María Marañón Laura Mateo

Esta es una entrevista singular a dos mujeres. A la primera- la llamaremos Cristina Maro- le brilla la mirada. Fue víctima de violencia de género y, gracias a su fortaleza y a la Fundación Integra, encontró un empleo y recuperó la confianza en sí misma.

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La segunda, hace 21 años, cuando era la esposa del entonces presidente de gobierno, José María Aznar, fundó esta organización. Hoy es su presidenta ejecutiva, Ana Botella.

La Fundación Integra trabaja por la integración laboral. Desde su comienzo ha conseguido trabajo a más de 20.000 personas en riesgo de exclusión social, de las cuales 6.400 son mujeres víctimas de violencia de género. “No hay medida social más importante que el empleo”, dice su presidenta.

La periodista María Marañón, junto a Ana Botella y Cristina, víctima de violencia de género. Laura Mateo

Me encuentro con Cristina Maro y Ana Botella en la entrada de la Fundación. Las tres hemos llegado siete minutos antes. Cristina tiene prisa por volver al trabajo, así que comenzamos. Habla un español dulce del otro lado del Atlántico.

¿Antes de sufrir maltrato había oído hablar sobre la violencia de género?

Se habla mucho, pero es difícil abrirte al tema. Ignoraba la existencia de organizaciones que apoyaran a las mujeres que hemos sufrido violencia. Yo la viví en mi país.

¿En qué momento es consciente de la situación de maltrato?  

Tiendes a normalizar esas situaciones, por miedos, temores… Llega un momento, depende de cada persona, en que comienzas a darte cuenta de que muchas cosas que creías que eran normales no lo son. No están bien.

Ana Botella en un momento de la entrevista.

En ese momento, ¿tuvo el apoyo de familia y amigos?

De cara a mi familia me resultaba vergonzoso. Tenía el temor de que más que ayudar, me refutaran. Busqué apoyo de amigas.

Salió huyendo de su país y vino a España…

Lo que más me impulsó es que yo quería desligarme por completo. El proceso de emigrar no es fácil. Aunque eso pasó en mi país, no se olvida. Son cosas que te quedan. A nivel personal, si quisiera dar paso a una nueva relación, te lo piensas. El temor quizá no lo expresas, pero lo llevas dentro.

¿En España fue fácil encontrar ayuda?

Del todo no. Cuando vives ese tipo de situaciones, te cuesta hasta saber tu valía. Es una cosa gigantesca que hace que no entiendas nada, que no veas nada, que no reconozcas todo lo que tú tienes.

Cuando encuentro la Fundación Integra, comienzo a ver una luz, a entender muchas muchas cosas, a reconocer mi potencial, lo que valgo como mujer, como madre, como trabajadora, como todo…

¿Fue entonces cuando entró en la Escuela de Fortalecimiento de la Fundación?

Era la primera vez que estaba en un proyecto en el que, además de prepararte para la inserción al mercado laboral, te apoyaban personalmente. Aprendes que no es malo hablar sobre ello, ni que sepan que perteneces a un grupo de mujeres que sufrieron violencia.

Te acompañan en el proceso, en esa parte de que yo, como mujer, viví ese acoso horrible que no se lo deseo a nadie. Nunca en mi vida había tenido la oportunidad de combinar las dos cosas. De hecho, en procesos de selección en otras fundaciones, no se tocaba el tema.

¿Ahora trabaja?

Sí (dice sonriendo). A nivel laboral, me siento muy bien. Con el equipo también. Siento que todo va encajando.

¿En qué momento empieza a llevar las riendas de su vida?

Hay un antes y un después a nivel laboral, vital, como madre, que es lo más importante…  Todo va unido. Es como un hilo conductor de muchas cosas. En mi caso, el proceso migratorio viene con la carga de haber vivido algo tan tortuoso.

Buscas opciones de apoyo. Es cuando llego aquí. La Fundación me ha ayudado muchísimo. No solamente a tener trabajo. Es que yo recuperé lo que por mucho tiempo había perdido. De verdad que me siento muy bien.

