"Todo el mundo llevaba sombrero. Era algo así como un pronóstico de diferencia social. Pero un buen día, a Federico [García Lorca], a Dalí, a mí y a Margarita Manso, otra estudiante, se nos ocurrió quitarnos el sombrero", así contaba Maruja Mallo, al volver del exilio, la anécdota que daría nombre a todo un colectivo, Las Sinsombrero.  

Entrada a la muestra, con el vídeo en el que Maruja Mallo explica el origen de 'Las Sinsombrero'.

"Y al atravesar la Puerta del Sol, nos apedrearon, insultándonos, como si hubiéramos hecho un descubrimiento, como Copérnico o Galileo. Nos llamaban maricones porque se comprende que creían que despojarse del sombrero era una manifestación del tercer sexo", explica la pintora surrealista.

Mallo había coincidido con Manso y Dalí en la Escuela Oficial de Pintura y Grabado (hoy Real Academia de Bellas Artes de San Fernando). Quitarse el sombrero hoy puede parecernos un gesto sin importancia, pero las damas y los caballeros de entonces no salían de casa sin él. Y al hacerlo, Mallo, Manso y Dalí y Lorca rompían con las estructas normas morales y sociales. 

Retrato de Margarita Manso (1927), atribuido a Alfonso Ponce de León.

Las Sinsombrero es una denominación de Tània Balló Colell, directora, productora y guionista de cine y televisión, y escritora de tres libros sobre las mujeres que pertenecieron al grupo de la generación del 27: artistas, escritoras (poetas, drmaturgas, etc...) y pensadoras nacidas entre 1898 y 1914.

[Tània Balló: “Las creaciones del exilio nos pertenecen, no podemos renunciar"]

Una de las salas de la exposición sobre 'Las Sinsombrero' en el Centro Fernán Gómez de Madrid.

Todas ellas ayudaron a redefinir las artes y las letras de los años 20 y 30, pero su aportaciones a la pintura, la escultura, la poesía, la novela, el teatro, inexplicablemente, etc... han quedado fuera de los catálogos, las colecciones, las antologías y los libros de texto y sin ellas, la historia está incompleta.

En la España de los locos años 20, las mujeres (sobre todo las de clase media y alta) empezaban a mirar al mundo con la esperanza de que, algún día, la sociedad las tratara de tú a tú. Las que tuvieron la suerte de poder frecuentar el Lyceum Club o estudiar en la Residencia de Señoritas, se encontraron alli con una sororidad inesperada. 

Caricaturas de Mujeres del Lyceum Club. Román Bonet 'Bon' (1927). De izda. a dcha. Victoria Kent, señora de Arcos e Isabel Oyarzábal.

El Lyceum Club era un espacio de debate, creación y defensa de los derechos de la mujer. Su presidenta era María de Maeztu y tenía como vicepresidentas a Isabel Oyarzábal y Victoria Kent. Esta última es muy conocida pero pocos saben que la diplomática y activista Isabel Oyarzábal fue la primera embajadora española.

Inaugurado en 1926, con más de cien socias, llegó a quintuplicar su número. En sus instalaciones, además de tertulias y reuniones para la discusión de temas de interés, se hacían exposiciones. Allí, por ejemplo, mostraron su trabajo Marga Gil Röesset y las hijas de Joaquín Sorolla.

Otro rincón de la exposición, dedicado a la obra 'La ciclista', de Maruja Mallo.

En el famoso paseo por la Puerta del Sol del que hablaba Maruja Mallo, no pudo estar la escritora Luisa Carnés (que había dejado el colegio a los once años y se convirtió en escritora autodidacta): en una de esas paradojas que tiene la vida, estaba ¡haciendo sombreros! en el taller de una tía suya donde entró como aprendiza.

Y María Zambrano, rememorando la anécdota, la definió como una greguería de Ramón Gómez de la Serna, pero ayuda a distinguir entre aquellas sinsombrero que  formaban parte de la élite sociocultural del país y aquellas que provenían de la clase trabajadora.

El diseño de la exposición es de Anna Alcubierre.

Además de las pintoras Maruja Mallo y Margarita Manso, protagonistas de lo que hoy llamaríamos una performance, entre Las Sinsombrero estaban las también pintoras Ángeles Santos, Rosario de Velasco, Ruth Velázquez, Delhi Tejero y Nora Borges; las tres últimas se adscriben al primer movimiento vanguardista genuinamente español, el Ultraísmo, que surge a finales de 1918.

