La socialité Isabel Preysler habita en una majestuosa vivienda de más de 2.000 metros cuadrados, situada en la privilegiada zona residencial Puerta de Hierro, en Madrid. En ese extenso lugar, su biblioteca se transforma en su santuario personal, adornada con estantes repletos de libros, madera oscura, una chimenea prendida y una manta suave para arroparse.
Para esta mujer de Madrid, "tener la manta y la chimenea encendidas" representa su momento perfecto para descansar: sin eventos ni cámaras, únicamente silencio, comodidad y lectura. Su hogar irradia un ambiente de hogar que contrasta con su vida pública.
La biblioteca es más que un simple lugar: simboliza su camino, su amor por el arte, la cultura y la tranquilidad. Una mujer que sabe valorar lo esencial es aquella que elige una habitación privada en un hogar tan grande.
La biblioteca de Isabel Preysler.
La mansión de Isabel Preysler se levanta en una parcela privilegiada de Puerta de Hierro y cuenta con más de 44 habitaciones y 13 años, lo que refuerza la magnitud del inmueble. En ese contexto, la biblioteca adquiere un valor especial: sin ostentación visible, pero con una atmósfera de lujo y tranquilidad.
El diseño interior combina materiales nobles, como la madera de roble y el mármol, con detalles acogedores: alfombras gruesas, sillones de cuero y luz tenue para favorecer la lectura. Esta combinación refuerza la idea de que este lugar fue pensado para el recogimiento.
La biblioteca de Isabel Preysler.
Además, la biblioteca cuenta con vistas al jardín y grandes ventanales que permiten la entrada de luz natural, creando un ambiente diáfano durante el día y acogedor por la noche, cuando la chimenea se convierte en protagonista.
La frase de Isabel ("Aquí me siento muy feliz con mi chimenea encendida y mi manta") refleja su deseo de escapar del foco mediático y reivindicar su hogar como santuario. Este deseo conecta con su perfil de figura pública que busca momentos de intimidad en su circuito social.
En una vivienda de 2.000 metros cuadrados como la suya, los espacios pueden convertirse en escenarios de exhibición, pero este rincón demuestra que ella prioriza el bienestar personal. La biblioteca no es una sala de estética, sino el lugar donde leer, pensar y desconectar de verdad.
Asimismo, el hecho de dedicar exclusividad a la lectura y al reposo demuestra una faceta menos visible de su vida: la de amante de los libros, de los pequeños placeres domésticos y de la calma bien entendida.
La biblioteca de la mansión cuenta con estanterías de suelo a techo, organizadas por temas y autorías, lo que evidencia una colección cuidadosamente curada. Dentro de una casa de gran magnitud, la elección de un espacio dedicado a la cultura habla de valores personales.
El mobiliario está compuesto por sillas estilo club, mesas de nogal y lámparas de brazo, que aportan un aire clásico y elegante. El tapiz y la chimenea refuerzan esa sensación de estar en un vestíbulo de biblioteca antigua, donde la manta se convierte en símbolo de confort moderno.
Por último, la ubicación de esta estancia en el plano arquitectónico de la casa permite que esté cercana al dormitorio principal, pero lo suficientemente retirada para garantizar privacidad y silencio. Un equilibrio admirable entre sofisticación y funcionalidad.
Para concluir, la biblioteca de Isabel Preysler en su mansión de 2.000 m² no es simplemente otra sala en una vivienda ostentosa: es un lugar para refugiarse, para compartir cultura y para tener intimidad. Con su chimenea encendida y una manta a su alcance, la socialité reivindica un rincón donde el lujo no está en lo ostentoso, sino en la sencillez de sentirte en casa.