¿Qué le diría al lector?

Creo que hay más mujeres que lo han sufrido de las que nos imaginamos. Incluso personas que han alcanzado un nivel jerárquico alto en una organización son víctimas de violencia y nadie lo sabe. Lo llevan ellas a la espalda, con los hijos, por miedos, por el qué dirán, por la sociedad… A mí me pasaba en mi país. Yo estudié, me preparé, siempre he trabajado. Se me caía la cara de vergüenza por que alguien supiera que era víctima de violencia.

Hay que crear una conciencia. No normalizar que somos víctimas, sino normalizar que hablemos y que cualquiera puede ser víctima. Eso no tiene nivel social. Estamos expuestas todas. Ojalá que más fundaciones estuvieran orientadas a eso. Yo veo dos vertientes. Una, la inserción en el mercado laboral que te cambia la vida y, la segunda, el acompañamiento.

¿Ha recibido ayuda psicológica?

No. Yo creo que tengo mucha resiliencia porque si contara el nivel de detalle de todas las cosas que uno puede pasar… Soy católica y creo que Dios me ha permitido lo que tengo ahora (se emociona). Es un tema de valores, del núcleo familiar que tengo en mi país tan espectacular. Que pasé por eso, lo pasé…

Ha tenido la fortaleza para reconstruir su vida.

Claro, porque otras personas se quedan en ese hueco. Cuando yo emigro buscaba las mil y una maneras hasta que uno se encamina.

Quiero decir a todas las mujeres que no tengan miedo de hablar. Mírame a mí, por más que quiera separar la emocionalidad, recuerdas y sientes cosas que te afectan… Pero que hablen, que se expresen…

(Tras la sesión de fotos, Cristina sale deprisa y me quedo con Ana Botella. La carga emocional se va diluyendo.)

¿Qué le impulsó a crear la Fundación Integra hace ya 21 años?  

El ver que en un momento, en el que había casi pleno empleo, existían personas que por sus especiales circunstancias, se quedaban fuera del mercado laboral.

Creo que no hay medida social más importante que el empleo. Es lo único que, después de haber vivido una situación muy complicada, te da independencia y te da la capacidad para afrontar el futuro y empezar una nueva vida.

¿Cuál es la labor de la fundación?

Por un lado, somos una agencia de empleo sólo para personas en riesgo de exclusión social. España es un país que tiene un gran tejido asociativo. Las personas que llegan a la fundación vienen de otras asociaciones, que nos llaman para que les busquemos trabajo. Además, tenemos la Escuela de Fortalecimiento con 200 voluntarios.

¿Quiénes son los voluntarios?

Son directivos de las empresas colaboradoras. Tienen bastante nivel. Lo más importante que tenemos todos es nuestro propio tiempo. Entonces, que un directivo les dedique una serie de horas, además de enseñarles cómo presentarse a una entrevista de trabajo, también mejora la autoestima, aspecto que también se trabaja.

Hemos estado hablando con Cristina Maro. ¿Qué destacaría de ella?

Creo que es una persona que va a salir adelante. Se la ve fuerte y con optimismo.

Usted recalca la importancia de la independencia económica para las mujeres.

Una mujer no tiene verdadera independencia hasta que no tiene independencia económica. Yo recuerdo la generación anterior a la mía. Había muchas mujeres atrapadas en situaciones domésticas complicadas porque no tenían independencia económica.

Para una mujer que sufre maltrato en su casa es fundamental que tenga un trabajo. Porque el maltratador siempre trata de aislarlas y hacerles sentir culpables. De ahí la pregunta: “¿qué habré hecho yo?”.  Además, el maltrato es muy transversal. Una de las primeras cosas que hace el maltratador, hasta con la mujer que tiene preparación, es empujarla a que deje el trabajo.

Sorprende el maltrato entre adolescentes a pesar de que haya una mayor concienciación social.

Esto es curioso, sí. Creo que las redes sociales y la digitalización han cambiado el mundo y han cambiado las relaciones entre los adolescentes. La estructura familiar que existía antes se ha diluido. El punto de referencia de muchos adolescentes está en las redes.

