Si uno piensa en una planta química puede que se imagine chimeneas enormes, tubos que entran y salen de las naves con un destino marcado pero casi secreto y un olor raro. Sin embargo, la planta de Cepsa en Palos de la Frontera se ubica frente a una laguna rehabilitada por la propia compañía donde se pueden ver patos disfrutando del agua y de las cañas y árboles que funden lo natural y la artificial como dos fuerzas contrapuestas pero obligadas a entenderse.

Del silencio que se respira en esa fusión surge Esther González (49 años), la primera mujer que dirige este gigante de metal en sus años de historia. Curiosamente, las mujeres son sólo el 9% de los 186 trabajadores que conforman la plantilla de esta instalación, sin embargo, Esther ha llegado a lo más arriba, aunque a ella no le guste decir que "es la que manda" o "la reina del lugar": "Somos un equipo y yo estoy para organizar, ver cuáles son las necesidades que tienen, qué recursos necesitan y que todo vaya funcionando", asegura.

Esta tinerfeña de risa fácil sabe mucho de mezclar situaciones que se atraen entre sí. Estudió Ciencias Físicas en la Universidad de La Laguna, que no Químicas, pero insiste en que para dirigir la mayor planta integrada del mundo dedicada a la producción de cumeno, fenol y acetona, es mejor tener conocimientos variados. 

Esther González repasa las tareas con varios trabajadores de la planta química. Alberto Díaz

"Yo creo que la física y la química son complementarias. Deberíamos ser un poco de todo: un poco físicos, un poco químicos, un poco ingenieros... La diversidad y el poder tener conocimientos variados son muy positivos a la hora de tu desarrollo", lanza una lección que puede ser algo más universal que meras fórmulas o leyes.

Sin referentes cercanos ni tradición familiar, la curiosidad y el esfuerzo han comandado su destino: "Quise estudiar Físicas porque era una ciencia que me permitía responder a muchísimas preguntas que me hacía relacionadas con nuestro mundo, el entorno, el cielo, el universo, el interior de la tierra... luego no estudié las especialidades como astrofísica o geofísica, pero la elegí por mi curiosidad", explica desde Huelva donde aún conserva su suave acento canario aunque matizado por los años de trabajo que la han llevado de aquí para allá, incluso a China.

Romper estadísticas

Entró a trabajar en una refinería de Cepsa en 2003, en Tenerife. Entonces, esos gigantes de hierro eran territorio casi exclusivos para los hombres y se notaba no sólo en el ambiente. También en las instalaciones y en el equipamiento. "Cuando empecé no estaban totalmente adaptadas a las mujeres: ni baños ni vestuarios, ni con los guantes, que parece una cosa sencilla pero que son importantes en nuestro día a día. A mí me sorprendía que no hubiera talla de guantes pequeña porque había compañeros hombres que tenían las manos más pequeñas que yo".

Pero reconoce que Cepsa "ha ido trabajando y superando estas barreras que nos hemos podido ir encontrando las mujeres" para apostar incluso por elegir a la primera mujer directora de planta y empezar a romper estadísticas y porcentajes.

Eso sí, Esther advierte de que no todos los puestos en una planta química pueden ser ocupados indistintamente por un trabajador o una trabajadora: "Dependiendo de la toxicidad de los productos con los que trabajamos, hay algunas plantas en las que las mujeres pueden correr riesgo durante el tiempo en el que no saben que están embarazadas".

Esther González y una de las mujeres que ocupa un puesto de mano en la planta química. Alberto Díaz

Por eso, curiosamente, la incorporación de la mujer se ha producido más por la parte de arriba de la pirámide, rompiendo techos de cristal en cargos medios y directivos, que a nivel operario: "En la planta de Palos de la Frontera no somos muchas mujeres, pero lo más significativo es que un 60% ocupa posiciones de mando. Por ejemplo, de tres jefes de planta que tenemos, dos son mujeres".

Y ni siquiera ahí es fácil elegir mujeres en los procesos de selección porque faltan chicas que apuesten por carreras de ciencia y tecnología: "Las carreras STEM tienen un sesgo que inconscientemente añadimos y es la fama de que son dificilísimas. Y es verdad que son difíciles pero no imposibles. Mucha gente las estudiamos y no son imposibles. Es necesario tener claro qué es lo que quieres hacer y luchar por ello".

