Cuando se piensa en belleza, la mente se vuelve hacia el resultado. Hoy en día, esa conclusión beauty suele desembocar en una piel luminosa, unos labios carnosos y con brillo y un colorete algo subido que parece natural.
No obstante, para acercarse a esa perfección hay que trabajar la tez de forma previa. He aquí donde se establece un paralelismo: cuando se lleva la ropa interior adecuada para cada estilismo, el atuendo sienta infinitamente mejor.
De este modo, si el cutis se prepara con una serie de productos adaptados a cada cual, el efecto, tras haber empleado los productos de makeup pertinentes, será excelso.
Y en este punto es cuando se habla de lencería del maquillaje. Esa labor que hay que poner en práctica con antelación para sacarle el máximo partido a bases, correctores, bronceadores o labiales y que la compra de estos se convierta en una auténtica inversión.
Las claves
Una vez que se ha definido el término, hay que establecer aquellos elementos que lo componen. ¿Cuál es la fórmula del éxito que da como resultado una cobertura perfecta? En este caso, el orden de los factores sí que altera el producto, por lo que es fundamental tomar nota de todo aquello que debería estar presente en estas rutinas:
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Tratamientos preparatorios (hidratantes y sérums).
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Protectores solares.
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Primers / prebases.
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Correctores localizados.
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Fijadores ligeros o selladores suaves.
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Rutina posterior: limpieza, reparación, nutrición.
Vestir la piel
Para arrancar con estos rituales, lo idóneo sería hacerlo con una limpieza suave. Al fin y al cabo, un rostro sin impurezas tolera mejor cualquier fórmula.
Por otro lado, la hidratación siempre ha de estar presente y hay que emplear de forma acorde a cada tipo de piel —seca, mixta, grasa—. Teniendo esto en cuenta, habrá que escoger alternativas más ligeras o más untuosas. En cualquier caso, hay muchas personas que optan por utilizar un sérum de forma previa.
Imagen de archivo de una chica utilizando un sérum facial.
El paso esencial que ha de encontrarse en cualquier rutina de belleza es, sin duda, el de la fotoprotección. Tiene que ser diaria y, si es posible, con un factor alto. Este consejo además es extensible para todo el año. Incluso en los días nublados es clave.
Al igual que sucede con otro tipo de lociones, hay opciones diferentes para cada clase de tez. Hay propuestas más ligeras, algunas con color, otras más ricas… Lo ideal sería pedirle consejo a un experto y dar con la solución adecuada para cada piel.
Por último, hacen acto de presencia las prebases o primers. Este tipo de productos se encargan de minimizar poros e igualar la textura del cutis, del lienzo sobre el que luego se darán pinceladas.
Las correcciones
Volviendo al paralelismo con la ropa interior, se podría decir que hay detalles que se escapan a la vista —encajes o delicados forros— que sin apenas ser perceptibles marcan la diferencia.
En la cuestión beauty se denominan correctores. Aunque también es habitual utilizarlos tras haber aplicado la base de maquillaje, es normal hacerlo antes.
Aquí es fundamental un detalle: no se puede pecar de este producto en exceso. No se pretende tapar con él el rostro, sino disimular pequeñas marquitas o rojeces. De ahí que sea esencial aplicar el producto con la máxima precisión posible.
Además, hay que integrarlo muy bien, porque en muchas ocasiones su color difiere del tono de la piel. De hecho, hay propuestas verdosas, salmón o incluso lilas, dependiendo de aquello que se quiera camuflar.
Prisme Libre Skin-Caring Corrector de Ginvechy, a la venta por 40 euros.
¿Qué va a aportar este paso? Que todo lo que se vaya empleando encima se asiente y luzca mejor. Esa es siempre la finalidad.
Poco a poco
Una vez que el punto de partida está claro, hay que comenzar a cubrir esa lencería. No obstante, nunca hay que perder el foco sobre lo que se pretende con su uso: obtener como resultado un maquillaje luminoso, jugoso y sutil, siempre bien asentado e integrado y que aguante el paso del tiempo de la mejor forma posible.
Para seguir en esta línea, lo idóneo sería escoger bases ligeras, pero con cobertura modulable, para que se pueda regular la misma no solo atendiendo a una estética, sino también a necesidades puntuales. Si de repente aparece un brote de acné, quizás sería necesario utilizar más cantidad de la misma.
Por otro lado, el resultado final también dependerá de con qué herramientas se integre el producto. No es lo mismo hacerlo con los dedos, que con una brocha o con esponja. E igualmente, hay opciones a las que se les saca mayor rendimiento si se aplican con el gadget adecuado para las mismas.
Para que la fórmula resista en la piel lo máximo posible, lo mejor es ir intercalando entre capa y capa algún fijador de maquillaje.
Por supuesto, cuando se busca la naturalidad, es fundamental controlar las transiciones entre productos y también entre zonas. Son especialmente peligrosos los cortes de color en la mandíbula, el cuello y el escote. Debería haber una continuidad.
La costura final
E invisible. El broche de oro de esta técnica se pierde a veces a la vista. Es aquí cuando entran en juego los fijadores que ya se han mencionado. Los hay de diferentes tipos: en polvos, compactos o sueltos, en brumas o efecto laca.
En este caso, para obtener un resultado jugoso, de butter skin, por ejemplo, lo idóneo sería usar los dos últimos y en especial la versión más líquida y ligera. Lo que no se suele querer en estos casos es una sensación de acartonamiento. La clave aquí está en la ligereza y en la duración del resultado final.
Dior Forever Perfect Fix, disponible por 47 euros en la web de la marca.
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Aplicar la fórmula a unos 20-25 cm de distancia del rostro.
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Hacerlo mediante movimientos cruzados, es decir, en X o en T.
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No insistir en un punto concreto. Hay que repartirlo por toda la cara.
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Elegir alternativas que no resequen ni modifiquen el acabado, como ya se ha listado también.
Después de todo
Hay días en los que el maquillaje queda tan sumamente bien que se hace un auténtico suplicio tener que deshacerse del mismo. Se trata de esas jornadas en las que es sencillo caer en afirmaciones o preguntas del tipo: "¡Ajá! Así que esta es la razón por la que Kim Kardashian siempre parece estar perfecta".
Sin embargo, por muy tentada que se esté sobre conservar ese último atisbo de belleza sobrenatural que a veces otorga todo el proceso beauty, hay un gesto que ha de hacerse: retirar todos estos productos y hacer el primer proceso a la inversa, es decir, preparar a la piel para que respire en paz.
Y hay que hacerlo con mucho mimo. Para ello, normalmente, se siguen estos pasos:
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Doble limpieza (bálsamo o aceite + limpiador suave).
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Tónico para eliminar restos.
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Sérum o activos reparadores (antioxidantes, ácido hialurónico, péptidos).
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Crema nutritiva o aceite nocturno.
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Masaje facial suave o utilización de herramientas como la jade roller o la gua sha. Esto último es opcional, pero al margen de sus resultados, es muy estimulante.
Por supuesto, desde Magas reiteramos una vez más que es imprescindible que cualquier rutina haya sido prescrita por un profesional de la farmacia, la dermatología o la dermocosmética, que además debería hacer un seguimiento tras sus recomendaciones.
Al final, el maquillaje no comienza con la base, sino que se inicia con esa intimidad previa, con un ritual de autocuidados que también es sinónimo de tiempo de calidad. Ese que tantas veces se escapa entre las manos y del que disfrutar parece todo un reto. Ahí también está la belleza.
