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Es poco frecuente que una cantante de éxito tan reconocido como Eva Amaral (53 años) sorprenda a todos anunciando un cambio de vida radical.

La cantante (natural de Zaragoza), que lleva más de dos décadas marcando la banda sonora de varias generaciones con temas como Sin ti no soy nada o Moriría por vos, ha dejado atrás la ciudad para instalarse en una pequeña aldea rodeada de naturaleza.

Un refugio rural en el que ha encontrado calma, autenticidad y una fuente inagotable de inspiración, pero del que la artista poco ha contado para preservar su intimidad.

Lo contaba con naturalidad en el programa La dolce vita, de Cadena SER, donde habló sin tapujos de su día a día, alejada del bullicio urbano:

"Estoy súper a gusto. Desde hace un tiempo vivo en una aldea y por eso estoy más cerca de la naturaleza. Entre mis vecinos soy una más y estoy muy feliz", confesaba.

Una aldea escondida

Nacida en 1972, Eva Amaral creció en Zaragoza, ciudad en la que descubrió su pasión por la música y empezó a cantar en grupos como Bandera Blanca y Lluvia Ácida.

A finales de los 90, junto a Juan Aguirre, fundó el dúo Amaral, convirtiéndose en uno de los fenómenos más importantes del pop-rock español.

Su carrera la llevó a vivir en Zaragoza y más tarde en Madrid, donde adquirió un piso en el barrio de Chueca y posteriormente un ático en Plaza de España. Sin embargo, como ella misma reconoce, la capital nunca llegó a sentirse como su verdadero hogar.

Ese "llamado de la naturaleza" que siempre había sentido la empujó a dar un paso radical: cambiar los focos de la gran ciudad por una casa rústica en plena aldea, en un lugar que prefiere mantener en secreto.

Una casa rústica

La vivienda de Eva Amaral refleja su personalidad: sencilla, cálida y conectada con el entorno. Construida en madera y piedra, cuenta con suelos de madera, vigas vistas y una chimenea que se convierte en el corazón del salón durante los meses de invierno.

En sus redes sociales, Eva ha mostrado con humor algunos aspectos de su nueva rutina. Hace poco compartió una foto acarreando leña con el comentario:

"Esto es el nuevo crossfit. Aquí estoy con la lumbar reventada y con cero tonterías", bromeaba. Un gesto que demuestra que la vida en el campo también tiene sus exigencias físicas.

La casa también dispone de un jardín amplio, donde la cantante tiende la ropa al aire libre, se tumba en hamacas para leer y disfruta de las vistas a las montañas. Un rincón donde lo cotidiano se convierte en un lujo.

Entre pájaros y nogales

Uno de los detalles que más entusiasma a Eva de su nueva rutina son los pájaros. Desde la ventana de su cocina, que da a un enorme nogal, ha colocado comederos con semillas para atraer distintas especies.

"Me gusta porque vienen de todo tipo y me alegran la vida", relataba emocionada. Para ella, observar la naturaleza no es solo un pasatiempo, sino una forma de recargar energía: "Cocinar y observar a los pájaros forma parte de una energía que luego se desborda en el escenario".

Esta conexión con lo natural le permite equilibrar la calma del día a día con la intensidad de sus conciertos.

"El mundo es bonito, pero también tiene situaciones crueles que no puedes controlar. Eso hay que aprender a gestionarlo, y eso también lo llevo al escenario", explicaba en la misma entrevista.

Retiro que inspira música

Lejos de ser un paréntesis en su carrera, esta vida rural se ha convertido en un motor creativo. Aunque en 2024 el dúo Amaral pospuso el lanzamiento de su nuevo disco por motivos personales, las expectativas siguen intactas para 2025.

El cambio de Eva Amaral no es solo geográfico. Es, sobre todo, una declaración de intenciones. En un mundo dominado por la inmediatez y el exceso de estímulos, la cantante ha decidido apostar por una vida más lenta y conectada con lo esencial.

"Aquí soy una más, nadie me mira diferente", confesaba. Una afirmación que muestra su deseo de normalidad, lejos del escaparate mediático.

Cada vez más, sus seguidores muestran interés por esta nueva etapa personal. Y no es de extrañar, pues muchos sueñan con escapar del estrés urbano y empezar de cero en un lugar más humano.

Su vida en una aldea, entre nogales, chimeneas y vecinos de toda la vida, no es un retiro, sino una forma distinta de estar en el mundo. Una vida que alimenta su arte y que nos recuerda que, a veces, el mayor lujo está en lo simple.