"Llegar a todo es muy difícil, y eso que me considero bastante fuerte". Son las palabras de Laura Franco, que tiene 40 años, tres hijos menores y una abuela con Alzheimer. Compagina su trabajo como limpiadora en una farmacia con el cuidado de los familiares a su cargo: llevar a los niños al colegio, preparar comidas, acompañar a todos al médico...
"No tenemos suficiente apoyo", dice. Su vida resume la realidad de miles de españoles que, entre los 40 y los 60 años, están atrapados entre dos generaciones dependientes. Se les conoce como la 'generación sándwich': adultos que sostienen la atención de sus pequeños y de sus mayores. Más de la mitad de las personas cuidadoras están en esta franja.
Así lo constata el último estudio realizado al respecto desde el Observatorio Cinfa de los Cuidados a partir de una muestra representativa de más de 3.200 encuestados avalada por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. El informe traza el perfil más representativo de este grupo demográfico que no ha hecho más que crecer en los últimos años.
El retrato de la atención familiar en España suele ser el siguiente: tiene 49 años y, en el 64,2% de los casos, es mujer y la cuidadora principal frente al 35,8% de hombres que asume este rol. Asimismo, en tres de cada cuatro ocasiones (75,6%), las personas a las que atiende son el padre o la madre, y en cuatro de cada diez (41,9%) esta convive con ellos.
Una generación en auge
El término 'generación sándwich' fue acuñado en 1981 por las sociólogas Dorothy Miller y Elaine Brody para describir a aquellos que cuidan de forma simultánea de sus progenitores y de sus hijos, enfrentándose como consecuencia a "altos niveles de estrés". Aunque el fenómeno siempre ha existido, hoy es más visible que años atrás debido a distintos factores.
A lo largo de estas cuatro décadas, la esperanza de vida en España —una de las más generosas del mundo— ha aumentado hasta los 81,1 años en el caso de los hombres y a los 86,3 en las mujeres. Son cifras que, de acuerdo a las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), podrían alcanzar los 82,5 y 87,4 años respectivamente para ambos sexos para 2035.
A esto hay que sumar otro dato relevante: en 2024 se registraron 322.034 nacimientos, lo que, aunque supone un ligero aumento del 0,4% respecto al año anterior, no aleja a este país de ser uno de los más envejecidos de la Unión Europea. El hecho de que la población cada vez tenga menos descendencia y a edades más tardías tiene un peso clave en el fenómeno.
La razón reside en que cada vez hay menos hijos capaces de atender a sus mayores en un sistema que se basa en la implicación familiar. Y sobre ellos recae otro factor: el económico. La contracción de la clase media y el hecho de que esta se independice y estabilice más tarde complica en muchos hogares la decisión de contratar o no a profesionales especializados.
Imagen de archivo de una mujer acompañando a un familiar en silla de ruedas.
"Yo me dedico a la limpieza porque es lo único que puedo compaginar con los niños y mi abuela", dice Laura Franco. "Si meto a una cuidadora, estaré trabajando para ella... Pero tampoco puedo quedarme en casa porque, si lo hago, llegará el día de mañana y no habré cotizado nada", añade sobre una compleja situación que, reconoce, "me cierra muchas puertas".
"A veces creo que no puedo más pero lo consigo, sigo adelante porque me digo a mí misma 'si no estoy yo, esto se hunde'", reconoce esta vecina de El Viso de San Juan (Toledo). Y alude al impacto emocional que tiene esta doble carga: "Tienes que ser una persona fuerte, mental y físicamente, para llevar esto. Cuesta mucho no acabar con una depresión".
El agotamiento y la sensación de no llegar a todo son comunes a los miembros de la 'generación sándwich'. El estudio de Cinfa revela que las personas cuidadoras dedican 20,6 horas semanales a esta labor y el 76% afirma haber tenido que prescindir de otras actividades: un 65,2% ha restado tiempo al ocio, un 63,3%, a sí misma, y un 35,4% a los amigos.
El día a día de Laura Franco se organiza en función de las necesidades de todos, hasta tal punto que cualquier evento de tiempo libre debe planearse con rigurosa antelación. "De vacaciones olvídate. Mis hijos están más limitados que otros pero se han criado con esta situación y lo entienden; no han podido salir por Halloween e ir a ver a Papá Noel es un logro".
La toledana lleva años sorteando los obstáculos en casa, pero reconoce que el avance de la enfermedad de su abuela hace todo cada vez más difícil: "Hay ayudas, sí, pero a mí no me suponen nada. Me viene una chica una hora al día, pero ¿qué solventa eso? Necesitamos más residencias. Yo la he solicitado, pero todo va tan lento que no sé si ella llegará a entrar".
Su caso no es excepcional. En la actualidad, España cuenta con más de 5.600 residencias pero el déficit es crónico: faltan al menos 100.000 plazas para responder a las necesidades reales. El problema se agrava en grandes ciudades y regiones con mayor envejecimiento, donde las listas de espera y la lentitud burocrática dificultan el acceso de los casos más urgentes.
Las carencias se centran también en la falta de personal sanitario y de atención directa, una situación que obliga a las familias a asumir la responsabilidad de atender a sus familiares en casa de forma permanente a pesar de que esto, en muchas ocasiones, presenta grandes dificultades a la hora de compatibilizarlo con la rutina laboral.
"Además, a veces parece que es una obligación de ellas: las hijas, nietas, hermanas... ¿Por qué? Si somos todos iguales", reivindica Laura Franco, y lanza un mensaje claro a las administraciones: "Necesitamos más fuerza, más información y más apoyo económico. Si el cuidador no es cuidado, al que se cuida tampoco puede estarlo como es debido".
