A poco más de 20 kilómetros de Mérida, capital de Extremadura y una de las cunas a nivel mundial del Imperio Romano, se esconde un pueblecito cuyas piedras susurran historias de los emperadores romanos.
Alange fue y sigue siendo, un lugar único, con aguas que curan y un legado que sigue fluyendo, literalmente, más de 2.000 años después.
Entre columnas de mármol y bóvedas semicirculares, el pasado y el presente se sumergen en las mismas termas: las del balneario de Alange, el único de España reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Pocos destinos logran combinar con tanta naturalidad la arqueología y el bienestar. Enclavado en un paraje de lomas suaves y embalses tranquilos, el balneario conserva dos salas termales de origen romano, perfectamente integradas en un complejo que ha evolucionado sin traicionar su esencia.
"Cuando entras en las termas, sientes que el tiempo se detiene. El eco de las bóvedas, la temperatura del agua, incluso el silencio, todo parece diseñado para sanar", cuenta Carmen Lobo, fisioterapeuta especializada en hidroterapia. "No es solo una experiencia estética. Es historia viva al servicio del bienestar".
Aguas medicinales
Las aguas mineromedicinales de Alange brotan de forma natural a unos 28 grados y están catalogadas como sulfatadas, cálcicas y magnésicas, además de contener trazas de radón, un gas noble que, en dosis terapéuticas, actúa como relajante muscular y sedante del sistema nervioso.
Indicadas para el tratamiento de dolencias reumáticas, afecciones dermatológicas, respiratorias o simplemente para combatir el estrés crónico, las aguas de Alange son el alma del complejo.
Según los registros, los romanos ya atribuían a estas aguas propiedades "divinas". El edificio romano, datado del siglo III, fue redescubierto y restaurado a mediados del siglo XIX, momento en el que el balneario volvió a cobrar protagonismo entre la burguesía ilustrada del país.
Hoy, el conjunto forma parte del Conjunto Arqueológico de Mérida, una distinción que ningún otro centro termal en España ostenta.
Oferta para todos
Más allá de sus termas romanas, el balneario incluye un edificio neoclásico, jardines interiores, galerías de duchas, piscinas de hidromasaje y modernas cabinas de tratamiento.
Todo diseñado para que el visitante viaje entre épocas sin salir del circuito termal. Además, los visitantes pueden sumarse a visitas guiadas diarias que, por apenas 4 euros, permiten descubrir los secretos arquitectónicos y simbólicos de las termas originales.
Un recorrido imprescindible para entender por qué este lugar fue, es y seguirá siendo un santuario de salud.
Una de las propuestas más populares es su programa "Tardes de Balneario", que por 35 euros incluye almuerzo y acceso a las instalaciones termales.
Es una fórmula perfecta para una escapada exprés que combina gastronomía local y bienestar, sin salir del entorno monumental.
Turismo termal en auge
Pero Alange no es solo su balneario. El pueblo, con poco más de 1.800 habitantes, está rodeado de patrimonio y naturaleza.
Desde la iglesia gótico-mudéjar de Nuestra Señora de los Milagros, hasta la ermita de San Bartolomé o el castillo medieval que domina el cerro de la Culebra, el conjunto invita a un turismo pausado, casi contemplativo.
El embalse de Alange, ideal para deportes náuticos, y las rutas de senderismo que recorren la comarca, completan una oferta donde cuerpo y mente pueden reconectar con la tierra y con la historia.
En plena era del wellness, la propuesta de Alange cobra más sentido que nunca. Frente al turismo rápido, este destino propone todo lo contrario: parar, respirar, sumergirse. Volver, en cierto modo, a lo esencial.
Y en esa vuelta, el balneario se erige como mucho más que un atractivo turístico. Es un espacio de memoria, de salud y de belleza que nos recuerda que el agua, como la historia, no se detiene, pero sí puede ayudarnos a hacer una pausa.