¿Cree que el trabajo dignifica?

Totalmente. Hay que tener en cuenta que detrás de los números hay una persona, una vida, una familia… Por eso es tan importante tener un empleo. Lo más fácil es repetir lo que has vivido. Romper esa dinámica es muy complicado.

¿Qué porcentaje de éxito tienen?

Un 90 % de éxito. Hay mucha gente que nunca ha tenido una oportunidad en su vida. O, si la ha tenido, la ha desaprovechado. Pero, cuando de repente ve la posibilidad de empezar una nueva vida y alguien le tiende una mano, la coge. Y, seguramente, valorará mucho más el trabajo.

La Fundación Integra colabora con un entramado muy importante de empresas, unas 62. ¿Ha sido difícil lograr su cooperación?

En un principio, como yo era la mujer del presidente de gobierno, fue fácil. Cuando pedí a una serie de empresarios importantes que entraran en el patronato de la fundación, lo hicieron. No sólo no se ha ido ninguno, sino que han continuado apoyándonos.

Ahora, además, se acercan empresas a las que les interesa aumentar los indicadores de responsabilidad social corporativa. Incluso, las empresas que cotizan en bolsa consideran que tener altos esos indicadores sube la cotización.

En este mundo de incertidumbre y de crisis, ¿cuáles son los nuevos retos y desafíos?

Esto lo preguntaba yo esta mañana en el patronato de la Fundación. Vivimos en el momento más peculiar desde que acabó la Segunda Guerra Mundial. Me recuerda a un libro de Stefan Zweig, El mundo de ayer, que describe lo que ocurre entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial: los felices años 20… Realmente nadie sabe nada.

¿Van a seguir haciendo la misma labor?

Sí, además de la Escuela de Fortalecimiento, vamos a empezar otra escuela de tecnología. Si a la exclusión social le unes la digital, ya estamos muertos.

También tienen acuerdos con la Universidad Francisco de Victoria…

La formación puede mejorar considerablemente tu vida. El rector es el vicepresidente del patronato. Al año van pocos a estudiar porque, generalmente, entre cargas familiares y trabajo, no tienen tiempo.

Aunque está fuera de la política, se mantiene usted muy informada.

Procuro estarlo, con la que está cayendo…

¿Cómo ve la actualidad?

Son momentos muy complicados. En relación con la economía, tenemos la inflación más alta de los últimos 30 años, un 117% de deuda sobre el PIB, una situación presupuestaria deficitaria, menores perspectivas de crecimiento... Somos más dependientes energéticamente porque ya no viene gas de Argelia. A esos datos hay que añadir que el gobierno actual no está siendo capaz de captar todos los fondos de recuperación. Es gravísimo.

A esto se suma una situación política complejísima. Tenemos un gobierno que tiene acuerdos con los nacionalistas y con los herederos de los etarras, Bildu… Se van a quitar los delitos de sedición, de malversación… Se están aprobando modificaciones muy importantes y leyes como enmiendas, saltándose el procedimiento establecido.

Nadie sabe cómo va a terminar la guerra en Ucrania. Además, se está produciendo una polarización muy grande en todo el mundo. Creo que es el resultado de las nuevas maneras de comunicación.

¿Qué importancia tiene el trabajo para usted? Podría dedicarse al dolce far niente

Hay muchas veces que lo pienso. Yo creo que el ser humano necesita sentirse útil.

¿Cómo ha conseguido a lo largo de su vida evitar ser víctima de críticas y de halagos?

He vivido lo mejor y lo peor. Creo que todo hay que tomarlo con una cierta distancia. He tenido momentos durísimos. En mi caso, al final, sólo tiene capacidad para hacerme daño un número reducido de personas. Siempre he cuidado a todos los míos, tanto familia como amigos. Es fundamental.

Luego, hay que ser consciente de que por circunstancias de la vida puede haber muchos halagos. Hay que tomarlos como lo que son: agradeciéndolos, pero sabiendo que van a pasar. Hay un principio en la vida: todo el que sube, baja.