España es un país con una excepcional tradición artesanal. Y el actual repunte de la artesanía, sobre todo debido a factores como la pandemia mundial del Covid-19, las periódicas crisis en los suministros que llegan desde la otra punta del mundo, el cambio climático o la necesidad de una vuelta a la vida slow, consciente y sostenible, hace que las actividades manuales gocen de muy buena salud.

Y ocurre en especial con la cerámica, un tipo de artesanía ancestral, cuyos vestigios milenarios nos ayudan a conocer nuestra propia historia y que explora a nivel artístico caminos de lo más interesantes.

Y de forma paralela, la cerámica más utilitaria, popular y, en algunos casos, también industrial se democratiza con la proliferación de talleres para aficionados rendidos al poder terapéutico del barro, las tiendas de venta de piezas al peso o la introducción de vajillas creadas por artistas de reconocido prestigio para ser usadas en los restaurantes más top del mundo.

[La cerámica de Talavera y el Puente del Arzobispo, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad]

En todo caso, es importante saber que en España las actividades artesanales aglutinan, según datos aportados por el estudio 'Situación de la artesanía en España. Informe de competitividad y principales variables económicas' del Ministerio de Industria y Turismo, a más de 38.000 empresas con un volumen aproximado de 125.000 trabajadores y que supone en torno al al 2,4% del PIB industrial, y a un 0,4% del PIB total.

Además existen instituciones como el Terracotta Museu de Ceràmica de La Bisbal d’Empordà (Girona), y asociaciones varias creadas para preservar y apoyar esta artesanía de larguísima tradición en nuestro país.

En 2007 se fundó la Asociación Española de Ciudades de la Cerámica, formada actualmente por 28 ayuntamientos de toda España, un ejemplo de cómo fomentar el valor de la cerámica en estos municipios, su peso cultural y turístico y el desarrollo económico y social en base a este elemento común que es la cerámica.

Un término, por cierto, que procede del griego keramos y que significa el arte de la tierra cocida. Y que hoy vive una importante apogeo tanto en su vertiente industrial, como en su lado más artístico, ya sea con fines utilitarios y/o decorativos.

El barro'atrapa'

"Si no conoces a alguien que vaya a clases de cerámica es porque esa persona eres tú". Esta fórmula tan reconocible en las redes sociales nos sirve para referirnos al éxito de esos talleres para aficionados que proliferan por todas partes.

Y que se han convertido en lugares de catarsis y desconexión en los que trabajar el barro es casi una experiencia religiosa. Su alto poder terapéutico y la relajación de mente y cuerpo que provoca son dos de las necesidades más básicas del ciudadano del siglo XXI.

Diana Bonet Haberkorn y Nuria Riaza, ambas artistas de la cerámica que forman parte de Pott Gallery (pottgallery.com), una nueva galería de arte online especializada en cerámica de autor, coinciden en el poder terapéutico del barro.

Diana Bonet

"Consigue que no pienses en nada mientras lo trabajas", confiesa Bonet, formada en Bellas Artes en Barcelona primero, y después en Islandia mediante el programa Erasmus. El año pasado llevó a cabo una residencia en Japón, un país de gran influencia sobre su cerámica, y este año repetirá la experiencia.

Como amante del torno, Bonet explica que "te hace desarrollar una sensibilidad distinta que cuando modelas. Es como tener unos ojos en los dedos, no se puede trabajar visualmente. Hay que sentir la presión que ejerces en distintos puntos de las manos", reconoce.

Y afirma que, en su caso, trabaja el barro como si fuera una simbiosis. "No existe una lógica, te exige desarrollar una sensibilidad nueva táctil para lograr un equilibrio y llegar a una sintonía. Si no, no te sale nada. Eso sí, cuanto más lo dominas y más grandes te salen las piezas, más te vas motivando", afirma.

Nuria Riaza, nacida en Almansa (Albacete) y licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia, es también ilustradora. Y en sus proyectos artísticos combina diferentes lenguajes como la cerámica, el dibujo, el bordado o el tejido de lanas y fibras naturales.