Y hay que mencionar también a la escultora pintora e ilustradora Marga Gil Roësset; a la actriz, cantante y novelista Josefina de la Torre y a las poetisas Ernestina de Champourcín y Lucía Sánchez Saornil (esta última también afín al ultraísmo).

A la izda. 'María Dolores', cuadro de Delhi Tejero (1964). A la dcha. 'Mujer rubia', de Maruja Mallo (1940-1944).

No solo había artistas en el grupo, al que pertenecían por derecho propio la filósofa María Zambrano, la filóloga María Moliner y las escritoras Rosa Chacel, Carmen Conde o  María Teresa León (que siempre tuvo la losa de ser más conocida como la mujer de Rafael Alberti que por su indudable talento) o Concha Méndez, también poeta, autora de teatro y guionista, a quien le sucedió lo mismo por haber sido novia de Luis Buñuel y luego estar casada con Manuel Altolaguirre.

Ellas fueron amigas, colegas, cómplices, colaboradoras... de los miembros de la generación del 27 que inclluía, además de los ya mencionados, a Pedro Salinas, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, etc. Con ellos compartieron comidas, cenas, excursiones, tertulias... 

Reunión de miembros del Generación del 27, junto a algunas de 'Las Sinsombrero'.

En 2022 se han cumplido 95 años de la reunión en el Ateneo de Sevilla en la que surge la más celebre generación del siglo XX. Y, sin embargo, hasta que hace unos años académicos y divulgadores empezaron a investigar a las pocas mujeres que salían en la foto, nadie parecía haber notado su ausencia de los homenajes que ellos sí recibieron.

Pero había muchas más: la traductora y periodista Consuelo Berges; la escritora Elena Fortún; Silvia Mistral (pseudónimo de la escritora Hortensia Blanch Pita); y las también escritoras Mada Carrreño, Carlota O’Neil, Margarita Nelken, Magda Donato y Celia G. de Guilarte.

Su biografía arranca en Madrid, pero acaba en México, en Brasil, en Argentina o a donde las llevaran el exilio y el miedo a las represalias tras la Guerra Civil. Las que se quedaron, tuvieron que sufrir el exilio interior, obligadas en muchos casos a aparcar su trabajo o a escribir en secreto, ocultas bajo un seudónimo.

Texto de Rosa Chacel.

De ellas, no nos hablaron en clase de Literatura ni en la de Arte. De ellos, aprendimos y analizamos incontables textos y poesías o cuadros. Para paliar lo que en la exposición Las Sinsombrero se denomina "este olvido incomprensible", la muestra recoge cuadros, esculturas, fotos y hasta los certificados académicos de María Moliner, María Zambrano y otras muchas mujeres desconocidas.

A la derecha, cuadro 'El artista y Maruja Mallo en el café de Oriente' (Dalí, Salvador 1923)

En El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, el neurólogo Oliver Sacks contaba el caso de uno de sus pacientes, que sufría un déficit neurológico llamado "agnosia visual" o pérdida de la capacidad de reconocer caras y objetos.

Durante casi un siglo, la historia del arte y la historia de la literatura tuvieron agnosia visual y amnesia cultural respecto al papel decisivo que estas mujeres jugaron en la España de la posguerra, aunque en algunos casos fuera desde el exilio. 

Foto de Ruth Velázquez. Al fondo el' Autorretrato tumbada' (1927) de Marga Röesset.

Son especialmente emocionantes las filmaciones inéditas que pueden verse (y que pertenecen el archivo familiar de Sikvia Mistral, Mada Carreño, Luisa Carnés y Carlota O'Neill), en las que podemos oír las voces de esta mujeres tanto tiempo silenciadas.

En MagasIN hemos recorrido la exposición Las Sinsombrero con una guía de excepción, su comisaria, Tània Balló, mientras nos explica cómo se gestó la muestra. 

Habla uno de los textos en las paredes del "olvido incomprensible" de la historia hacia estas mujeres.

Bueno, esa es una de las grandes preguntas. Yo creo que tiene varias respuestas, pero creo que hay una que sobre la que se construyen todas las demás, que es una sociedad sostenida por un sistema patriarcal, olvida sistemáticamente a las mujeres porque considera que la historia de las mujeres o los referentes femeninos, o el esfuerzo, el gesto, ya sea político, creativo, social, de la mujer, siempre sólo interpela a las mujeres, no interpela o no deja huella a esta historia hegemónica, esa historia que se entiende que nos representa a todos.

