Los genios más importantes de la historia de la humanidad han tenido siempre el mismo deseo: volar como los pájaros, ver la tierra que ocupamos los mortales con los ojos de los dioses. Volar sin hacer ruido, siguiendo la dirección que marca el viento y eso es exactamente lo que hace Encarnita Novillo (51 años) desde que era una adolescente.

Esta madrileña es la única mujer instructora de vuelo sin motor en España, "ahora jefa de instrucción en el Club Loreto", y la única técnica de mantenimiento de estos planeadores. "No sé qué engancha tanto del cielo, es un placer estar ahí arriba y con los vuelos sin motor estamos con los buitres de todo Guadarrama, volamos con ellos... Es muy bonito", reconoce con una sonrisa serena en su cara, hablando bajito como quien no quiere alterar a esas bandadas.

Aunque no siempre es fácil estar rodeada siempre de hombres, Encarnita asegura que en el aire el instructor (sea hombre o mujer) siempre tiene la razón. "Nunca me han dicho nada los alumnos al ver que tenían una instructora. En esta profesión hay un cierto machismo que sí se nota a veces, pero yo no me he sentido nunca mal y de hecho ahora soy jefa y son todos chicos. Pero soy yo la que lleva la escuela y nadie duda de mí".

Desde hace años, Encarnita también trata de que cada vez más mujeres se enamoren de coger un avión a través de un mando y volar a la altura de los buitres entre térmica y térmica, sin la necesidad de un motor. "En nuestro club tenemos una chica. Ahora vamos a hacer unas jornadas para mujeres a ver si se motivan porque no hay muchas y me gustaría que hubiera mas".

El punto de inflexión es siempre el mismo: "Cuando yo empecé había más chicas en los cursos, que eran muy asequibles, pero luego no han continuado. Más que nada por la conciliación familiar, que es muy difícil".

Encarna Novillo, tras aterrizar con su avión sin motor.

Y lo dice ella, que sabe lo que es volar embarazada, "sólo al principio", o con sus hijos en el aeródromo al cuidado de su marido también instructor o de algún amigo para poder subirse al avión. "Nosotros volamos en Segovia, que está a 100 kilómetros de Madrid, y te supone salir todo el día. Si vuelas cerca de casa, como instructora de 9 a 3 o algo así, podría ser un trabajo normal, pero esto no lo es. Es volar hasta el ocaso y es difícil para conciliar".

Un curso a los 17

Encarnita se subió por primera vez a un planeador cuando tenía 17 años por una de esas casualidades de la vida que te orientan definitivamente. "Mi padre trabajaba en Correos y me ofreció ir a Ocaña que había unos cursos de la Dirección General de Aviación Civil en vez de a un campamento, como iba todos los años, y le dije que sí. Fui a Ocaña y allí me enganche porque tradición aeronáutica en mi familia no hay. Me encantó y me hice piloto", reconoce. Allí mismo obtuvo la licencia para ser piloto de planeador y motoplaneador.

Sin embargo no sólo quería volar. También quería enseñar a quienes sentían la misma pasión que ella por esos planeadores, así que 1991 se sacó el título de Instructor de Planeadores Motoplaneadores en Monflorite (Huesca). "Ahí sí que había poca presencia de mujeres. Vamos, ninguna", bromea. Ella lleva ya unas 2000 horas de vuelo.

"Ganarse la vida de profesional de vuelo sin motor en España es muy difícil. Antes estaba la Escuela de Senasa en Ocaña, que ha cerrado, pero no puedes vivir sólo de eso". De hecho ella trabajó como instructora de pilotos unos años en el Centro de Aviación Deportiva (Senasa) pero ya no quedan muchos de este tipo. "Ahora soy instructora en el club Loreto pero no es profesional, es un club sin ánimo de lucro, y los instructores hacemos nuestros servicios pero no nos pagan".

Así que esta licenciada en Físicas por la Complutense, aficionada a la astronomía y a cualquier cosa que huele a aéreo, estuvo trabajando durante 15 años en Telefónica, en la Dirección General de Comunicaciones Internacionales, en la Planificación de la red de cables submarinos. "Tenías que ir combinando. Ahora trabajo con mi marido que tiene una empresa pero de forma autónoma".

