Vivir del tatuaje en España parece, a simple vista, un negocio rentable. El sector factura más de 200 millones de euros al año y la popularidad de los estudios no deja de crecer. Sin embargo, detrás de cada aguja, cada diseño personalizado y cada sesión maratoniana hay una realidad económica muy distinta. Así lo explica Lorena, tatuadora con más de 15 años de experiencia y propietaria de Lady Tattoo, uno de los estudios más conocidos de su ciudad.
Para ella, el tatuaje no es solo arte: es una profesión con costes elevados, márgenes ajustados y una competencia feroz que obliga a reinventarse. “La gente piensa que nos forramos, pero entre alquiler, seguros, agujas y autónomos lo que queda limpio son unos 3.000 euros en un buen mes”, afirma con total rotundidad.
Un sector de 200 millones
El negocio del tatuaje ha experimentado un crecimiento espectacular en la última década. Los españoles se tatúan más, se tatúan antes y se tatúan diseños más complejos. Pero la cifra global no refleja el día a día real de un estudio.
Lorena lo tiene claro: “Un estudio puede llegar a facturar entre 12.000 y 14.000 euros al mes, pero eso no significa que ese dinero sea beneficio”. Su afirmación rompe una de las creencias más extendidas: que basta con llenar la agenda para tener margen.
La facturación depende del mes, del número de tatuadores en el estudio y del tipo de trabajos que entran. Las sesiones grandes pueden llegar a los 500 euros, mientras que un tatuaje mini se mueve entre 50 y 60. El problema es que el coste fijo siempre está ahí.
Alquiler, luz, seguros y agujas
Poner en marcha un estudio profesional no es barato. Lorena recuerda que su primera inversión, en un local pequeño, rondó los 4.000 euros. Cuando abrió Lady Tattoo, la cifra subió de manera notable. “Solo la reforma para dividir el espacio en cabinas me costó entre 10.000 y 12.000 euros”, explica.
Pero la parte más dura llega cada mes. Entre alquiler, luz, agua, seguros, material desechable, tintas, máquinas y desinfección obligatoria, los gastos mensuales se disparan. “Mantener el estudio cuesta entre 6.000 y 8.000 euros al mes. Solo los seguros y la recogida de agujas ya son un pico. Y si tienes láser para eliminaciones, el coste sube”.
A eso hay que añadir autónomos, gestoría y la renovación constante del material higiénico-sanitario. El resultado es que el margen se estrecha rápidamente.
El precio real de un tatuaje
Muchos clientes desconocen cuánto se gana realmente por un tatuaje pequeño. Lorena lo explica sin rodeos: “Un mini de 50 o 60 euros me cuesta unos 10 en material. Entre impuestos y gastos del estudio, me quedan unos 20 euros limpios”.
La rentabilidad existe, pero depende del volumen. En un tatuaje grande, de más de 500 euros, la situación mejora, pero no significa que el trabajo termine ese día. Las sesiones se reparten, la piel debe descansar y el diseño exige horas de preparación no remuneradas.
Aun así, el tatuaje sigue siendo una profesión mejor pagada que otras áreas creativas. El problema es que esos ingresos se ven golpeados por un fenómeno creciente.
El intrusismo que revienta los precios
La voz de Lorena cambia cuando habla del intrusismo. Lo considera la mayor amenaza actual para los estudios legales. “Hay gente tatuando en casa por 15 o 20 euros. No pagan seguros, no pagan alquiler, no cumplen normas higiénicas. Para nosotros es una putada, así de claro”.
Este tipo de práctica no solo distorsiona los precios, sino que pone en riesgo la salud de los clientes. Agujas reutilizadas, tintas no certificadas o tatuajes realizados en sofás y habitaciones sin desinfección son habituales. “Yo uso todo desechable y abro las agujas delante del cliente. En casa nadie controla nada”.
Para estudios como Lady Tattoo, competir con esos precios es imposible sin perder dinero. Por eso muchos profesionales reclaman una regulación más estricta.
Tatuajes, alquiler de cabinas y eliminación láser
Para mantener la estabilidad, Lorena ha diversificado su negocio. Divide el estudio en cabinas que alquila a otros tatuadores, ofrece servicios de piercings y dispone de un láser profesional para eliminar tatuajes.
“La eliminación es un negocio en crecimiento. Diría que el 30% de lo que hacemos cada mes es borrar tatuajes. Mucha gente se arrepiente o simplemente quiere mejorar diseños del pasado”, explica. Una sesión cuesta unos 35 euros, aunque suelen necesitarse varias.
Así Funciona el Negocio de los Tatuajes ¿Tanto se Gana?
Con este modelo, Lady Tattoo compensa los meses flojos y mantiene ingresos más estables durante el año.
La trayectoria de Lorena comenzó en 2008, tatuando gratis a clientes de la peluquería de su familia para practicar. No había cursos, tutoriales ni formación estructurada. “Aprendí a base de error. Le tatuaba a alguien, esperaba un mes a que se curara y veía dónde había fallado. Ahora la gente aprende más rápido, pero muchas veces sin buenas bases”.
Con los años, ha entendido que tatuar no es solo técnica: es conectar con la persona. “Hay clientes a los que digo que no. Si no conecto, si veo que voy a estar incómoda, prefiero rechazar el trabajo”.
También reconoce que el cliente español se ha vuelto más exigente. “El tatuaje ya no es impulsivo. La gente compara estilos, busca artistas y espera un resultado perfecto”.
Formación, profesionalización y precios mínimos
Aunque el sector siga creciendo, Lorena considera imprescindible una regulación que establezca precios mínimos, controles y acreditaciones obligatorias. “Si yo cobro 50 como mínimo y otro cobra 15 en casa, el cliente no sabe que está poniendo en riesgo su salud. Hace falta más información”.
Su objetivo a medio plazo es consolidarse como formadora. Quiere enseñar técnicas, seguridad y diseño a una nueva generación de tatuadores. “Me gustaría que la gente aprendiera bien desde el principio. El tatuaje es arte, pero también responsabilidad”.
Mientras tanto, Lady Tattoo sigue funcionando cada día, con clientes que entran, cabinas llenas y un trabajo constante que no entiende de horarios. Porque, como dice ella misma, “se puede vivir bien del tatuaje, pero solo si sabes lo que hay detrás”.
