Aunque no le gustan las redes sociales, la periodista Lucía Méndez (Palacios de Sanabria, Zamora, 1960) tiene un twitter afilado y, si sus opiniones en prensa y televisión se podrían describir como contrafuertes para el criterio de una muchedumbre de seguidores, entonces sus tweets podrían ser descritos como hojas de una navaja suiza.

En los últimos días, esta periodista ha escrito frases como que "el Reino Unido nos recuerda que en España tenemos dos Reyes y dos Reinas", que "si las instituciones no se respetan a sí mismas, ¿cómo confiar en el Estado de derecho?" o, sagazmente, que "en cierto periodismo español hay más inclinación a lamentarse y poner el grito en el cielo" que a explicar los porqués.

Alrededor de esta última afirmación comienza la conversación con una de las periodistas con más reflexión sobre el oficio: desde el 1998 escribe en El Mundo, y es colaboradora de diferentes medios. Para Lucía Méndez, el diagnóstico está claro: el periodismo se ha vuelto narcisista, como la entera sociedad actual.

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"Yo creo que el periodismo no es ajeno a la sociedad, es más bien un reflejo de ella, y le pasa lo mismo que a la sociedad actual: tiene una tendencia narcisista absoluta. Nuestra generación está educada en el 'nosotros', pero ahora vivimos en una época en la que prima el 'yo’. Si hay alguna definición de nuestra era, es esa: el narcisismo".

Sobre la construcción de su criterio personal sentencia, "no estoy aquí para gustar", con fuerte convencimiento. "Los que llevamos más de treinta años ejerciendo esta profesión hemos combatido ya muchos intentos de que personas más o menos poderosas o inteligentes hayan querido cambiar nuestra opinión. Cada cual se debe ocupar de conquistar la colina de su independencia y neutralidad".

"Y luego hay otra cosa también en este tema", añade a continuación, "que la línea que separa el periodismo del activismo es tan delgada que a veces ya no existe. El activismo político camuflado de periodismo es una de esas cosas que se ha normalizado. Y sé que esto es como clamar en el desierto, cuestionar algo que pasa ya por normal, y que es fruto de estas nuevas realidades".

"No se trata de dar lecciones", continúa, "y entiendo que cada generación tiene derecho a hacer el periodismo que quiera, pero la lección de 'separar los hechos de las opiniones’ fue una que nosotros nos tatuamos. Por supuesto, el periodismo tiene que defender los Derechos Humanos, pero hasta ahí, y con eso nos referimos a la carta de la ONU, no a las opiniones personales".

Lucía Méndez. Óscar Corral

¿Hay un punto de inflexión en el modo en que nos relacionamos con la información? Para Méndez todo se explica como consecuencia de "una nueva realidad política a partir de la crisis del 2008" que hizo que los periodistas conservadores acusaran a los nuevos movimientos políticos de querer terminar con la democracia. "Y ahora pasa lo mismo pero al revés. Hay una reacción a eso, un reflujo", refiriéndose a las nuevas opciones de derecha "dura" en Europa.

Para ella, la clave radica en que, "en vez de explicar motivos y causas de por qué la gente vota lo que vota, y de por qué hay que respetar la democracia y el voto de las personas, a veces el periodismo se aplica en denunciar y en obligarnos a todos a usar cierta nomenclatura".

¿Quiso siempre ser periodista?

Toda la vida. Yo nací, como muchas personas de mi generación que ahora tenemos una posibilidad de expresarnos, prácticamente en la Edad Media, en cuanto a modo de vida. Vivía en una aldea de Zamora, y no sé por qué… quise ser periodista. Mi madre era ama de casa y mi padre agricultor y camionero en un pueblo de Sanabria.

¿Cuál fue su motivación?

Hay una escena en una película de Robert Redford que se titula La verdad, en la que, cuando él está a punto de declarar en la comisión de un juicio, un joven le pregunta "¿tú por qué quieres ser periodista?" y él responde "por curiosidad", "¿sólo por curiosidad?", dice, "nada menos que por curiosidad… ¿y tú por qué?" y aquel chaval le responde "yo por ti".

Mi razón ha sido esa, la curiosidad por saber y por entender mejor el mundo que me rodea, y también tener la posibilidad de contarle a la gente cosas que para mí eran interesante que me contaran.

Luego claro que admiraba a los periodistas que contaban esas cosas interesantes en la Transición, que en esa fase histórica de España hicieron que aquella estudiante de bachillerato se preocupara por la política y estuviera atenta a lo que pasaba. Decidí ser periodista, pero es verdad que tuve que pasar muchos obstáculos…

"Yo lo que he tenido han sido maestros, ¡que de esos no hay apenas ahora!, porque ya es algo que no se ejerce, no hay tiempo para enseñar"

¿Qué obstáculos?

No había facultades en toda España como hay ahora, y yo me tenía que venir a Madrid, lo cual no era tan fácil. Tuve la suerte de tener un padre y una madre que tuvieron la suficiente confianza en mis capacidades e hicieron un sacrificio. Fueron en realidad unos adelantados a su tiempo porque lo normal era que las mujeres al llegar a cierta edad dejaran la escuela y se casaran. Entendieron que una mujer podía estudiar igual que un hombre.

¿Y que pasó después de eso?

Luego ya pasó todo [resume así su trabajo en diferentes medios hasta llegar al equipo fundacional de El Mundo]. Salí de mi casa a los dieciocho años y ya no volví más que de vacaciones.