También, como ella reconoce, saber que hay un futuro para las licenciadas en esas profesiones: "Muchas veces falta el impulso inicial por eso. Nosotros mismos en Cepsa tenemos un voluntariado por parte de la Fundación con Inspiring Girls, donde mujeres profesionales de carreras STEM nos acercamos a los colegios a compartir nuestra experiencia y que vean que hay empresas como Cepsa que te van a dar la oportunidad de ejercer tu profesión. Eso es importante".

Esther González, en su despacho, en la planta química de Cepsa. Alberto Díaz

Una carrera de fondo

Esther sabe que las cosas no se pueden cambiar en un día ni lamentablemente en un año. Por eso no cree que la solución sea imponer cuotas, como se está haciendo en otros países como Alemania: "Alcanzar una realidad diversa e igualitaria tanto en el ámbito público como privado es una carrera de fondo que requiere un esfuerzo continuo y donde la intermitencia no ayuda en absoluto. El vamos a hacer una cosa y nos paramos. Hacemos otra y nos paramos no sirve, necesita continuidad". 

El peligro, según ella, es que asumamos "una cuota del 30% como en Alemania, y nos quedemos ahí porque es lo que dice la ley. Llegará un momento en el que nos volvemos a quedar parados" y sin paridad. "Para mí lo fundamental es que seamos objetivos en la tarea de reclutamiento de las personas, en los procesos de selección, y en las promociones en las posiciones de liderazgo".

Pero objetivos de verdad, no con el sesgo predominante de lo masculino: "En Cepsa trabajamos en algunas herramientas que nos ayuden en esa objetividad como un programa de formación y cambio cultural sobre sesgos inconscientes; uno de desarrollo de competencias gerenciales para mujeres con potencial... pero insisto en que es una carrera de fondo y tenemos que estar continuamente trabajando en ello".

No le hace ascos a que se introduzcan medidas desde el Gobierno que ayuden a la mujer a desarrollar su carrera profesional como el permiso igual e intransferible para los padres: "Todas las leyes que permitan que los padres pasen más tiempo con sus hijos van a ayudar a la conciliación e incluso a contribuir a un cambio cultural de la familia donde todavía seguimos pensando muchas veces que la mujer es la que tiene que cuidar a los niños. Afortunadamente cada vez es menos, pero ayuda al cambio cultural y a la mujer".

A lo largo de su carrera ha sido varias veces "la primera en", pero insiste en que no trabaja pensando en los techos que tiene por arriba. "Siempre he estado muy centrada en mi trabajo y en estar preparada por si surgen las oportunidades. He trabajado duro y mucho, pero nunca he sido consciente de que había roto un techo de cristal. Cuando llego es cuando me dicen que soy la primera mujer aunque es un privilegio ir rompiéndolos para dar pasos a todas las compañeras".

De hecho, Cepsa ya cuenta con una mujer como máxima responsable del negocio de la química, Paloma Alonso, y para Esther es "un hito importantísimo". "Llegar a un puesto de dirección cuesta porque requiere de determinadas capacidades. Es un puesto de mucha responsabilidad y tienes que trabajar duro. Lo que sí queda claro ahora, que hasta hace unos años no lo estaba, es que los requisitos para este tipo de puestos los puede cumplir tanto un hombre como una mujer".

Esther González, en la planta química de Cespa. Alberto Díaz

Siempre abiertos

Entre estos tubos que entran y salen de las naves, la planta química de Cepsa no cierra nunca y cuenta hasta con una catedral, una infraestructura roja y amarilla que es muy simbólica para todos los que conocen la zona, y que preside la planta.

"Aquí trabajamos 24 horas los siete días de la semana y los 365 días del año, salvo que tengamos paradas programadas para realizar mantenimiento de las instalaciones. Es una cosa que no para. La mayoría de nuestro personal trabaja a turnos de mañana, tarde y noche".

Su funcionamiento está coordinado con las refinerías de Gibraltar San Roque y, sobre todo, de La Rábida, muy próxima. "Estamos altamente integradas con ellos, recibimos materias primas de la refinería y devolvemos una serie de subproductos".

Desde que se abriera la instalación en 1976, esta planta se ha convertido en la más importante del mundo en cumeno, fenol y acetona, además de producir alfa-metil estireno. "Son ingredientes básicos para fabricar productos que están en nuestro día a día como móviles, ordenadores, salpicadero del coche; medicamentos como el acetilsalicílico o algunos antibióticos; en el sector alimentario como en el aroma de vainilla...".

