Entre trend y trend de TikTok se desvelan realidades. La plataforma trasciende fronteras y hace de problemáticas locales cuestiones globales. Gracias a los vídeos que se publican, muchas veces se toma conciencia de que eso que se pensaba como una vivencia exclusiva en realidad se trata de una experiencia universal.
Los trastornos de la conducta alimentaria también tienen su reflejo en estos espacios. A veces se muestran casos de superación; en otras ocasiones, los comentarios campan voraces, acusando a los usuarios de padecer anorexia o bulimia; pero también aparecen en forma de concepto. Uno de los más reiterados en los últimos tiempos es el de las almond moms.
Al introducir el término en el buscador de esta aplicación, el primer clip que aparece acumula más de 148.000 me gusta. En él, una chica habla de la comida que se puede encontrar en su casa, que se corresponde con la compra que hace su madre. El azúcar brilla por su ausencia, productos reducidos en sal, chocolate 85% y, por supuesto, artículos que se apellidan BIO.
La siguiente grabación tiene más de 188.000 corazones, a continuación se despliega otra que supera los 217.000 y los números no hacen más que incrementarse.
No obstante, el origen de este nombre no se encuentra en TikTok, sino que hay que remontarse a unos años atrás. La exmodelo Yolanda Hadid, progenitora de las top internacionales Gigi y Bella, protagonizó una escena tan terrible como inolvidable en un reality show.
La celebrity, participante en The Real Housewives of Beverly Hills, creyó conveniente durante una conversación telefónica recomendarle a su hija mayor —que dijo encontrarse muy débil— que se comiera un par de almendras y que las chupara muy bien. Previamente, la chica le había comentado que solo había tomado medio fruto seco.
Un tiempo más tarde, en 2022, ella misma subió un vídeo a esta plataforma —con Bizcochito de Rosalía sonando de fondo— y con un gran bol de este aperitivo entre manos.
Pero, ¿qué más hay tras este concepto y este trend de TikTok que acumula contenido, visitas y corazones?
"Lo novedoso es el término, pero es un comportamiento materno que siempre ha estado ahí", comenta la psicóloga sanitaria infantojuvenil Ana Sánchez. "Es frecuente en muchos hogares 'no comas más galletas, que vas pasada de peso' o 'eso engorda demasiado'; 'esos shorts no son para ti'; 'si evitaras la cena, bajarías de peso".
La experta comenta que se trata de ciertas conductas, casi siempre comentarios, que además suelen sufrir, en la mayoría de los casos, las hijas. "La presión respecto al físico está sobre todo centrada en las mujeres. Esto termina acarreando restricciones alimentarias e incluso en la forma de vestir".
Rafael Sobrino, enfermero y dietista, coincide con la terapeuta: "En España cómo tal no se consideraba ese término, es una importación de EEUU. Pero, al margen de eso, claro que existen ese tipo de madres o padres que pueden influir en el posible desarrollo de TCA".
Las claves
El desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria puede estar condicionado por diferentes factores y eso implica también que la familia sea uno de ellos. No resulta así siempre, pero es una realidad.
"El papel de los allegados y su cultura, además de la relación que mantengan con la comida, es fundamental. Sin embargo, este tipo de enfermedades no solo tiene que ver con el sustento, sino que van asociadas a la salud mental de la persona. Puede haber elementos subyacentes que influyan", declara Sobrino.
En concreto, el sanitario pone el foco sobre los casos de bullying, el acoso o abusos como detalles clave que también pueden llevar a este tipo de padecimientos. "Igualmente, se puede dar una predisposición a sufrir determinados trastornos que se canalizan de esta forma".
En cuanto a los riesgos psicológicos y emocionales que pueden sufrir los hijos e hijas de progenitores que fomenten estos comportamientos, la psicóloga Ana Sánchez los tilda de brutales: "Un aspecto muy negativo es que la mayoría de las madres se aferran a que hacen ciertas cosas o dicen según qué comentarios porque quieren verte bien, siendo eso sinónimo de más delgada".
Un bebé comiendo con la ayuda de su padre.
Estas actitudes pueden desembocar en consecuencias en la preadolescencia y en la edad adulta. Y se traducen en la generación de inseguridades en cuanto al físico, baja autoestima y una frustración continua al intentar cumplir con unas expectativas. "Debido a esto, se puede llegar a desarrollar TCA en los casos más severos", apostilla la experta.
