"¿De verdad me está diciendo que es original?", pregunta una periodista sin quitar el ojo a la litografía de Joan Miró que acaba de encontrar en su habitación. De todos los arranques posibles que podrían dar pie al reportaje, de todo lo que podría decirse de Abadía Retuerta, quizá no cualquiera querría destacar un momento tan anecdótico.
Sin embargo, quien haya visitado alguna vez este destino en Sardón de Duero entenderá que precisamente son esos pequeños descubrimientos que se producen durante la estancia los que mejor definen el lugar. Es un hotel, una bodega, un spa, una pinacoteca, gastronomía de alto nivel... y a la vez, mucho más que esto.
La carretera serpentea entre viñedos antes de que se imponga, al fondo, la silueta de la edificación premonstratense fundada en el siglo XII. Aquí no hay rótulos luminosos ni ruido de ciudad: solo piedra milenaria, árboles que parecen custodiar la entrada y el sonido de los pájaros acariciando las viñas.
"Ya no hablamos de turistas, hablamos de viajeros, y, en nuestro caso, de coleccionistas de experiencias conscientes", explica Alejandra Pedrosa, directora de Comunicación de Abadía Retuerta. "El sector ha cambiado mucho después de la pandemia: ahora el verdadero lujo es el tiempo, la personalización, la autenticidad y la reconexión con uno mismo".
Una evolución que se refleja en el perfil de sus propios huéspedes: muchos llegan desde fuera de España y son capaces de cruzar medio mundo con un único propósito, vivir lo que aquí llaman el "bienser".
Exteriores y piscina de Abadía Retuerta.
El trayecto desde Madrid apenas supera las dos horas, pero la sensación es la de haber viajado en el tiempo. Al cruzar su gran entrada, uno se traslada a un universo en el que, sí, hay lujo, pero este se expresa a través de lo que se vive y de la tranquilidad, no tanto con ostentación.
Un miembro del equipo se acerca con una sonrisa y te llama por tu nombre, algo que se repetirá durante toda la estadía. Comenta las distintas posibilidades de personalizar el hospedaje: desde una cena privada entre barricas hasta una cata exclusiva de añadas limitadas, una noche de observación astronómica, planes wellness a la carta…
Abadía Retuerta LeDomaine es el nombre que recibe el hotel de este destino. En él, las primeras sorpresas se encuentran en la habitación: ventanales con vistas inigualables por donde entra la luz dorada del atardecer, todas las comodidades al alcance de la mano...
Aquí, el confort está alineado con el respeto por el entorno. De hecho, solamente hay 30 estancias en todo el edificio, dice su director general, Enrique Valero, no por falta de espacio, sino como respuesta a la intención de querer optar por un modelo más exclusivo y que favorezca la preservación patrimonial del lugar.
Habitación Master Suite en Abadía Retuerta LeDomaine.
Para quienes planifican su escapada, la maleta perfecta bien podría incluir calzado plano y cómodo para las rutas campestres, bañador para las piscinas, ropa ligera para las experiencias de bienestar y, por qué no, un conjunto sofisticado para la cena. La elegancia es relajada: se viene a disfrutar y a reconectar con uno mismo y con el entorno, alejado de las preocupaciones.
Del huerto y el viñedo a la mesa
En las últimas décadas, Abadía Retuerta se ha convertido en un reclamo internacional, entre otras cosas, por su gastronomía.
Destaca su restaurante Refectorio, antiguo comedor de los monjes. Este conserva la solemnidad del pasado con su techo abovedado de estilo gótico y un friso del siglo XVII que representa la Última Cena. Cada detalle hace que cualquier conversación suene casi sagrada.
Galardonado con una estrella Michelin, una estrella Verde y dos soles Repsol, está abierto también a visitantes externos. El 99% de los productos que conforman sus propuestas de alta cocina proceden de Castilla y León. A través del concepto 'territorio capturado', el menú estacional refleja el valor de "lo que la Tierra nos da en cada momento", dice Pedrosa.
Además, el reconocido chef Marc Segarra y su equipo trabajan día a día con productos propios del Huerto de los Monjes, un rincón fértil recuperado por la compañía en el que cultivan hortalizas y flores comestibles con técnicas de agricultura sostenible.