Nuria Riaza

Del barro destaca que, como ocurre con cualquier trabajo que se hace a mano, "desestresa y paras de pensar. El tiempo adquiere otro valor mientras lo trabajas, escapas del frenesí del día a día. Yo lo veo como algo tan primigenio y arcaico que me resulta terapéutico. Es como pintar mandalas: trabajar con las manos y hacer algo repetitivo, te hace concentrarte, relajarte y, en muchos casos, engancharte".

Marta Lorca es una artista madrileña que ha expuesto en el Thyssen, y que actualmente vende en el museo madrileño piezas de cerámica que crea inspirándose en cuadros de sus colecciones. Dos ejemplos son la fuente basada en el cuadro Bailarina basculando (Bailarina verde) de Edgar Degas, o la que se inspira en el Bodegón con codornices de Isabel Quintanilla. "El trabajo con barro es algo que siempre sorprende cuando se prueba, no falla", asegura.

Marta Lorca

"Estamos tan acostumbrados a usar los dedos para dar likes que dedicarlos a algo como el barro sorprende y gusta. Es muy relajante, se pasa el tiempo volando. Además, para mí no existe la torpeza ni me interesa la perfección. Cuando imparto talleres lo que me interesa es la vibración de un material, da igual si sale bonito o feo. Todo el mundo es bienvenido", anima Marta Lorca.

El barro, una lucha constante contra un material 'vivo'

Para Marta Lorca, que no se considera tanto ceramista como artista o creadora, "en realidad las etiquetas me dan un poco igual”, afirma, el barro es un material que está vivo, tiene su propio lenguaje. Permite disfrutar mucho durante el proceso porque estás en lucha constante con un material en movimiento, está húmedo y blando mientras lo trabajas. Pero a medida que se va secando va cambiando de textura y de forma, y tú intervienes y dialogas con él".

Las tres artistas coinciden en que el barro recibe la energía de quien lo trabaja, y llega un momento en el que se pierde el control sobre la obra, "cuando te entregas al horno", explica Lorca. "A partir de ese momento pierdes el control sobre el proceso, nunca sabes qué va a salir. Ocurre igual a la hora de decorar la pieza, ya que los tintes son todos iguales, blancos o negros. No ves el color definitivo hasta que la pieza está cocida".

Diana Bonet Haberkorn muestra su acuerdo con esta idea del barro y el artista en constante 'lucha'. "Al principio el barro te domina a ti, pues la pieza se descontrola mucho y hay que intentar dominarla. Es necesario establecer una simbiosis entre el artista y el barro para poder llegar a un punto de equilibrio, hay que estar en sintonía y mentalmente bien. El día que estés 'cruzada', mejor no te acerques al torno porque no te va a salir nada", advierte.

Infinitas líneas de investigación

El trabajo en cerámica actual ofrece numerosas opciones para investigar e innovar de formas absolutamente creativas, aun manteniendo su potente valor artesanal. En el caso de Marta Lorca, suele usar de base barro refractario, gres y arcilla, unos materiales a los que a veces añade detalles de porcelana. Como enamorada del campo y la naturaleza, aprovecha también sus paseos al aire libre para recoger materiales que me va encontrando.

"Algunos son orgánicos, como las piezas, hojas o animalitos, pero también recojo restos de basura que la gente irrespetuosa tira. Una lata, después de un año se convierte en hierro oxidado, y dentro del horno el resultado me encanta y me sorprende. A 1.250 grados algunos elementos que meto en la pieza se subliman, pero otros resisten, sorprendiendo gratamente con su efecto", cuenta.

En la obra de Diana Bonet se encuentran sus reconocibles jarrones de la serie de jarrones Co.lapse deformados y con apariencia de abollados. Con el ánimo de vincularlos a su propia identidad, la artista decidió inhalar el aire que se quedaba dentro "para que fuera mi capacidad pulmonar la que los hiciera colapsar", explica. "El aire es algo espiritual, y vi muy poético hacer colapsar los jarrones así, aportando mi propio aliento".

