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Alexandra Henríquez es ginecóloga y obstetra especializada en salud mamaria y ginecológica, reconocida tanto por su práctica clínica como por su labor de divulgación. En su libro Ser mujer, ofrece una guía integral que recorre todas las etapas de la vida femenina, desde la adolescencia hasta la menopausia.

La obra combina ciencia, prevención y consejos prácticos sobre alimentación, hábitos de vida y bienestar emocional, con el objetivo de ayudar a las mujeres a comprender su cuerpo, tomar decisiones informadas y vivir con mayor equilibrio y autonomía.

¿Con qué intención escribes este libro?

Quise abarcar desde el embarazo hasta después de la menopausia, abordando las principales preocupaciones de las mujeres que atiendo en consulta. Traté de plasmar mi verdad y toda la experiencia que he acumulado durante tantos años.

Hoy se habla mucho de herencia genética, biológica y memoria corporal. ¿Hasta qué punto crees que condiciona nuestra salud y nuestra vida?

Comienzo señalando que quizá los genes tenían razón. Hablo de la figura de mi padre, que para mí es muy importante y una de las razones por las que decidí estudiar medicina. Estaba trabajando todo el día: quirófano, consultas, clases, y no lo veía tanto.

La única manera de estar con él era acompañándolo al hospital, y poco a poco me fui integrando a su mundo. Al final, digo que quizá la genética tiene la culpa, porque aunque intenté no repetir un patrón en el que un padre estaba ausente, terminó sucediendo de manera similar. Hoy trato de estar presente con mis propios hijos.

Alexandra Henríquez está especializada en salud mamaria. Cedida

¿El cuerpo femenino recuerda incluso lo que la sociedad prefiere olvidar?

Creo que está muy condicionado por ella. Vivimos en un entorno que nos impulsa a buscar comodidad y ciertos estándares de belleza, como estar delgadas o encajar en determinados biotipos. Esto termina enfermando o generando problemas que muchas mujeres no están preparadas para asumir.

Mencionas el impacto de los disruptores endocrinos. ¿Somos conscientes de cómo nuestro entorno químico puede alterar nuestras hormonas?

Son una parte muy importante y poco conocida. No solo hablamos de lo que respiramos o comemos, sino también de lo que aplicamos en la piel: cremas, maquillaje, perfumes... Las mujeres estamos más expuestas porque tenemos más grasa corporal, y estos compuestos se acumulan en ella, afectando directamente nuestra salud hormonal.

Pueden bloquear o estimular receptores hormonales, aumentando riesgos de cáncer, miomas y endometriosis, entre otros. Vivimos en una sociedad que prioriza la comodidad y el uso de plásticos, pero esto puede intoxicarnos y afectar nuestra salud.

En ese sentido, productos de cosmética o de uñas, por ejemplo, ¿representan un riesgo real?

Sí. La evidencia científica demuestra que ciertos productos aumentan la probabilidad de tumores de ovario y de mama. Las mujeres que se realizan manicuras deberían usar mascarilla para evitar inhalar vapores de los productos. Por ejemplo, los alisadores de cabello aumentan el riesgo de padecer cáncer de endometrio y esto está totalmente documentado en Estados Unidos. Estos químicos son más peligrosos porque se acumulan en nuestro cuerpo.

Durante mucho tiempo se normalizó que el dolor menstrual era algo que debíamos soportar.

La sociedad ha impuesto la idea de que las mujeres deben ser fuertes y no mostrar debilidad, pero ese dolor no es normal. Se trata de un signo de inflamación causada por estrés, factores emocionales o problemas nutricionales. Mejorar la alimentación y tener una vida sana puede marcar la diferencia.

Suplementos como magnesio o melatonina ayudan a la relajación y regulan el cortisol. La endometriosis muestra cómo la inflamación y el estrés oxidativo, si no se compensan con antioxidantes, afectan la salud. Factores genéticos o una manera de vivir poco saludable pueden dificultar este equilibrio.

El ovario poliquístico afecta cada vez más a adolescentes. ¿Es principalmente genético o también influye en el día a día?

Creo que ambos factores juegan un papel importante. Puede originarse desde el embarazo, por un exceso de estrógenos en el útero materno, o desarrollarse por un estilo de vida poco saludable.

No debemos olvidar que detrás del ovario poliquístico hay un síndrome metabólico que condiciona la mayoría de los síntomas, especialmente a través del exceso de insulina, que interactúa con la hormona luteinizante y estimula la vía androgénica, aumentando los niveles de andrógenos o testosterona.

Esto genera los síntomas más visibles: exceso de vello y alteraciones en el ciclo menstrual. Aproximadamente el 80 % de las mujeres que lo padecen presentan este exceso de andrógenos. Así que puede ser un condicionamiento genético o resultado de cómo vives.

¿Cuál sería la solución?

Es fundamental reducir el estrés y mantener actividad física regular. El deporte, especialmente en equipo, la socialización y momentos de alegría generan endorfinas que ayudan a mejorar la salud y los síntomas.

También es importante fortalecer la musculatura. Las mujeres suelen tener mayor porcentaje de grasa que los hombres, y ese exceso contiene la enzima aromatasa, que convierte la testosterona en estrógenos. Un exceso de estos puede generar inflamación. Por eso, mantener músculo reduce grasa, y con ello se regula la aromatasa y la producción de estrógenos, ayudando a controlar los síntomas del ovario poliquístico.

Cuando dices que ‘dime cómo has vivido y te diré cómo será tu menopausia’, ¿te refieres a que los hábitos previos influyen en esta etapa?