Es algo que, por desgracia, no sólo sucede con esta generación, sino es algo endémico también. Por desgracia no sólo sucede en España, también es internacional. Y creo que ahora ya llega el momento de ponerse serias y de reclamar un cambio de hábitos en ese sentido y de alguna manera reivindicar, casi te diría imponer, la necesidad de un cambio de relato.

Hace falta un cambio total de la historia hegemónica, de la memoria hegemónica, pero no sólo por una cuestión de reivindicación y de justicia que, por supuesto, sino también por una cuestión de legitimidad y de ajustarse a la realidad.

Otra de las paredes de la exposición.



En este caso es todavía más irritante porque el relato de la generación del 27 es muy popular, y ese grupo artístico y cultural no solamente ha servido para conocer la vida y el legado de unas figuras incuestionables de nuestra literatura y de la pintura y de otras disciplinas. También ha sido utilizado, sabiamente, para representar una época y un devenir.

Por lo cual, aún por esa misma razón, aún es más irritante. Porque en ese devenir, en esa característica de ese tiempo que son esos años 20 y, en el fondo, todo ese siglo XX español, ellas también tuvieron un papel determinante y un papel transformador. Y cuando digo ellas no solamente me refiero a Las Sinsombrero sino a las mujeres en general.

Sí, porque se habla muchísimo de las flappers en Estados Unidos, que reivindican, con una nueva estética, una nueva vida, y no se dice nada de las nuestras, que también las tuvimos.

Las tuvimos y las tenemos. Cuando antes me preguntabas el porqué del olvido, en la desesperación de esa búsqueda por entenderlo, he llegado a un punto, después de tantos años de investigación, en el que que me quedo con una única cosa positiva, que es el placer de descubrirlas.



¿Cuántos años de investigación para esto?

Bueno, yo llevo 13 años investigando sobre Las Sinsombrero, diríamos, desde el 2015, cuando se emite por primera vez el documental en Televisión Española, diríamos que es como gesto público de todo el proyecto.

Un proyecto que obviamente no solo he liderado yo, sino que ha sido un gran equipo, Manuel Jiménez Núñez y Serrana Torres dirigiendo los documentales, Televisión Española, la editorial Espasa con los libros y mucha gente que ha colaborado en este proyecto, que tiene varias acciones…

En 2009 yo escribí un proyecto muy, muy, muy inicial, donde esbozaba como ideas todas aquellas acciones que yo creía que se tenían que llevar a cabo para que esa reivindicación de alguna manera inoculara en la sociedad, y para nada con grandes aires, sino como un gesto más, una suma más a esa lucha que, por ejemplo, desde el mundo académico ya se estaba haciendo de reivindicar estas mujeres.

Hoy, recuperando esos antiguos dosieres, tengo el placer y el orgullo personal, con la inauguración de esta exposición, de haber cumplido con todos esos deseos. Este era el reto más grande por lo que representaba. Y hace un año y medio, Laila Ripoll, directora artística del Fernán Gómez, me llamó y lo ha hecho posible.

Entre esas acciones están también dos películas más a añadir a la de 2015.

Sí, sí, las tres, las tres. Yo codirijo junto con Manuel y Serrana los tres documentales y soy la autora de los tres libros.

Comentabas que, desde el mundo académico, sí se está reivindicando hace mucho tiempo.

Bueno, desde el mundo académico sí que había voces, sobre todo mujeres, historiadoras, filólogas... que sí reivindicaban esa presencia de alguna manera. Por ejemplo, tenemos a Antonina Rodrigo, pero a veces ya no solo venían tanto del mundo académico, de la academia entendida como la universidad, sino también otras divulgadoras de la historia que hacían hincapié en la presencia de estas mujeres.

Pero lo cierto es que, cuando yo descubrí todo este universo, gracias a que ese trabajo estaba hecho, pude sumarme a esa batalla, proponiendo disciplinas como películas, proyectos educativos, las redes sociales... que lo que hacían era ampliar el abanico de acciones para que esa reivindicación común llegara a la mayor gente posible.

