Hombre, mujer, 'prefiero no decirlo', otrx. Soltera, casada, viuda. Hijos, familia numerosa, sin descendencia al cargo. El encasillamiento es casi tan natural como la vida misma. Desde la llegada al mundo, hay que ir marcando una serie de checks que aseguren un orden. Por una parte, es normal, así todo resulta más sencillo.
Sin embargo, todo lo que queda fuera de esas clasificaciones, cada vez más amplias, logra enarcar las cejas de la mirada ajena que, ahora, con las redes sociales de su mano, lo juzga todo de forma más sencilla si cabe. Sin anestesia.
En este contexto, donde todo aquel que se sale del camino marcado levanta sospechas —no se sabe de qué, pero lo hace—, la decisión de no tener hijos se ha convertido en una de las más controvertidas del momento. Desde acusaciones de egoísmo hasta distinciones de género, pasando por la exclusión social. Así se ve, y se vive, esta situación.
Childfree stigma
Este término alude al peso invisible que arrastran quienes deciden no tener descendencia. Una mezcla de sorpresa, juicio y condescendencia del entorno hacia las personas que eligen construir una vida al margen de la maternidad o la paternidad.
No se trata en ningún momento de quienes no pueden tener hijos, sino de aquellos que no lo desean —y lo dicen en voz alta— en un contexto que sigue considerando la familia nuclear como el modelo de realización personal por defecto y como el único a seguir. Lo que se espera.
El estigma se cuela en comentarios bienintencionados — "ya te llegará el instinto"— , en silencios incómodos en cenas familiares o en políticas públicas que siguen premiando el modelo parental. La elección de no criar se percibe como una renuncia, cuando en realidad es una afirmación: la de vivir de otro modo, sin reproducir un guion heredado.
Imagen de archivo de una madre con su bebé.
Ser childfree no es una moda ni una postura egoísta; es una forma de vida que cuestiona la idea de que el amor, el cuidado o el sentido solo se encuentran en la crianza.
La mirada negativa respecto a ello, en cambio, revela hasta qué punto se sigue midiendo el valor de las personas por su capacidad de reproducirse.
El estigma
Tomar la decisión de no tener hijos sigue generando rechazo social por diferentes razones. "El factor cultural juega un papel importantísimo. Además, puede combinarse con creencias religiosas que apuntan en la misma línea. El concepto de mujer se identifica de forma casi inmediata con el de madre y cuidadora", comenta la psicóloga Ana Sánchez, fundadora de Clínica Pinsapo.
Y con la Iglesia hemos topado, como se dice popularmente. En alguna que otra ocasión, se han escuchado en ceremonias religiosas matrimoniales que la única finalidad de esta unión es la de procrear.
Siguiendo con su idea inicial, la psicóloga comenta que "aun así encontramos muchas personas que imponen desde la creencia qué es lo que hay que hacer. Es muy respetable y admirable la decisión de aquellas que deciden dedicar su vida a la familia e hijos. Para muchas, este es el sentido de su vida y está perfecto".
Sin embargo, no duda en mencionar que "debemos respetar también a las que deciden no serlo por diferentes motivos u objetivos marcados en su vida y en su realización como persona".
Además, a pesar de que estas conversaciones tienen un trasfondo que merece una reflexión, es habitual que se trate como un tema de barra de bar. "Muchas mujeres atraviesan momentos realmente duros hasta que toman esta decisión. A veces de manera voluntaria y otras impuesta por un diagnóstico médico", se apresura a añadir.
No obstante, esto queda fuera de la visión de aquellos que se enzarzan con las vidas ajenas al no encontrar en las propias un divertimento suficiente.
En un estudio mucho más reciente, Stigmatization, life satisfaction, and its associated factors of childfree women: A scoping review, de Suhariyati, Rahmawati y Ubudiyah—se publicó en marzo en la revista Pediomaternal Nursing Journal— se establecen como estigmas los siguientes:
- Presión social y familiar.
- Se las considera como egoístas e incluso antinaturales.
- Muchas experimentan exclusión en eventos sociales centrados en la maternidad.
Salud mental
"Cuando la decisión personal de no querer tener hijos choca con las normas sociales —"deberías quererlos"—, se produce una disonancia cognitiva, es decir, una tensión interna entre lo que uno piensa y lo que se espera de él", explica la psicóloga.
"Al llegar a los 30 comencé a sentirme un poco observada en ese sentido. Y más que por mi pareja era por parte de mi familia. Los comentarios sobre cuándo iba a ser madre iban incrementando a pesar de que todo el mundo sabía que era algo que nunca me había planteado", comenta una fuente anónima cercana al medio.