Los profesionales de la salud mental advierten del impacto emocional de esta carga estructural. Ana Sánchez, psicóloga clínica, confirma en su día a día en consulta que "las mujeres están más expuestas a estas tareas, además de las exigencias laborales. Seguimos teniendo una carga mental que es difícil de compartir".
Eso, unido a "las desigualdades salariales o los techos de cristal que puedan existir en determinadas profesiones", puede dar lugar al cóctel perfecto de la depresión en muchas cuidadoras. La especialista recomienda no ocultar los sentimientos al entorno: "Hay que naturalizar el sentir; es normal estar tristes o enfadadas y hay que expresarlo y pedir ayuda cuando se necesita".
Repensar el sistema
Este año, el Consejo de Ministros dio luz verde al proyecto de ley para modificar, por un lado, la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia, y, por otro, la Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad y de su Inclusión Social.
Pendiente de aprobarse en el Congreso de los Diputados, la reforma ha sido calificada por el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 como "un paso decisivo para construir un sistema de cuidados público y de calidad". Su objetivo es ampliar los derechos y prestaciones contenidos en ambas normas así como agilizar sus procedimientos.
El proyecto pretende ampliar la ayuda en el domicilio a tareas como ir al médico o comprar, reconocer la teleasistencia como derecho, ofrecer servicios transitorios para los grandes dependientes y severos mientras esperan el recurso solicitado, y suprimir la incompatibilidad de las prestaciones que existía desde 2012.
Respecto a los cambios de la ley de discapacidad, están el de impedir discriminar en la contratación de seguros de salud y vida a las personas con discapacidad, así como el reconocimiento automático de un 33% de discapacidad a las personas a los dependientes de grado I, mientras que los de grado II o III tendrán una pasarela para ser reconocidas con el 65%.
Igualmente, se amplía la ayuda para cuidados a allegados como vecinos o amigos, se elimina el plazo suspensivo máximo de dos años en las prestaciones económicas, y se modifica la ley de propiedad horizontal para generar obligaciones a las comunidades de vecinos de pedir las ayudas para obras de accesibilidad (ascensores, rampas...) si lo pide una persona.
Pese a que el objetivo de la reforma es construir un sistema de atención público y de calidad, la lista de la dependencia en España arrastra un largo historial: en marzo de este año la integraban 182.532 nombres. El tiempo medio de la resolución es de 338 días, 10 más de lo que era hace un año y 158 más que lo establecido por ley.
En 2024, 34.252 personas fallecieron esperando recibir las ayudas, lo que equivale aproximadamente a una cada 15 minutos y a miles de euros desembolsados, por ejemplo, en la compra de artículos como sillas de ruedas, o en las reformas necesarias para reacondicionar viviendas a fin de eliminar barreras peligrosas para las personas dependientes.
Las oenegés insisten en que el modelo actual es insuficiente. Entre otras, la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP) ha vuelto a reclamar un pacto de Estado que garantice "un nuevo modelo de cuidados integrales y centrados en las personas que sea justo, sostenible y universal".
La entidad también considera clave redistribuir la responsabilidad entre países, empresas, comunidades y familias, así como reconocer el valor económico de este trabajo. Si este se cuantificase incluyendo el que es remunerado y el que no lo es, su aporte al PIB alcanzaría entre el 26,3 % y el 28,4 %, equivalente a unos 426.327 millones de euros.
Tres generaciones de mujeres de la misma familia.
La PMP urge a aprobar la reforma "sin más dilación" y desde un enfoque de género. Un aspecto esencial dados los datos: según la Encuesta de discapacidad, autonomía personal y situaciones de dependencia dirigida a hogares de 2020, el 25% de quienes reciben asistencia cree que sus necesidades no están satisfechas; de ellos, el 63% son mujeres.
El enfoque de género
Inés Sánchez de Madariaga, arquitecta y pionera del urbanismo de género en España, lleva casi dos décadas investigando cómo se mueven las personas. En 2007 acuñó el término movilidad del cuidado, hoy reconocido por organismos internacionales como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo.
"El entonces Ministerio de Fomento pidió analizar las encuestas de transporte para ver cómo mejorar la toma de datos", recuerda. Comprobó que los viajes relacionados con tareas como asistir a personas dependientes, hacer compras domésticas o visitas médicas con ellos eran casi tantos como los que respondían a motivos laborales.
"En las estadísticas parecen poco importantes porque están repartidos entre muchas categorías. Si los agrupas bajo una sola, se cuantifican y se confirma que la mayoría los hacen mujeres". De ahí surgió su concepto, uno que visibiliza una parte clave de la vida cotidiana y permite a los países repensar sus decisiones en materia de urbanismo y transportes aplicando la dimensión de género.
Esta perspectiva, antes ausente en el diseño de las políticas públicas, se ha convertido en un eje clave para responder a la realidad de los cuidados. En los últimos años, España ha ido integrándolo en reformas legislativas, presupuestos y programas locales con el fin de combatir roles perpetuados históricamente y reconocer el valor de las tareas en el ámbito doméstico.
En este sentido, se encuentran ejemplos hoy vigentes como la Estrategia Nacional de Cuidados 2024‑2030, impulsada por el Gobierno español, que sitúa la corresponsabilidad como principio central y propone ampliar los servicios, incentivar la participación de los hombres y valorar el tiempo destinado a la atención familiar como un componente esencial del Estado del bienestar.