Varias piezas son de la Fundación de Ángeles Torroella Santos

Ángeles Santos es una pintora que tiene obras en el Reina Sofía, tiene obras repartidas por toda España. Es una de las grandes pintoras de esta generación junto a Maruja Mayo. Pero lo que yo también he querido hacer en esta exposición es mostrar aquella obra que era más invisible de cada una de esas autoras.

Para mí, hacer esta exposición en Madrid y traerme obras que se pueden ver en el Reina Sofía me parecía una cosa un poco absurda ¿no? Es decir, lo que tenemos que hacer es sumar y si los madrileños y las madrileñas ya tienen ocasión de poder ver obras que están en las colecciones permanentes del Reina Sofía y son obras maravillosas, debemos sumarnos a esa visibilidad aportando otras obras menos visibles.

'Niña' [retrato de Conchita], de Ángeles Santos (1929) y 'Retrato', de Rosario Suárez-Castiello (1928).

¿Cuál sería tu pieza favorita o tu parte favorita o alguna que sea especial por algún motivo o que consideres un triunfo…?

Bueno, no considero la exposición como ningún triunfo personal, pero sí creo que esta es una exposición de la que yo me siento enormemente agradecida y privilegiada porque, en todos los casos, aunque las pinturas o la documentación provinieran de museos o de instituciones, cederlas ha sido un gesto de una grandísima generosidad.

Sobre todo aquellas piezas que vienen de familias en las que han sacado obras que permanecían en sus casas, gracias a Dios conservadas por esas familias que han guardado las obras de sus abuelas, de sus tías, de sus familiares...

Y, en algunos casos, a lo mejor no habían sido expuestas desde los años 20 ó los años 30 por lo que estoy inmensamente agradecida de que esas familias, por primera vez, cedieran esas obras y confiaran en mí, y, bueno, espero que les guste la exposición.

¿Mencionaría algunas de esas familias?

Pues, claro, la familia de Ángeles Santos, Julián Santos y Ángeles Santos LLoro, que me han dejado y que aquí tenemos El Tío Pepet y a La Tía Marieta, que son dos obras de una etapa muy iniciática de Ángeles Santos (1928), aún con ese estilo costumbrista, pero que ya apuntan maneras...

Y, por supuesto, también la familia de Marga Gil Röesset, que nos han cedido esta inmensa maravilla, porque no sé la razón pero, incomprensiblemente, son esculturas que no están en los museos y que deberían estar, siempre que la familia lo quiera. Es decir que el valor para estar en museos lo tienen sin lugar a dudas y son un grupo escultórico maravilloso. 

Algunas de las esculturas de Margarita Gil Roësset, nunca reunidas hasta la fecha en una muestra.

Y yo no las había visto nunca agrupadas, sí que las había visto en casa tanto de Marga Clark como de Paloma Franco, pero nunca las había visto reunidas, y me hace especial ilusión poder reunirlas y que para muchas visitantes sea la primera vez que vean estas obras.

Después, para mí, obviamente, una de las cuestiones personales más importantes en estas exposición es el poder compartir el descubrir a Ruth Velázquez, una pintora que yo llevaba buscando mucho tiempo.

El cuadro de Ruth Velázquez 'Mujer pariendo el comunismo' (1917-1918), fotografiado en la casa de Boston de su nieta. Su historia es apasionante.

Finalmente, después de tres años de investigación, pude dar con la familia y a partir del contacto y la amistad con ellos afloraron gran parte de las obras. Y por ejemplo, estos aguafuertes maravillosos, este cuadro que se llama La golondrina, que es precioso.

Texto en una pared de la exposición y cuadro 'Otoño: La Golondrina', de Ruth Velázquez, ca. 1920.

Y es verdad que se habla mucho del hombre renacentista, pero estas mujeres eran también renacentistas, porque Ruth Velázquez pintaba, escribía...

Eran mujeres que, de repente, tienen la oportunidad de dedicarse al arte y es una decisión que no es fácil para ellas porque, muchas veces, como el caso de Ernestina de Champurcin por ejemplo, —una de las mejores poetas de esa generación— que venía de una familia aristócrata, cuando anunció que se quería dedicar al mundo de la literatura, fue desheredada.

Entonces, ellas tuvieron que enfrentarse también a esa lucha y a esa negación por parte de la sociedad y, en algunos casos (no en todos), de sus familia, que no preveían para ellas ese tipo de destino, sino uno, como digo a veces, de 'floreros ilustrados'. Pero ellas querían libertad.