Por otro lado, también resulta interesante conocer qué rasgos tienen aquellas personas que mantienen estas conductas. De acuerdo a la profesional psicosanitaria, suele tratarse de perfiles autoexigentes y controladores. "Se esfuerzan en buscar la perfección y puede que esto también se vea desarrollado en otras áreas educativas, como los estudios o las amistades", dice.
El enfermero y dietista, ante la pregunta de si este tipo de actitudes de los padres puede ser un volcado de frustraciones, comenta que quizás sí, pero que no se trata de algo seguro: "Los niños siempre están influenciados por su entorno y muchas veces son una proyección de sus padres, además de verse reflejados en ellos como referentes. Es una retroalimentación negativa".
Las señales
Antes de llegar a un punto de no retorno, se pueden detectar una serie de pautas que indican que los progenitores están manteniendo estas actitudes. No obstante, no es tan sencillo de identificar.
"Siempre pensamos que todos quieren lo mejor para sus hijos, por lo que la tendencia es creer que lo hacen por su bien. Tal vez en público no hagan comentarios tan extremos o que los disimulen con otros discursos en los que resulta más difícil captarlo", comenta Rafael Sobrino.
El profesional asevera además que ha tenido pacientes en el entorno hospitalario que han sufrido de forma obvia esta influencia negativa.
"Recuerdo un caso en el que la madre era un factor determinante. De hecho, excusaba al enfermo en muchas de sus conductas. Normalmente, tienen un comportamiento mitómano y manipulador con todo el que les intenta ayudar. Posiblemente, si se le hubiera hecho un seguimiento a esa mujer, se le podría haber diagnosticado TCA", confirma.
Fuentes cercanas a este medio han detallado un caso concreto en el que una paciente con un trastorno de la conducta alimentaria se veía alentada por su progenitora a saltarse las recomendaciones del personal sanitario.
"Cuando nos enfrentamos a determinadas situaciones, nos vemos obligados a retirarles incluso las llaves del baño de la habitación. La mamá de la chica le llevaba numerosas herramientas para que esta pudiera acceder al aseo a vomitar", comenta.
En la misma línea que el enfermero se manifiesta Sánchez comenta que, aunque de forma no intencionada, este tipo de perfiles establecen un caldo de cultivo para que ciertas enfermedades se manifiesten durante la adolescencia o la adultez: "Podemos encontrar madres que sufren este tipo de patologías, pero no han sido diagnosticadas, y eso se proyecta en los menores", aclara.
Por otro lado, la psicóloga comenta que mediante este control estricto de la alimentación los niños y niñas aprenden desde pequeños a vincular su físico con la comida de forma restrictiva. "Son conductas que de por sí preocupan a adolescentes que han sido criados en relaciones normotípicas en este ámbito", explica.
De acuerdo a ello, en estos contextos, el efecto de la persuasión al respecto puede incrementarse. "Llegan a rechazar alimentos, lo que conlleva una dieta menos variada en la etapa del desarrollo, cuando todos los nutrientes son importantes", indica la experta. Además, puntualiza que pueden darse actos de rebeldía y episodios de atracones.
Romper el círculo
Como de costumbre, a pesar de que se hayan establecido una serie de pautas en torno a la alimentación en el círculo familiar de forma más o menos consciente, es posible salir del bucle.
Quizás lo primero es identificar ciertos comportamientos de los padres y que ellos mismos sean los que hagan ejercicio de conciencia al respecto.
Ana Sánchez desvela una serie de banderas rojas que deberían provocar que saltasen las alarmas:
- Hablar constantemente de 'comida buena' en contraposición a 'comida mala' y hacer comentarios como 'eso engorda', 'eso es basura', 'comes mucha porquería'…
- Tener reglas muy rígidas sobre qué, cuánto o cuándo comer, sin espacio para flexibilidad o disfrute. Hablar de premios y castigos en este contexto.
- Prohibir por completo alimentos comunes sin motivos médicos. No permitir tomar dulces, pan o frituras.
- Sentir ansiedad o enfadarse cada vez que el niño o niña coma algo 'no saludable'.
Cuando los pequeños o adolescentes se ven expuestos a este tipo de comportamientos, la profesional destaca que es habitual que sientan también miedo o culpa cuando sobrepasan algunas de estas restricciones.
