La crisis del coronavirus ha hecho que nos familiaricemos con los distintos tipo de mascarillas y hasta con sus nombres. Se han convertido en las estrellas de la casa y hasta en complementos de moda. Sabemos sus ventajas, inconvenientes, si son más cómodas, más efectivas... y el por qué de sus nombres. Pero pocos saben cómo han surgido y que, en el caso de la mascarilla FPP2, su inspiración viene exactamente de donde nos imaginamos: la copa de un sujetador. 

Su inventora fue Sara Little Turnbull (1917-2015), una mujer innovadora y adelantada a su tiempo que trabajo 50 años en el diseño de productos en EEUU y que ha sido descrita como "el arma secreta de las empresas" por su capacidad de inventar y reinventar productos que se han hecho clave en nuestro día a día.

Sara nació en Manhattan pero se crió en Brooklyn. Fue a la Universidad de Diseño Parsons gracias a las becas que consiguió y desde el principio demostró su habilidad para inventar y cambiar el diseño no sólo de los hogares sino también de cualquier aspecto de la vida cotidiana.

Tras licenciarse en 1939, se hizo cargo, durante 20 años de la revista de decoración de House Beautiful, pero teniendo claro que lo suyo era inventar. Así que en 1958, en un periodo de expansión industrial tras el fin de las dos grandes guerras europeas, abrió la consultora de diseño 'Sara Little'. El nombre nacía de lo que para muchos sería un problema y para ella era una oportunidad: medía menos de un metro y medio pero no le importó utilizar el apodo de "pequeña" incluso como nombre artístico.

En 3M

La famosa empresa estadounidense 3M consideró que era un gran fichaje y le adjudicó la división de envoltorios y telas. Ni siquiera en un área más suave, ella dejó de crear e inventar. Fue allí donde consiguió el 'shapeen', una tela no tejida que permitía producir materiales hechos de una red de fibras unidas por un procedimiento mecánico o químico y desechables. El siguiente paso era aplicar esta tela no tejida a un sujetador más cómodo y moderno.

Pero Turnbull estaba en ese momento cuidando a tres familiares que tenía enfermos y se veía a sí misma rodeada de médicos y enfermeras en los hospitales que estaban todo el día ajustándose unas mascarillas rectas que se ataban a la espalda, alargadas y que resultaban muy incómodas para sus largas jornadas.

A una lado la patente del sujetador y al otro, el diseño de mascarilla que hizo Sara Little.

Así que propuso a 3M utilizar el mismo material moldeado (tela no tejida) para diseñar una máscara que se ajustara perfectamente a la cara. Y en 1961 ya estaba lista una máscara médica ligera no tejida basada en su diseño, con gomas en los lados para las orejas en lugar de las cuerdas y hasta con una pinza que conseguía que se mantuviera ajustada al rostro. Justo con la misma forma de burbuja que su sujetador.

Antipolvo

De hecho, la patente de esta prenda íntima se aprobó sólo unos meses después, en el año 1962. El problema de esta nueva mascarilla que había creado 3M, y que ahora llevamos puesta todos casi todo el día, es que no podía frenar a los patógenos por lo que no se veía viable en el ámbito sanitario.

Sin embargo, su diseño inspirado en el sujetador se convirtió en el más popular en los trabajos que necesitaban evitar tragar el polvo u otros agentes. Así empezaron a ser un éxito en la construcción, entre los pintores y otras profesiones.

A principios de los años 70, se fue mejorando la filtración y el respirador y esta mascarilla FPP2 (ya con este nombre y N95 en EEUU) se introdujo en los ámbitos hospitalarios y médicos. De hecho, el número 95 del nombre estadounidense se refiere al hecho de que puede bloquear hasta el 95% de las partículas que hay en el aire.

Cuando se le preguntó una vez antes de morir precisamente por su contribución al diseño de esta máscara, Sara Little Turnbull lo dejó claro: "Yo hice varias cosas. Hice las preguntas marcadas por mi propia experiencia en el laboratorio. Actué como catalizador al juntar la tecnología más puntera en telas no tejidas. Tomé decisiones y di órdenes". Básicamente, se preguntó cómo y por qué.

Sara Littler Turnbull murió en 2015, a los 97 años de edad, tras una prolífica carrera de inventora donde reivindicaba siempre que ni el tamaño ni el género marcaban el talento profesional. Hoy en día, el Centro Sara Little Turnbull para el Instituto de Diseño sigue manteniendo vivo su legado y respalda los esfuerzos en la educación y el diseño de las mujeres desfavorecidas.