Como un torbellino, esta mujer mueve montañas, cuando el bosque avanza ella es el bosque y en el centro de la ciudad camina deprisa y salta los charcos, Esther Ortega (Madrid, 1974) es actriz y lo que quiera ser. Es intensa, divertida, apasionada, dúctil, desprende vida y verdad en todo lo que hace, y sobre lo que sueña pisa las uvas con tremenda perseverancia y valentía hasta que aparece su sueño hecho materia, corazón, acción, imagen y palabra, porque cree en sí misma y arropa, y es arropada, por la gente que ama.

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Cada tarde sale corriendo de casa para convertirse en Nieves sobre el escenario del Teatro Fígaro de Madrid, donde disfruta inmensamente formando parte de un elenco de excepción que da vida a la comedia Una terapia integral, escrita y dirigida por Cristina Clemente y Marc Angelet.

Probablemente, habrá entrado en el salón de tu casa muchas veces estas Navidades, como una de la protagonista de la campaña publicitaria de la Lotería Nacional 2022.

Esther Ortega en la función 'Una terapia integral'. David Ruano

Es conocida por su papel como la sargento Laura Andrún en la serie Desaparecida de TVE que le valió el Premio a la Mejor Actriz Internacional de TV en el Festival de Montecarlo, y en los últimos años ha dado el alma en series como Antidisturbios, Madres, Servir y Proteger o Historias para no dormir.

Sus películas más recientes son La mano invisible de David Macián, y Lasciarsi un giorno a Roma de Edoardo Leo, rodada en Italia, un país que adora y que la adora, en el que ha vivido y trabajado en numerosas ocasiones.

Y ahora está feliz, pletórica, ilusionada y agradecida, luchando por un proyecto propio y muy personal, su largometraje Amor en San Blas, cuyo guion ha desarrollado y escrito al ser becada en la tercera edición del Programa de Residencias de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográfica de España.

¿Cómo surgió la propuesta de protagonizar el spot de la Lotería Nacional 2022, y cómo vive en su día a día lo que ello genera?

Habitualmente no trabajo en publicidad, pero en este caso son spots que todos tenemos en la memoria emocional, muy cuidados, como películas pequeñitas dirigidas por directores y directoras importantes. Mi representante me ofreció la posibilidad e hice un casting, como todo el mundo.

La publicidad está en todos lados y aparece sola, no hay que pararse y buscarla, y lo que sí me ha pasado y es hermoso, porque tiene que ver con el amor, es que me escribe todo el mundo, hasta gente del instituto. Comulgue o no con el producto que estoy vendiendo, sí comulgo con el corazón que he puesto ahí para comunicar, junto con Mónica, mi compañera, y lo que genera es muy loco, muchísimo, toda la gente emocionada que me llama o me escribe diciéndome que ha visto el anuncio, que qué bonito.

No deja de ser una campaña de publicidad, es decir, es un negocio, no deja de ser un producto, yo soy muy consciente de ello y el día 22 de diciembre desaparecerá. ¿Que esas peliculitas hacen que la gente conecte con el amor y el compañerismo? Pues cojonudo, bienvenido sea, el amor nunca sobra, pero sin perder de vista que es una película publicitaria.

Esther Ortega. Luz Soria

Hablemos de teatro. ¿Qué supone para usted poder estar cada tarde regalando risas en el escenario, interpretando la comedia Una terapia integral?

Es espectacular. Estoy fascinada. No sé porqué, pero en España siempre me contratan para papeles dramáticos, en Italia he hecho mucha comedia, pero esta es la primera vez que me dan aquí esa la posibilidad, y encima con la actriz impecable y riquísima de recursos que es Marta Poveda, con César Camino, que está poseído por el Satán de la comedia, y con Antonio Molero, que tiene un nivel de maestría y dominio impresionantes, el escenario es suyo.

Cuando Cristina Clemente y Marc Angelet me envían este texto, yo me entusiasmo, porque es muy muy brillante, es una comedia elevada que no pierde el pulso, genera risas inesperadas y es muy fina, con personajes fantásticos, muy definidos, que además están ahí porque están haciendo una terapia.

Estar en esta función y que la gente se ría es un regalazo, porque la risa es automática, es beneficio inmediato, consigue que tu vida, en ese instante, sea mejor, provocar eso es espectacular.

Tal y como se plantea en la función, en esta sociedad industrializada y estresante, teóricamente avanzada, en este presente en el que la religión está diluyendo su presencia y peso, ha resurgido la necesidad de tener fe o de creer en algo por y para darle un sentido a nuestras vidas. Usted misma, ¿en qué cosas tocables o intocables cree o ha dejado de creer?

