Cuando Giulia Tofana creció rodeada de boticarios y de pociones de todo tipo, no calculaba que su legado llegaría hasta la actualidad. Había nacido en el año 1620 y tuvo que ser testigo de la ejecución de su madre cuando apenas tenía 13 años. Esta fue condenada por el virrey de Nápoles, el español Fernando Afán Enríquez de Ribera y Téllez-Girón, por haber asesinado a su esposo.

Aquel acontecimiento le marcó de por vida. Su madre, asesina, había sido condenada tras las pruebas que conducían a su persona. En este sentido, sería la joven Giulia quien buscaría un nuevo camino para ejercer el asesinato y salir impune. Desde muy pequeña era consciente de las dificultades que sufrían las mujeres en un mundo dominado por hombres que, en ciertas ocasiones, maltrataban y ninguneaban a sus esposas.

Así, la joven huérfana elaboró el agua tofana, un veneno insípido, inodoro y transparente difícil de detectar. Al parecer, según relatan las crónicas de la época, el efecto podía ser regulado por quien lo administraba según la dosis y las cantidades que se emplearan. Su composición exacta es desconocida, pero se estima que entre los ingredientes estuvieran el arsénico y la cimbalaria. Lo que sí se conoce es a quién estaba dirigido este brebaje: a los hombres.

Y es que Giulia se dedicaba a vender este veneno a mujeres de clase baja que se encontraban atrapadas en matrimonios complicados. "Un veneno perfecto, por tanto, que sin embargo no es para todos: campeona de la justicia, Giulia solo se lo vende a las mujeres para deshacerse de maridos pesados y abusivos que no han elegido", relataba la escritora Adriana Assini en un libro dedicado a la figura de Giulia.

De esta forma, ciudades como Roma se vieron envueltas en un aumento considerable de muertes masculinas. Nadie sabía lo que sucedía y amantes, esposos y, en resumen, hombres de alta cuna -principalmente-, fallecían por doquier.

Arresto y condena

Finalmente, las autoridades pudieron dar con el arma homicida de esta empresaria y asesina en serie. Una de las clientas se había arrepentido de intentar asesinar a su esposo y optó por delatar a Giulia, quien se refugió en una iglesia.

La mujer gozaba de cierta popularidad en Roma y evitó de esta forma burlar el juicio. Sin embargo, cuando se difundió el rumor de que había envenenado las aguas de la histórica Roma, la policía forzó la entrada en la iglesia y se llevó a Giulia para interrogarla.

Agua tofana o manna di San Nicola, nombres con los que se designa la bebida inventada por Giulia Tofana.

La tortura a la que fue sometida fue verdaderamente cruel y terminó confesando haber matado a unos 600 hombres entre 1633 y 1651. Evidentemente, las cifras no las podía conocer, puesto que ella se había dedicado únicamente a la venta del agua tofana.

Giulia fue ejecutada en la horca en el Campo de' Fiori junto con su hija Girolama y tres colaboradores en julio de 1659, con la intención de que se terminara con la fatal empresa que había iniciado la mujer palermitana.

Sin embargo, aquella bebida siguió vendiéndose durante años y atemorizó a los hombres que se sentían indispuestos durante décadas. De hecho, Wolfgang Amadeus Mozart, creía que había sido envenenado por agua tofana. 

"Alguien me dio agua tofana y calculó el momento preciso de mi muerte", aseguró justo antes de fallecer en 1791. Mozart había tenido una vida sexual intensa que actualmente conocemos gracias a su correspondencia.

"Acogeré tu noble persona como bien merece, te sellaré en las nalgas mi membrete, te besaré las manos, dispararé la escopeta del ano, te abrazaré de más, te pondré lavativas por delante y por detrás, te pagaré cuanto te debo sin descuidar ni un pelo y soltaré -y que resuene- un señor pedo (y quizá también algo sólido)", escribía a su prima Marianne, por poner un ejemplo.

Lo más probable era que el mundialmente conocido músico pensara en alguna mujer que hubiera intentado vengarse de alguna polémica pasada, por lo que creyó que había ingerido el brebaje de Giulia. Mozart murió tras intensos dolores y vómitos el 5 de diciembre de 1791 y el agua tofana, aunque extinta, sigue latente en los libros de Historia gracias a su inventora, Giulia Tofana.