Uno de los cuarteles expuestos.

Y sorprende todavía más el que lo hicieran con lo que tenían a mano, como podían.

Sí, a ver, es verdad que, como también pasa con ellos, en ese momento, ser artista o dedicarse al mundo del arte era una era un privilegio. Hay casos que no, María Zambrano y Luisa Carnés, por ejemplo, son autoras que vienen de familias, diríamos, de clase media baja o trabajadoras, como también le pasa a Miguel Hernández, que son excepciones.

Esta es una generación, porque así era la época, de mujeres educadas, son mujeres con estudios y son mujeres que ya de alguna manera crecen preparadas, a veces no preparadas para ejercer la autonomía y la libertad, sino para convertirse en madres y esposas, pero ilustradas, floreros ilustrados con una buena conversación. Pero ellas giran ese rumbo y deciden, pues justamente ser libres y decidir su propio destino.

Creo que ha sido una gran idea por parte del Fernán Gómez que se reestrenara coincidiendo con la exposición, porque obviamente Luisa Carnés es una de las grandes Sinsombrero.

Luisa Carnés, rumbo al exilio, en 1939 (izda.) y Victoria Durán con Mª del Carmen Vernacci.

Sobre todo es que, en la historia de Las Sinsombrero, la pobre Luisa Carnés no pudo 'manifestrase con Maruja Mallo, Margarita Manso, Lorca y Dalí porque que estaba trabajando. Y parece que llegaron a estar en peligro, es decir, Maruja Mallo cuenta que casi fueron agredidos.

Bueno, yo creo que fue más bien un acto performativo, una travesura de juventud, una locura de esos años locos, los años 20, y de cuatro amigos que deciden hacer esta extravagancia.

Pero, fíjate, una extravagancia que, 90 años después, se convierte en el gesto impulsor de un movimiento en reivindicación de ellas. Cuando vi esta entrevista de Maruja Mallo, fue cuando se me ocurrió el título de Las Sinsombrero.

Otra sala del recorrido por la memoria que hace la exposición 'Las Sinsombrero'.

Han pasado 100 años y ahora hemos visto a una mujer que es agredida hasta la muerte en Irán por no llevar el pañuelo bien colocado... 

Bueno, la razón es siempre la misma. Es decir, esa cuestión del patriarcado que se cree con el poder de controlar la vida y la libertad de las mujeres, como propietario de esas vidas y de sus acciones.

Está claro que todo esto sale del mismo lugar, pero no me atrevería nunca a comparar lo que ahora está pasando en Irán con lo que pasaron estas mujeres, aunque tenían sus luchas. Era otra época, obviamente, y ellas vivieron con muchísima intensidad esas luchas, con la que sufrieron muchísimo, con el exilio, con el olvido... 

Dos retratos de la escritora Rosa Chacel y su carné de refugiada em 1939.

¿Hay algo que le gustaría añadir?

Bueno, pediría a la gente venga a ver esta exposición (obviamente, si así lo quieren, sin ningún tipo de imposición). Más que nada porque yo creo que es una manera de reivindicar, de hacer cierta justicia. Pero, sobre todo, también porque es importante entender, y este es el siguiente paso, que estas mujeres, esta exposición al menos, no es solo una exposición de memoria, reivindicación y justicia, sino también es una exposición de arte contemporáneo.

Entonces no me gustaría, y eso es algo que he tenido presente durante toda la construcción de esta exposición que quiero siempre tenerlas en diríamos, en esa aura de ‘están aquí porque deben ser reivindicadas’.

la muestra recoge numerosos cuadros de estas 'artistas olvidadas' y ahora reivindicadas por sus obras.

Yo creo que ya están reivindicadas, ya quien quiera saber que existen tiene mecanismos para saber que existen. Ahora viene el momento de perpetuarlas y la manera de perpetuarlas es entender que su obra es una obra importante, es un legado imprescindible.

Y, como tal, debe estar dentro de nuestra historia artística y cultural y ocupar el espacio que merecen por su obra, por su condición de artistas y por su calidad. Después habrá a quien le guste más o menos, pero eso es justamente parte de la alegría de la integración. Para mí lo importante es que esta es una exposición sobre arte contemporáneo, sobre artistas imprescindibles de nuestra historia cultural y artística.

La exposición Las Sinsombrero estará en el Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa hasta el 15 de enero de 2023.