"Pueden caer en tendencias como comer a escondidas o aprovechar el estar fuera de casa para picar en eso que tienen prohibido". Al llegar a ese punto, comienzan a descartar alimentos que antes disfrutaban e igualmente empiezan a hacerse comentarios negativos sobre su cuerpo o peso.
Hay padres que restringen la comida de según qué alimentos incluso en fiestas de cumpleaños.
Cuando la relación con uno mismo y con la alimentación se ha visto dañada, además por parte de la persona que debería generar protección, ¿cómo se consigue restaurar?
Rafael Sobrino manifiesta que es muy difícil, precisamente debido al lugar de donde proviene el daño. "En esos casos, o uno de los dos padres no está en esa línea o es complicado actuar", comenta.
Una de las alternativas sería que alguien allegado, ya sea otro familiar, un amigo, una persona del entorno escolar o médicos o enfermeras, se diese cuenta de la situación.
"Para reparar el problema lo mejor sería dejarlo en manos de profesionales: desde nutricionistas a psicólogos. Y que el círculo más íntimo vaya haciendo un seguimiento. Además, hay que tener en cuenta que los TCAs son 'cíclicos", especifica el experto.
En cuanto a la posibilidad de que los niños sean los mismos que pongan límites a sus padres respecto a estas manifestaciones, el dietista indica que es "realmente difícil".
"Son pautas que se instauran durante la infancia, cuando se es muy maleable. Cuando llega la adolescencia, que implica en muchas ocasiones una época de rebeldía, no se llega a romper con ello porque son comportamientos que se tienen muy asimilados", dice.
Caso real
Osiris Martínez vive en Tailandia, aunque le queda poco en el país. Está de mudanza y se marcha a otro rincón del sudeste asiático. La joven es terapeuta titulada y enfoca su trabajo en la psiconutrición. "Te ayudo a reconciliarte con la comida y tu cuerpo", reza su cuenta de Instagram.
No obstante, no se debe a esto en exclusiva su acercamiento a este tema, sino que ella misma sufrió trastornos de la conducta alimentaria, algo que también la ha motivado a centrar su labor en ello.
"No le doy un significado especial al término almond mom. No me gusta demasiado lo de poner etiquetas. Pero lo que lo hace todavía menos es que al final se culpa a la madre. A mí me parece un ataque", aclara.
Sin embargo, Osiris sí que señala que hay una tradición de mala relación con la comida de forma omnipresente. De ahí que se hayan escuchado según qué comentarios y que siga sucediendo. "Es una cuestión cultural y de contexto, no creo que haya que señalar a alguien en concreto. Esas personas son las primeras víctimas", comenta.
Esas palabras que se desprenden de los labios de personas allegadas respecto a lo que se debería comer y lo que no, influyen en la construcción de la autoestima y en la relación con la alimentación, señala la terapeuta.
La experta, que imparte programas grupales, uno de los cuales comienza en octubre —Adiós atracones— señala que teniendo en cuenta las influencias que se reciben de la sociedad la clave está en desaprender para lograr estar en paz con el cuerpo y la mente. "Hemos nacido siguiendo una alimentación intuitiva y lo que nos desconecta de eso son los inputs externos", destaca.
A pesar de que Martínez pretende deshacerse del término de almond mom, admite que para las personas a las que atiende en su trabajo la figura materna siempre tiene un gran impacto.
"Para romper este círculo de influencia generacional, lo primero que habría que hacer es un ejercicio de conciencia. Los padres deberían preguntarse si ellos mismos siguen eso que predican y si tienen una relación sana con la comida", comenta la psiconutricionista.
En cuanto a su experiencia personal con los TCA, su sensación es que no se trató de algo que se dio de un momento a otro, sino que fue mutando, "por eso no me gusta poner etiquetas", comenta. "Creo que es fruto de años, de experiencias en la infancia, en el colegio, la familia, traumas, tu relación con el espejo... No hay un punto en el que todo se dispara", especifica.
Hubo muchos instantes en los que Osiris intentó pedir ayuda, pero no la encontró y quizás fue eso lo que más tarde la llevó a desempeñar el rol que ahora la ocupa.
"Pasó mucho tiempo y sané y cuando vi que estaba en ese punto empecé a formarme. En Oxford encontré una metodología que iba conmigo. Ahora ayudo a gente que me dice que lleva 30 años intentando salir de esto y que por fin lo está consiguiendo conmigo", termina. Siempre hay esperanza.