Esther González, con la catedral al fondo. Alberto Díaz

Además, su esfuerzo ha sido clave en la crisis de la Covid puesto que varios de los productos son básicos "para la fabricación de geles hidroalcohólicos, de guantes desechables, de respiradores, de hospitales de campaña...": "Para nosotros es muy importante aportar nuestro granito de arena".

Esther González ha conocido muchas plantas en su vida y no sólo en España por eso sabe que el principal progreso de esta industria, que se enfrenta a un proceso transformador y estratégico en los próximos meses, ha sido en seguridad y en la implantación de las nuevas tecnologías.

"Toda la normativa de seguridad a nivel industrial ha mejorado muchísimo y ha cambiado nuestros procesos. También en la parte de las comunicaciones gracias a la industria 4.0 hemos pasado de escribir los partes de relevo en los cambios de turno de papel a la tablet, todo digital. O consultar la información en cualquier lugar y en cualquier momento. Antes tenías que ir a las salas a ver un plano en papel y ahora es más rápido y seguro detectar alguna desviación".

Por eso, quizás, las plantas químicas han dejado de dar el miedo que provocaban hace décadas para pasar a ser engranajes perfectamente encajados en sus turnos y trabajos silenciosos pero claves. "El momento de máxima tensión es precisamente cuando hacemos las paradas programadas de mantenimiento. Cada año dependiendo de la planta, paramos para hacer las revisiones de los equipos reglamentarias, reparar cosas que no se puedan arreglar en marcha y asegurar la integridad de las instalaciones".

A la suya le tocó el pasado mes de octubre y "fue un auténtico reto ya no por la casuística de la parada en sí, sino además porque teníamos el Covid y había que conseguir que no hubiera ningún contagio". Reto conseguido.

Durante esos días, sólo pisa su casa para ducharse y dormir unas horas, y eso que ella es de esas jefas que apuestan por airearse porque "puedes trabajar 24 horas seguidas si quieres, pero ni tu rendimiento ni tu lucidez ni nada va a ser igual". 

"En esos periodos se triplica la cantidad de personal contratista que entra a trabajar porque son muchas tareas en muy poco tiempo. Tiene que existir una coordinación perfecta para que no haya ningún accidente ni incidente medioambiental o de seguridad. Además, hay que cumplir con la fecha prevista y continuar produciendo", relata como si leyera un manual que tiene grabado en la cabeza y en el calendario.

Y resalta el esfuerzo de toda la plantilla: "El personal a turno dobla y es momento de mucha disciplina y coordinación, y mucha atención porque además, al trabajar tantos días doblando inevitablemente el cansancio empieza a jugar su papel y tenemos que estar muy alerta".

Esther González junto a dos trabajadores, dentro de una de las instalaciones de la planta. Alberto Díaz

Esfuerzo

Cuando sale por la puerta para alejarse del acero y la laguna, es fácil encontrar a Esther cogiendo el coche para ir de una ciudad a otra "a cambiar de escenario", como ella lo llama. "Una afición complicada en estos tiempos de pandemia", bromea. También el cine, otra de sus aficiones. Así que le queda pasear, a veces por la playa, aunque su condición de isleña no garantiza en este caso que "sea muy playera".

Eso sí, ni la Covid ha cambiado su rutina de deporte y sobre todo de trabajo. El esfuerzo como norma que la sigue situando en posición de salida para cualquier nuevo reto que se le presente.

De hecho, Cepsa cuenta con un programa de diversidad e inclusión para promover entornos inclusivos de género pero también de capacidades diferentes, LGTBI, generacional y cultural y la dirección se ha propuesto incrementar el número de mujeres en posiciones de liderazgo y seguro que en un futuro van a encontrar a Esther lista para lo que quieran de ella. 

Mientras, sigue empoderándose para empoderar a las que vienen: "Creo que puedo ayudar compartiendo mi experiencia y que las chicas vean que es posible luchar por lo que quieres, que se puede conseguir, y que hay empresas como Cepsa donde puedes trabajar y donde todos podemos desarrollarnos de acuerdo a nuestro potencial no de acuerdo a nuestro género o edad". 

Seguro que así cumple con el único referente familiar que ha marcado su trayectoria, el de sus padres apoyándola y asegurándole que "hay que trabajar mucho y muy duro para conseguir lo que queremos, independientemente de si eres un chico o una chica".

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