Jarrones Col·lapse de Diana Bonet @Pott Gallery

Además, recurre mucho a los recursos naturales en sus platos más escultóricos, como las piedras que emplea para marcar el barro y aplicarle diversas texturas. "Al principio me obsesioné en conseguir que todo saliera igual con el torno. Y cuando lo conseguí, me empecé a interesar más por la irregularidad", explica. Por eso manipula y "maltrata" mucho sus piezas, "para que se vea el rastro de mi mano, que sea una pieza más personal y que se pueda vincular a nivel individual".

En la obra de Nuria Riaza, que se reconoce como "muy analógica", encontramos el bordado en cerámica con hilo, una práctica que bebe de lo tradicional pero, con un resultado realmente sorprendente. "Antes de que seque el barro, lo perforo con una aguja bastante gruesa. La idea es mezclar la alfarería y el barro, asociados tradicionalmente a lo masculino, con el hilo y la costura, más identificados con lo femenino. Unir dos elementos tradicionales parte de la artesanía y nuestra historia", explica la artista.

Obra de Nuria Riaza

Y va más allá: "Llegué a un punto de obsesión tal que quería hacerlo todo con mis manos. Y por eso usaba mis propias arcillas, las recogía de los pueblos de mis familiares", reconoce Riaza. "Era una forma más de emplear todas aquellas técnicas ancestrales que tanto me interesaban, incluida la recolección de mi propio barro".

Comer en una obra de arte

El uso utilitario de la cerámica de autor representa un interesante debate que cuenta con detractores y seguidores por igual. El boom actual de la cerámica también ha llegado, por ejemplo, al universo de los restaurantes más top del mundo, que emplean vajillas creadas por artistas en sus locales más exclusivos.

Un ejemplo es Marta Lorca, quien realizó durante varios años las vajilla de los conocidos restaurantes Salvaje de París, Bogotá, Caracas, Catar, Marbella o Valencia. "Yo soy partidaria de que el arte entre en la cotidianeidad, como decía Picasso. El arte es para disfrutar de un objeto bello como puede ser un plato. Y ahora que la cerámica está de moda, pero la cocina también, me parece una fusión estupenda".

Obra de Marta Lorca

Nuria Riaza tampoco observa conflicto en el uso de estas obras de arte en el día a día y en la cotidianeidad. "Yo no pienso cómo se van a usar mientras las creo. Mis piezas funcionan por separado, pero también como conjunto, la mayoría son apilables. Y si alguien las quiere utilizar como jarrón no me molesta. No creo que pierda valor artístico porque tengan un uso. Ocupan un espacio, visualmente son atractivas y, si quieres ponerle agua y unas flores, no va pasar nada", reconoce.

Para Diana Bonet Haberkorn el uso final de la obra también es irrelevante. "Simplemente tienen un propósito distinto, no tiene que ver con que está a otro nivel. Si es cierto que en las piezas utilitarias, el desarrollo conceptual suele ser más sencillo. La experimentación con esmaltes propios y demás, como hago yo en algunas de mis piezas más artísticas, sí requieren de un mayor trabajo conceptual".

Un falso mito este, el que se refiere al uso utilitario del arte, al que Marta Lorca añade otro: "La cerámica no es tan delicada como parece. Todos mis platos se pueden meter en el lavavajillas y no pasa nada. Además, los esmaltes son para uso alimentario, así lo obliga la normativa. Otra cosa es cuando no hago vajillas, entonces sí empleo materiales que pueden resultar tóxicos sí se utilizan para comer o beber".

Y añade: "La cerámica ha avanzado mucho, ahora la toxicidad es mínima". ¿Mezclar piezas industriales low cost y platos artísticos? "Lo industrial no requiere del mismo trabajo, es obvio. Y no puede tener el mismo precio que una pieza de cerámica artesanal. Pero yo soy muy fan de las combinaciones de ambas: un vajoplato de una marca barata con una pieza más artística. Me parece fenomenal esta democratización".