo. En este caso, Lucía Galán distingue entre los menores emocionalmente estables, con buena salud y en familias donde los cuidados y el amor son la base de su entorno y los que viven en situaciones de vulnerabilidad, violencia o que ya tenían algún trastorno del comportamiento o genético.

"En los primeros, vemos trastorno del sueño, de alimentación, más rabietas de la cuenta, adolescentes más apáticos y enganchados a la tecnología pero son problemas que con la desescalada progresiva los iremos superando. En el segundo grupo, el confinamiento les ha agravado su situación y probablemente estas familias necesiten de mucho más apoyo", lamenta.

En general, se han sufrido más secuelas psicológicas que físicas tanto por parte de los niños como de los padres. Y ya va llegando el momento de intentar recuperar la normalidad tanto en la socialización como en el enganche que tienen con las pantallas: "Estoy viendo muchos niños pequeños que no quieren salir y hay padres que por no entrar en pelea, deciden seguir en casa. Les animo a salir por el bien de los niños porque necesitan salir, correr, ver a otras personas, la naturaleza, los ruidos..."

Y lo mismo con los mayores: "Hemos tenido que ser muy permisivos con la tecnología porque era imposible estar jugando a juegos de mesa todo el día o haciendo bizcochos, pero que ahora tenemos que ir poco a poco restringiendo las horas en pantalla y sustituyéndolas por salidas. Arrastrarlos a acompañarnos a tirar la basura o a ir a la farmacia... que salgan".

"El gran libro de Lucía Galán. Mi pediatra" quiere que las madres y los padres aplique el sentido común para tratar de rebajar expectativas y vivir la maternidad de forma más tranquila y divertida. Pero advierte, el sentido común no es compartido, muchas veces, ni entre madres e hijas: "Yo hablo de tu sentir, que a lo mejor no es común, pero es tuyo. No es lo mismo una mamá alemana que una española una mamá africana que una mamá china. No comparten el mismo sentido común. Es mi sentir y debo de ser consecuente".

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