Mientras tanto, a nivel deportivo, ostenta el récord de España femenino de Vuelo a Vela en Ganancia de Altura y Altitud Absoluta Categoría Monoplaza, ha participado en campeonatos nacionales y regionales de vuelo a vela y de vuelo acrobático en planeador, los ha organizado... Hazañas que le han dado mucha satisfacción y el reconocimiento de la Federación Aeronáutica Internacional en forma de la insignia de "C" de oro con tres diamantes, en el año 2001. "En eso también soy la única mujer en España que lo tiene".

Encarna Novillo, volando con su hija, en el avión que restauró.

Y eso que dejó de competir cuando se quedó embarazada, hace unos cuantos años. "Desde que nacieron mis dos hijos dejé la competición porque me daba más miedo. Arriesgas más en las maniobras. Son vuelos con más riesgos. Pero ahora lo puedo retomar de nuevo", adelanta y no como una simple posibilidad: le han pedido que sea una de las tres mujeres españolas que participen en el Mundial que se va a organizar en Soria en el año 2023.

"Ahora mismo no hay representación femenina española en los campeonatos mundiales y europeos y me dijeron si quería ir con otras dos mujeres para hacer un equipo de tres. La diferencia entre chicos y chicas se ve en un campeonato internacional: en un Mundial de chicos puede haber 150 participantes y en uno de chicas, 40, si va muy bien".

Tiene tres años para entrenar duro pero la ilusión va creciendo: "Puede que me anime, mis hijos están muy contentos, aunque no creo que tenga mucho que hacer", bromea asegurando que las nuevas generaciones vienen fuertes.

Pero en esto de volar, la experiencia es más que un grado. "Son pruebas de distancia. Según la meteorología del día, el equipo directivo de la competición establece por las mañanas unos circuitos en las diferentes modalidades que hay según el avión (pueden ser de 200 kilómetros, 300, 500...) y se trata de ver quién lo hace en menos tiempo", explica.

Un lugar, el de darle al inicio, donde conocer los vientos y cómo moverse entre térmicas es mucho más importante que la resistencia o la fuerza. "No se necesita una preparación física especial. Es más bien una cuestión de entrenamiento".

Planeadores en el hangar del Club Loreto.

Club Loreto

Tras estos meses de confinamiento, Encarnita asegura que la gente tiene más ganas de volar que nunca. Además, al contrario de lo que ocurre con otras actividades de este tipo, se puede hacer en familia perfectamente porque está permitido a partir de 14 años.

"Yo he volado mucho con mis hijos y a las jornadas de iniciación del club vienen muchos padres, madres con sus hijos, que quieren probar".

En una situación normal, sus vuelos serían los fines de semana: "Desde el sábado pronto hasta el ocaso". Pero ahora en verano, el club Loreto abre todos los días ahora hasta el 10 de agosto. "Y se nota que la gente quiere ir. Hemos pasado de cinco a 12 alumnos en una semana".

El día en el hangar empieza pronto colocando los aviones fuera, planificando las clases y haciéndoles una inspección prevuelo. "Les colocamos los paracaídas, las baterías de las radios y los vamos bajando por grupo. Por cada planeador tienen que ir 3 personas o así, hasta la cabecera de la pista", explica Encarnita.

El planeador se pone detrás de la avioneta a la que va enganchada para el momento del despegue y una vez que se tensa el cable, salen los dos a volar. "En realidad el planeador siempre despega antes porque tiene más coeficiente de planeo. Luego es seguir a la avioneta, como si fuera una persecución, hasta que tienes una altura de 500 metros o así y nos soltamos con un mando. El remolcador se baja con la avioneta, aterriza y coge al siguiente. Y nosotros ya nos mantenemos en vuelo, planeando".