Una de los propuestas que pueden degustarse en Refectorio.
Cada apuesta gastronómica habla de la finca: desde decenas distintas de variedades de tomates que el propio comensal puede recoger del huerto –si le apetece, en Abadía Retuerta todo parece posible– a vinos con Denominación de Origen propia que se maridan con precisión milimétrica.
Destacan los Abadía Retuerta selección, los Cuvée Palomar o la colección Winemakers', elaborada con uvas resilientes frente al cambio climático, resultado de la investigación en la bodega. Esta es una suerte de hub de innovación: tecnología de última generación con un respeto absoluto por la tradición. Aquí, aseguran, el tiempo se mide en añadas, y cada barrica cuenta una historia.
A la experiencia en Refectorio se suman Calicata Terroir Bar, terraza que ofrece un plan enoturístico al aire libre; y Vinoteca, un espacio más informal con tapas y platos para compartir.
Relax para reconectar
Durante la estancia, también es posible recorrer la finca en bicicleta eléctrica o apuntarse a "experiencias únicas", como un concierto de cuencos tibetanos dentro del Santuario. "No es un spa convencional, sino una vivencia transformadora", adelanta sobre él Pedrosa.
Detalle de la piscina en Santuario Wellness & Spa.
El lugar se erige sobre la antigua zona de caballerizas y recibe un 80% de luz natural por varias entradas. En él se brinda una propuesta "holística y de personalización extrema". Abadía Retuerta fue pionera en introducir la figura de un spa sommelier que diseña la carta de tratamientos "según las necesidades físicas y emocionales" del visitante.
"Cuando una persona nos dice 'esto solo lo he vivido aquí', sentimos que estamos en el camino correcto", comenta Pedrosa. Y explica en declaraciones a Magas: "El viajero actual es más exigente, pero también más consciente. Quiere vivir algo con propósito, que deje huella".
El CEO, Enrique Valero, cuenta que el proyecto surgió con el objetivo de recuperar un territorio y un legado histórico, cultural y natural en el corazón del valle del Duero. Por eso, dice, lleva en su ADN un compromiso con la sostenibilidad que no solo no está reñido con la exclusividad, sino que la complementa.
La cultura Abadía Retuerta
En la finca se encuentran obras de arte de su pinacoteca, con piezas contemporáneas, algunas resultado de un programa de artistas en residencia que renueva el vínculo del espacio con la creatividad. Así, lo que nace de la mente de Leonor Serrano Rivas convive, por ejemplo, con las piezas de acero de Eduardo Chillida, y todo ello con la arquitectura románica como testigo silencioso.
'Rumor de Límites V', una pieza única esculpida por el artista donostiarra Eduardo Chillida.
El compromiso con el territorio se nota también en el Jardín de los Monjes, diseñado por el paisajista internacional Álvaro Sampedro, inspirado en un lugar donde antaño los canónigos cultivaban plantas aromáticas y medicinales. Hoy es una localización para pasear, meditar o practicar actividades al aire libre.
La experiencia continúa incluso fuera del destino. En Madrid, The Craft, un espacio ubicado en la calle Fernando el Santo, acerca su filosofía a la ciudad. Allí convergen vino, arte, gastronomía y creatividad en catas y encuentros culturales, reforzando la presencia de la marca junto a su hotel de cinco estrellas y su bodega con DOP propia.
Abadía Retuerta pertenece a Leading Hotels of The World (LHW) y se ha ganado el interés de revistas de renombre como Forbes. Esta la incluyó entre sus quince lugares para descubrir en España, siendo el único perteneciente a un negocio privado de la lista, a la que se sumaban joyas monumentales como La Alhambra o la Catedral de Santiago de Compostela.
El equipo de Experiencias Únicas se encarga de guiar a los visitantes a través de actividades que les permiten conectar con el destino desde un turismo más consciente y transformador.
El goteo de reconocimientos mundiales no ha cesado desde que se fundara el alojamiento LeDomaine —posterior al nacimiento de la bodega—, lo que refuerza la idea de que el lujo ya no se mide solo en comodidades, sino en autenticidad, compromiso con el territorio y experiencias que vuelven con el viajero a casa una vez que este ha pasado por el check-out.