Ahora, si te fijas, cuatro décadas después, verás que escuchas a mucha gente contar una historia parecida, porque es la historia de este país, representamos ese avance: nacimos en un mundo pobre, de recursos muy limitados, con un modo de vida muy atrasado, y hemos atravesado cuatro décadas, atravesando varios siglos. Esto ha sido posible porque en España durante esa época el ascensor social funcionaba muy bien y la instrucción pública también, porque no teníamos nada más que eso: nuestro esfuerzo, la educación y nuestro trabajo.

Ni posibilidades económicas ni recursos familiares, nada más que la educación pública, que nos transportó y nos permitió algo que no pudieron nuestras familias, llegar a la universidad. Ahora hay una explosión de creatividad sobre este tema, muchos libros y películas que lo explican

¿Ha tenido role models?

Yo lo que he tenido han sido maestros, ¡que de esos no hay apenas ahora!, porque ya es algo que no se ejerce, no hay tiempo para enseñar. Grandes maestros, como Iñaki Gabilondo, Fermín Bocos y Pedro J. Ramírez. Yo lo he aprendido todo de estas personas, fueron los que me enseñaron el periodismo político cuando llegué al periódico y la profesión, ¡antes había maestros, ahora no hay tiempo de enseñar ni de aprender!

Y crecí con el libro de Oriana Fallaci en la mesilla de noche, Entrevista con la historia, una colección de sus entrevistas editadas a los grandes personajes del siglo XX, y tenía subrayadas las entradillas, hubiera dado lo que fuera por ser capaz de escribirlas, eran una delicattessen.

¿Cómo fueron sus comienzos en la profesión?

Digo siempre que, en los primeros compases de mi profesión y cuando era más joven, cuando ya había algunas mujeres, como me tocó estar en un ambiente en que éramos pocas, ahora lo veo claro, tuve que comportarme como un hombre, para ser respetada y considerada, me tenía que comportar "como un compañero", establecer el comportamiento propio de los hombres.

En ese momento nunca se me hubiera ocurrido pensarlo, luego me he dado cuenta, con la conciencia de esta época, evidentemente, de que la cuestión de las mujeres explosionó por fortuna, y de que nadie era consciente de que se trataba del gran fenómeno social de los últimos cuarenta años del siglo XX. Esa transformación social no fue fácil y tuvo costes para las mujeres y para los hombres.

"Creo que se puede ser periodista y crítico sin hacer daño a las personas, sin dañar en lo personal"

¿Cómo ve la situación ahora?

Las cosas no son tan fáciles. Ahora nos damos cuenta de que en el tema de la maternidad la situación en las empresas ha avanzado muy poco. Nuestras hijas, cuando van a ser madres, tienen los mismos problemas que teníamos nosotras, que se resumen en obligarte a pensar en renunciar a tu carrera profesional.

La maternidad sigue penalizando en las empresas a las mujeres, treinta años después, y yo sinceramente espero que avancemos en esto, porque ya no es una cuestión de leyes. Las mujeres que quieren tener hijos en ambientes empresariales, o mejor dicho, en todas partes, sufren angustia, por esa creencia absurda de que una mujer que tiene hijos tiene menos competividad.

¿Cuál es la clave del periodismo opinativo?

Si pierdes el miedo, tienes total libertad. Esto no viene de serie con el título, sino que se adquiere con tu criterio.

¿Cómo es el proceso para cristalizar una opinión sobre algo?

A mí escribir columnas no me resulta fácil. Reflexiono mucho, pienso mucho. No me importa el qué dirán, ya no, me importa mi propia tranquilidad de conciencia. Pienso mucho en lo que escribo, para estar satisfecha de lo que hago, no me gusta descalificar por descalificar, no creo en el insulto, ni en 'la hipérbole que hace daño’. Creo que se puede ser periodista y crítico sin hacer daño a las personas, sin dañar en lo personal.

Para mí los hechos y los datos son sagrados y quizá deba decir "eran" porque lo que veo alrededor es que, a fuerza de hablar de noticias vanas, todo es falso y nada es verdadero, es lo que llaman la posverdad. Ahora se dice con tanta ligereza que 'esto es fascista’ y 'esto es comunista’… El rigor del dato se ha abandonado a su suerte, ya no tiene importancia, es muy difícil establecer qué es una verdad periodística, antes había un consenso, una forma de objetivar, ahora no, hay dudas y los datos se usan para lanzarlos a la cabeza, no para analizarlos.

¿Cuál cree que será entonces el futuro del periodismo entonces?

Las nuevas generaciones tendrán que ver qué hacen con esto, a lo mejor este periodismo no tiene vuelta atrás. Y a lo mejor soy una nostálgica del 'periodismo del Watergate’. La emergencia de las redes y el hecho de que cada día estemos bombardeados por muchísimos inputs hace que todos caigamos en creernos noticias que no son verdaderas. Y eso exige una reflexión, hay que pensar mucho las cosas. En general yo no estoy muy contenta con lo que escribo, pero hago un gran esfuerzo, no me salen textos fáciles, dedico muchas horas a pensar, a leer libros, a investigar y me gusta saber y estar muy al día de las nuevas tendencias de la política y la sociedad.

¿Quién le viene a la cabeza si le hablo de liderazgo y materia gris?

Mayorga. El teatro sigue teniendo una gran importancia.