Su perfil, en la actualidad, se acerca a los 40 y se dedica al marketing. Finalmente, y tras llegar a un acuerdo con su marido, cedió a la posibilidad. Hoy tienen un hijo en común y aunque dice eso de que "no lo cambiaría por nada", también confiesa que echa de menos la libertad de su vida anterior.
"No me arrepiento en absoluto, pero negar lo obvio sería absurdo. Quiero pensar que, más que por presión, fue por complacer a mi pareja. A los dos, en realidad. Si queríamos seguir con la relación, teníamos que llegar a un acuerdo. Entendí que tenía que ceder", reflexiona.
Imagen de archivo de una pareja disfrutando de una escapada a la montaña.
"Las personas se encuentran en el punto de tomar esta decisión y que además están expuestas a esos comentarios que menciono que se hacen sin ningún tipo de filtro ven cómo se genera un sentimiento de culpa irracional", confiesa la psicóloga Ana Sánchez.
A raíz de esto, surgen nuevas preguntas: "¿Y si estoy fallando como hija, mujer o pareja?", "¿y si me arrepiento en unos años?", "¿y si luego los quiero y no puedo tenerlos?". No obstante, no se puede vivir en ese cuestionamiento constante que desemboca en una asfixia.
Un detalle muy interesante que destaca la profesional es que además se siente muy presente la necesidad de justificar la decisión para ser aceptada. Y habla en femenino de forma consciente. "Creo que el problema no está en la decisión, sino en la necesidad de defenderla ante los ojos de los demás", señala.
¿En qué desemboca esta percepción? "Esto hace que aquellas que la sufren se sientan incomprendidas y, en algunos momentos, incluso aisladas cuando la gente del entorno tiene planes con niños y no cuentan estas personas. Pasan a no formar parte del círculo de gente con familias", comenta la fundadora de Pinsapo Salud.
"Esta soledad puede ser percibida de manera muy negativa porque también está ligada al sentido de pertenencia social. De hecho, es posible que se eviten estas reuniones debido a la sensación que provocan, lo que llevaría a sufrir una baja autoestima", explica.
La psicóloga dice que desde su punto de vista profesional lo que hay que valorar respecto a este tema es que se trata de una decisión estrictamente personal, donde influyen muchas variables. "Al final, los comentarios externos solo son opiniones", añade.
Las razones
En cuanto a las motivaciones para decidir ser childfree, las hay de diferente cariz. La doctora Jennifer Watling Neal, profesora especializada en el programa de Psicología Social y de Personalidad de la Universidad Estatal de Michigan, comenta en el pódcast Speaking of Psychology de la American Psychological Association que pueden ser las siguientes:
- El coste que supone tener hijos.
- Las restricciones de la libertad del individuo.
- Coartar el progreso de la carrera profesional.
- Riesgos médicos. Tras décadas bajo el escrutinio público respecto a este tema, la actriz Jennifer Aniston confesó hace un tiempo que no había podido tener hijos tras 20 años intentándolo debido a complicaciones de salud.
- Las restricciones de la libertad reproductiva.
- La preocupación por el cambio climático.
- La situación política.
La psicóloga Ana Sánchez comienza su discurso en esta conversación aludiendo a la religión y a la preconcepción de la mujer como ente en sociedad. Pero también comenta que si a esto se le unen las expectativas de género, la presión social, familiar y el "querido reloj biológico", la mezcla da lugar a un cóctel perfecto.
"Si además lo aderezamos con cuestiones económicas y la precariedad laboral del sistema junto a los valores actuales de la sociedad occidental, queda un caldo de cultivo que es, cuanto menos, para pararse a pensarlo", destaca la profesional.
De acuerdo a los resultados del informe del Instituto Nacional de noviembre del año pasado, en 2023 se registraron en España 320.656 nacimientos, lo que supuso un descenso del 2,6% respecto a 2022.
Por otro lado, el número medio de hijos por mujer se redujo hasta 1,12. Y los matrimonios descendieron un 3,7% respecto al periodo previo.
Según el estudio Nº3475. 3475/0 fecundidad, familia e infancia del CIS, en España, en 2024, del total de personas encuestadas que no tenían hijos, un 36,7% no desearía haberlos tenido.
Otros datos que cita el informe, y que merece la pena destacar en este contexto, son los siguientes:
Consecuencias económicas y laborales
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El 77,3% de los encuestados señala la falta de medios económicos como principal razón para tener pocos hijos.
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El 44,1% cita problemas para conciliar vida laboral y familiar.
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El 26,4% menciona que tener descendencia entorpece la carrera profesional.
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El 20,6% apunta a la insuficiencia de ayudas públicas.
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El 22,8% cree que retrasar la emancipación o los estudios dificulta la natalidad.
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Para el 1,6%, la situación del acceso a la vivienda también es relevante.