Esa frase refleja por qué los síntomas pueden ser más intensos en algunas mujeres. El exceso de tóxicos como alcohol o tabaco, el estrés crónico o haber sufrido síndrome premenstrual intenso, condicionan cómo será esta etapa.

Por ejemplo, mujeres ejecutivas con altos niveles de estrés suelen tener menopausias más complicadas. En cambio, alguien que vive con ritmos regulares, gestiona bien su descanso y mantiene hábitos saludables, experimentará menos síntomas.

Hoy en día, la sociedad nos empuja a jornadas maratonianas, múltiples responsabilidades y poco tiempo para nosotras mismas, y eso afecta directamente la menopausia.

En tu libro dices que esa etapa no es un final, sino una transformación. Sin embargo, parece que hablar de menopausia ahora es como un negocio. La sociedad, a veces, no ayuda, incluso entorpece...

Sí, la menopausia está de moda y hay mucho interés económico detrás, con laboratorios y productos especializados. No estoy en contra de la terapia hormonal si es necesaria, pero debe aplicarse con cuidado. Los primeros tres o cuatro años pueden ser beneficiosos, pero tratamientos prolongados de este tipo aumentan los riesgos de cáncer de mama, endometrio y otros tumores hormonodependientes.

¿Cómo puede la mujer vivirla desde otra perspectiva?

La menopausia es una etapa de poder y experiencia; una sabiduría que debe aprender a gestionar. No es un error de la naturaleza, sino una adaptación. La fuerza que surge en esta etapa es distinta a la de los 30 o 40 años: es una fuerza mental construida con la experiencia acumulada a lo largo de los años.

En culturas como la japonesa, la mujer menopáusica es vista como sabia. En Occidente, en cambio, se la percibe a menudo como vulnerable o necesitada de apoyo externo, incluso hormonal, lo que indica que algo en nuestra sociedad no acompaña adecuadamente esta transformación natural.

El cáncer de mama sigue siendo una de las principales preocupaciones. Hemos avanzado en prevención y detección precoz, pero ¿qué factores siguen faltando por abordar?

Lo reflejo como una enfermedad de la sociedad porque nos está llevando a un ritmo de vida que no podemos gestionar. Una de cada ocho mujeres desarrollará esta enfermedad, pero una de cada cinco sufrirá una dolencia cardiovascular, que sigue siendo la principal causa de mortalidad. El estrés crónico, la exposición a tóxicos y vivir de manera poco saludable crean un terreno inflamatorio que debilita el sistema inmune y facilita que ciertas células muten.

Además, muchas mujeres intentan vivir y trabajar como si fueran hombres, ignorando sus necesidades biológicas. No se trata de igualdad absoluta, sino de reconocerse y adaptarse a la naturaleza femenina.

¿Cómo cambia la relación con el propio cuerpo en una persona que ha superado un cáncer de mama, más allá del vínculo médico-paciente?

Trabajo con pacientes con cáncer de mama y percibo un miedo profundo: la sensación de “me voy a morir”. La palabra cáncer genera un fuerte impacto emocional, por lo que es fundamental comunicar con calma, acompañar en el miedo, brindar fuerza y escucharlas.

Las emociones son esenciales. Muchas pacientes las tienen bloqueadas o mal gestionadas, lo que puede afectar al sistema inmune.

El cáncer de mama es multifactorial: tabaco, alcohol, edad, exposición a tóxicos, hormonas exógenas, genética y emociones. El riesgo de depresión aumenta un 25% en estas pacientes, quienes atraviesan etapas emocionales como ira, negación y, finalmente, aceptación.

La genética explica solo un 5–10% de los casos; el resto depende del terreno”que predispone al cáncer, similar a pacientes trasplantados, cuyo riesgo aumenta un 35% por inmunodepresión.

¿Qué papel tienen las redes sociales en cómo las jóvenes perciben su cuerpo, hormonal y emocionalmente?

Pueden ser muy perjudiciales. Primero, muchas influencers recomiendan productos con disruptores endocrinos, a menudo con un interés económico detrás. Esto debería estar prohibido y regulado; la salud no debería convertirse en un negocio que influya en la juventud.

La exposición constante a estándares de belleza irreales puede intoxicarlas y generar estrés mental. Muchas veces lo que se ve en las redes no es real.

¿Y tú no usas filtros en Instagram?

No. Aparezco incluso en quirófano con el gorro y despeinada. Me dicen que es poco glamouroso, pero yo busco verdad.

¿Qué papel juega el lenguaje en cómo entendemos el cuerpo femenino?

Las palabras importan mucho: a una mujer no hay que decirle “estás gorda”, sino proponer cambios concretos: ejercicio aeróbico, fuerza y combinación de hábitos que mejoren la composición corporal. El lenguaje puede hacer mucho daño si es negativo; debemos enfocarlo en lo positivo y en la acción.

¿Ser mujer hoy es más libre o simplemente más complejo?

Más complicado, implica que tenemos que luchar más. Porque esta sociedad, desde el principio, nos ha obligado a luchar por nuestro papel. Siempre prevalecía el hermano, el padre; siempre teníamos que estar al lado de una figura masculina y, si no, no podíamos realizar determinadas carreras o acciones.

Entonces, ¿por qué seguimos con ese condicionamiento?

Eso es lo que la sociedad nos ha inculcado y no es verdad. La mujer tiene un poder diferente al del hombre. Cada uno está en su lugar. Yo creo que es completamente diferente el rol de cada uno, y por eso la sociedad nos lo ha puesto muy complejo: tenemos que dar más para intentar querer ser mejores y esforzarnos más para llegar a puestos de trabajo donde ellos lo tienen más fácil.

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