La remolcadora va arrancando con los vuelos con planeadores monoplaza para los pilotos que pueden volar solos y biplaza para los alumnos. "Salimos de uno en uno. El instructor va detrás y el alumno delante. Nos ayudan a ponernos los atalajes y una vez que el avión está preparado pues todo el mundo se retira, excepto uno que se queda en el ala porque el avión tiene un plano caído y hay que levantarlo para despegar. Cuando coge velocidad el planeador, tú ya tienes tu mando y puedes dirigirlo".

Parece sencillo pero cuando se le pregunta a Encarnita por cómo mantenerse y sobre todo, cómo aterrizar sin un motor que te de la seguridad de hacerlo justo donde quieres y cuando quieres, se ríe... "Lo difícil es bajar si hay térmicas y te enganchas a ellas. A mis alumnos sí les digo que sólo tienen una oportunidad de aterrizaje, porque no tenemos motor. Tienes que prever la toma porque no hay segundas oportunidades y si no vas a llegar a la pista, vas quitando frenos, manejando hasta que toques suelo". 

Las clases con alumnos pueden durar entre 20 o 30 minutos en el aire, "pero si vuelo yo sola puedo estas 5 o 6 horas en el cielo o incluso más. Lo que quiera".

Encarnita asegura que a la hora de volar da igual que seas hombre o mujer, pero sí que hay que tener en cuenta el peso y la altura y los mandos del avión, como de tanta otras maquinarias, no están diseñados para los estándares femeninos.

"Hay un peso mínimo en cabina y las mujeres que solemos pesar menos necesitamos pesas para poder volar. Yo tengo mi grupo de pesas. Y a veces también cojines cuando no llegas a los pedales. Pero lo tenemos todo en el club", aclara.

Encarna Novillo, en el planeador Slingsby T-45.

En toda la conversación con esta instructora subyacen dos cosas que han marcado su carrera de más de 30 años al mando: el amor por el avión y lo difícil que resulta con una familia. "Yo creo que sigo volando porque tengo la suerte de que mi marido comparta también el vuelo sin motor conmigo y desde que nos conocimos hemos ido de la mano. Cuando tuvimos a nuestros hijos, hicimos lo posible en el aeródromo. Mientras mi marido daba instrucción yo estaba haciendo deberes con ellos, luego se ponía él y yo volaba. Ellos han estado allí desde recién nacidos... Sin ese apoyo, a lo mejor hubiera continuado volando, pero no con tanto compromiso".

De hecho, juntos encontraron un planeador Slingsby T-45 en un pajar de Inglaterra. Y juntos los restauraron y lo trajeron a España, donde lo vuelan. "Es un avión que llama mucho la atención porque en los otros planeadores va uno delante y otro detrás y con una cabina cerrada. Pero en éste vas uno al lado del otro y al aire. Ves a los buitres, para las fotos es genial".

Cuando consiguieron dar con él y fueron a verlo, se dieron cuenta de que había que restaurarlo entero. "Hubo que arreglar la madera, la tela, lo pintamos.... Todo. Vino un inspector inglés y lo puso en vuelo y como nosotros somos inspectores ya lo pudimos mantener nosotros aquí en España". Porque Encarnita también es técnico de mantenimiento de planeadores. "En eso, de mujeres, soy la única".

Se les puede ver volar esta reliquia en las jornadas que organiza la Fundación Infante de Orleans cada primer domingo de mes y en las que ella misma ha puesto en marcha para este mes de julio en el "XII Encuentro de Planeadores Antiguos" en el aeródromo de Santo Tomé del Puerto en Segovia.

Encarnita no se ha planteado cambiar a vuelos con motor, como si fuera una irrupción antinatura a lo que se siente cuando se planea a merced del viento. "Mi marido también es instructor de vuelo con motor en el Aeródromo de Cuatro Vientos y tenemos una avioneta y volamos juntos cuando quiero. Pero yo me lo paso bien así, con los planeadores".

Tanto le gusta que la última aventura en la que lleva embarcada unos cuantos años, también junto a su marido, es construir su propio avión sin motor. "Creemos que podrá estar para octubre pero es precioso hacer las costillas de madera, ver la estructura...". Hasta en el garaje de la casa familiar tienen un avión metido. "Es el taller", se ríe.