- El 80,7% de quienes han decidido ser padres dice que no han dejado de trabajar durante un año o más, pero el 23,5% ha reducido su actividad laboral (a tiempo parcial) y el 23,1% ha aceptado un empleo por debajo de su formación.
Carga y responsabilidades
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El 25,5% ve la responsabilidad que suponen los hijos como una de las principales trabas.
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El 23,7% reconoce la preocupación por el futuro de los hijos como motivo para limitar la descendencia.
Obstáculos personales y de libertad
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El 57% está de acuerdo o muy de acuerdo en que tener descendencia limita la libertad personal de los padres.
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El 29,2% afirma que serlo ha limitado sus oportunidades de promoción laboral.
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El 11,1% declara que ha dejado de trabajar definitivamente tras tener esta decisión.
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El 52,3% sostiene que los hijos no fueron un obstáculo para su trayectoria laboral, pero casi la mitad indica cierto grado al respecto.
Ellas vs. ellos
Sería absurdo abordar este tema sin hacerlo desde una perspectiva de género, porque, ¿qué diferencia hay entre la decisión de no ser madre y la de no ser padre?
"Aquí las reglas del juego las siguen marcando los roles clásicos. Es social y culturalmente mucho mejor aceptado que él tenga otras metas vitales e intereses. Mientras que ella, si no tiene hijos… ¿qué va a ser de su vida? Y se la tiñe de una imagen lastimosa porque… pobre, está sola...", comenta Ana Sánchez.
Añade además que esa renuncia por parte de una figura femenina puede interpretarse como el rechazo a su esencia inherente por serlo: "Al tomar esta decisión parece que se rompe con un deber natural".
"A las mujeres sin hijos se las llama frías, raras, incompletas, solitarias, egoístas. A los hombres que cumplen esta misma pauta, en cambio, se les considera como libres, prácticos, viajeros, dedicados a su carrera...", reflexiona.
"Afortunadamente, hoy en día hemos descubierto muchas formas de autorrealización y satisfacción en la vida. Además, somos mucho más conscientes de las responsabilidades que conlleva tener hijos. Esto supone plantearnos cuestiones como si realmente es el momento, porque como en todo sacrificio, ganas muchas cosas, pero hay que dejar atrás otras", señala.
"Ser conscientes de esto, nos hace meditar este cambio vital y el tener la oportunidad de hacerlo, nos hace libres", afirma de forma rotunda.
En la pieza The childfree: a neglected population?, de The British Psychological Society, los expertos consultados expresaron que la gente que se determina como childfree tienden a ser más liberales y que los hombres se identifican con más facilidad con el término. "Esto puede deberse al estigma añadido que soportan las mujeres que se denominan como tal", especifican.
"Tengo claro que no quiero ser madre. O es lo que pienso ahora. Miro a mi alrededor y no sé cómo lo haría. Todo el mundo me dice que al final sí que se puede, pero no sé... Si reflexiono un poco, pensando en mi salario y que en mis últimas relaciones me he sentido más cuidadora que pareja, siento que todo es bastante cuesta arriba", comenta Macarena, de 28 años.
Nuevas generaciones
Por último, y teniendo en cuenta los cambios sociales recientes y la polarización actual con respecto a cualquier asunto, también resulta interesante saber cómo se sienten los jóvenes sobre la decisión de ser childfree.
De acuerdo a la experiencia de la psicóloga Ana Sánchez, las generaciones Z y millennial, experimentan menos culpa respecto a esto. "Para ellos no se trata de una renuncia, sino de una elección que se hace de forma consciente, algo fundamental cuando hoy en día la estabilidad es difícil de mantener", aclara.
Por otro lado, la experta también señala a las redes sociales como elemento clave: "Visibilizar estas historias ayuda a romper el silencio, el aislamiento y a validar la acción. Hay cuentas de mujeres que comparten los beneficios emocionales o creativos de ser childfree. Otras hacen lo propio con el coste económico y emocional de ser madre", destaca.
No obstante, tampoco olvida aquellas cuentan que hablan de tener hijos de forma totalmente glamurizada y romantizada. Al final, la maternidad —o su ausencia— sigue siendo un espejo donde se refleja lo que la sociedad espera de las mujeres. Lo curioso es que, mientras se promueve la libertad individual, se sigue evaluando las decisiones ajenas con el mismo metro heredado de generaciones anteriores. Continúa siendo, para muchos, una cuestión de moral y no de elección.
Quizá el verdadero desafío esté en entender que la realización personal no pasa por cumplir casillas, sino por atreverse a borrar algunas y dibujar otras nuevas. Ser o no ser madre —padre, cuidador, o simplemente persona— no debería definir, sino acompañar, complementar.