Yo opino que: creer crea. Creo en la elección personal e íntima en cada momento, creo que hay millones de cosas que podemos elegir, aunque no lo parezca, podemos elegir cómo reaccionar. Yo misma he hecho muchas terapias y mucho trabajo personal y me he dado cuenta de que cuando yo elijo y elijo dónde poner mi atención, tanto dentro de mí como fuera, la realidad puede cambiar.

Creo en que podemos ser creadores de nuestra propia realidad, hay veces en que el beneficio es inmediato, con respecto a un alivio, y otras veces, la creencia perpetuada en el tiempo acaba generando un cambio fuera. A lo que me refiero es que no me gusta la sensación de estar en manos de lo de fuera, no quiero ser una víctima de la vida ni de las circunstancias, no, elijo otra cosa, si al final la vida es subjetiva y tiene que ver con lo que yo elijo pues elijo otra canción.

En este sentido, en su relación con el mundo, con los otros y con usted misma, ¿se considera más dramática o trágica que positiva, o al contrario?

Soy una persona tan intensa que necesito comedia en mi vida a todas horas, necesito ligereza para poder sobrellevarme a mí misma, por eso todo el rato estoy haciendo el idiota en el mejor sentido, el payaso.

Y sacando adelante proyectos personales como el que ha estado desarrollando en la Academia de Cine, su largometraje Amor en San Blas. ¿Cómo arranca este viaje que usted misma define como un acto de amor?

Ha sido un regalo que no me esperaba de la vida. Surgió a raíz de estar con Marta Nieto rodando en Italia la película Lasciarsi un giorno a Roma, somos muy amigas y ella es para mí tremendamente inspiradora, es una mujer empoderada que genera sus propias historias, está punto de rodar su largo La mitad de Ana; hablando y hablando me preguntó, ¿tú, de verdad, de qué quieres hablar? Le conté mi historia familiar.

Yo creo que, a veces, aparece ese momento espectacular en la vida, que nos pasa especialmente a las mujeres, donde tú tienes que hacer el ejercicio de poder imaginarte como otra cosa, mirar lo que tienes dentro y fuera, y pensar “a lo mejor sí puedo, puedo hacer una película”, es como cambiar de estado, de sólido a líquido, porque además hay alguien, otra mujer, que te mira y te dice “tú puedes”, desde fuera te hace el regalo de decirte: “A tu alrededor tienes un lugar, puede que no lo estés viendo pero está, ocúpalo”.

Eso es la sororidad. Parar un momento y conectar con la posibilidad, con el esfuerzo, con el desafío, con la idea de desarrollar un proyecto propio, eso ya es una victoria. Y si encima seleccionan tu proyecto entre muchísimos y tienes la posibilidad de estar acompañada por una institución como la Academia, con clases, un mentor, compañeros… pues ya ni te cuento, porque la escritura es un proceso de locura, de soledad y de neurosis. Es impresionante todo lo que he aprendido, ante mí se abrió un mundo.

Esther Ortega. Luz Soria

Un mundo para hablar de su mundo, para contar una historia personal, ¿qué ha necesitado iluminar a través de su mirada?

Hablo de mi experiencia de infancia y de juventud, del impacto que tuvo en mi familia y en mi barrio, pero sobre todo en mis padres, la adicción a la heroína, desde mis tres años hasta los diecisiete, todo ese mundo desde mi perspectiva.

¿Ha sido un proceso catártico?

Ha sido, es y será totalmente terapéutico, y el viaje solo acaba de empezar. También hago esta peli para quitarme el estigma de dentro, por qué lo compré, por qué he ocultado mi vida siempre porque me daba vergüenza.

Yo he querido iluminar lo oscuro, quiero hablar de la estigmatización, de nuestra historia de amor y de la profesora que me regalaba un libro o del médico que le daba una baja a mi madre, de los gestos de amor, de solidaridad, de generosidad, que son los que te mantienen vivo en esta vida, de lo que hizo que mis padres y yo sobreviviéramos cuando el 40% de la gente de mi barrio de la edad de mis padres, murió.

Yo quiero honrar. Eso fue una epidemia y la narrativa oficial, como todas las narrativas oficiales, se perpetúan y se establecen solo en una cosa, y yo quiero apoderarme de mi narrativa y ofrecerla, porque yo estuve allí.

Creo que es espectacular haber llegado a este momento en la sociedad, en el que una mujer de origen humilde puede contar, de manera horizontal, una historia social.

¿Una historia real que se hará realidad en la ficción, muy pronto?

Sí, es maravilloso, ya tengo productora, empezamos este mes el proceso de financiación y si todo va espectacularmente bien, estoy rodando y dirigiendo esta peli en un año, con Carolina Yuste como mi madre y Jaime Lorente como mi padre.

No se puede pedir más y aun así, ¿qué le pide a la vida?

Armonía, poder vivir las cosas lo suficientemente tranquila como para disfrutarlas.