El verano de 2025 en España quedará marcado por una paradoja. A pesar de haber recibido más turistas que nunca, pero el consumo en bares y restaurantes se ha desplomado. Las terrazas ya no rebosan como antes y la hostelería vive lo que muchos empresarios llaman una "temporada floja", a pesar de que el sector turístico esperaba un año récord con hasta 100 millones de visitantes internacionales.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) confirman que viajar en España es cada vez más caro: los alojamientos han subido un 6,8% en solo un año, los alquileres de pisos turísticos un 6,9% y el transporte ha disparado los paquetes vacacionales. Con este escenario, los turistas llegan, pero llegan con menos dinero en el bolsillo.
En las principales zonas costeras de España (Valencia, Cádiz, Cantabria, Baleares...) los hosteleres coinciden: locales con clientes, pero con tickets medios mucho más bajos que en años anteriores. Así lo confirmaba el diario 20 Minutos.
"La gente viene, sale y pasea, pero no tiene dinero para gastar y no se sienta a comer", resume Elena, responsable del restaurante Turquesa Beach en Cullera. Ella calcula que unas vacaciones de 10 días pueden costar ya hasta 1.500 euros por persona, lo que deja poco margen para extras.
Los hosteleros coinciden en que, para hacer la misma caja que antes se hacía, ahora se necesita el doble de tiempo y atender a más clientes, como explica Luis Martí, de la Asociación de Hostelería de Castellón. El patrón se repite en casi toda España: mesas ocupadas, pero con pedidos más austeros.
'El turista paga más en hoteles y vuelos'
Uno de los factores que más pesa es el encarecimiento de los paquetes turísticos. Según Juan Miguel Ferrer, presidente de la patronal de Restauración Mallorca CAEB, la situación es clara:
"El cliente no ha cambiado, solo que teniendo los mismos recursos está obligado a gastar un 20-25% más en el paquete avión-hotel y le queda menos dinero para gastronomía, comercio o excursiones".
La consecuencia es que en Baleares, a pesar de seguir siendo un destino líder, los restaurantes notan caídas del 8% al 10% en facturación. Además, crece el impacto de los hoteles con todo incluido, que se convierten en un competidor directo: el visitante ya ha pagado las comidas en su alojamiento y apenas consume fuera.
"Si bien hay movimiento en bares y restaurantes, el ticket medio por persona ha sido más bajo que en campañas anteriores, especialmente en entornos urbanos", asegura otro de los hosteleros perjudicados ante esta situación, esta vez, en Cantabria.
La misma fotografía aparece en Cádiz, donde las altas temperaturas han vaciado terrazas a mediodía y reducido la facturación en pleno julio. "En muchos días directamente no había nadie que quisiera sentarse al sol", señalan desde la patronal gaditana.
El nuevo perfil del turista
El consumo se resiente en los detalles. Los hosteleros detectan que los clientes cambian hábitos. En vez de un plato por persona, se pide para compartir; los postres se reducen y piden dos para toda la mesa en lugar de uno cada uno; además de optar por vinos más baratos, de 25 euros en lugar de 35.
A esto se suma el auge de los apartamentos turísticos, donde los viajeros compran en el supermercado y cocinan en casa. Como resume María, empleada de un restaurante en Menorca: "Los turistas llenan los supermercados, pero no los locales".
El golpe no solo lo sufren los extranjeros. Según Eurostat, uno de cada tres españoles no puede permitirse una semana de vacaciones al año, lo que limita aún más la capacidad de gasto.
Los que sí viajan se ajustan al máximo: buscan ofertas de última hora, alargan menos los días de estancia y reducen el consumo en hostelería. En muchos restaurantes de la Comunidad Valenciana explican que los clientes solo llegan los fines de semana, mientras que de lunes a viernes las mesas se quedan vacías.
El calor extremo, otro enemigo
Además de los precios, el clima extremo ha jugado un papel determinante. En julio, con temperaturas récord, muchos hosteleros tuvieron que cerrar terrazas en las horas centrales del día porque nadie quería sentarse al sol.
Los cambios en los horarios también se notan: la tradicional paella al mediodía en Gandía ha pasado a servirse cada vez más de noche. La hostelería se adapta, pero reconoce que el consumo diurno ha caído drásticamente.
A pesar de las quejas, las patronales insisten en que no se trata de una crisis, sino de una fase de corrección tras los años post-pandemia, en los que el gasto se disparó por las ganas de viajar. "El cierre de temporada se anticipa con moderado optimismo, pero con los pies en el suelo", reconocen desde Mallorca.
